14|Problemas.

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Bulent y Aslan, con rostros pálidos y miradas nerviosas, se dirigieron a los aposentos de Rabia

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Bulent y Aslan, con rostros pálidos y miradas nerviosas, se dirigieron a los aposentos de Rabia. La puerta se abrió, y Rabia, al ver a sus hijos mayores, les recibió con una sonrisa que se desvaneció rápidamente al notar la tensión en el ambiente.

— ¿Qué ha pasado? —preguntó Rabia, observando a Bulent y Aslan con preocupación.

Los dos hermanos intercambiaron miradas antes de que Bulent, el mayor, tomara la palabra con voz temblorosa.

— Madre, Mustafá nos atacó en el jardín. No sabemos por qué, pero estaba furioso y empezó a lanzarnos cosas. Solo tratábamos de defendernos.

Rabia, al escuchar la versión de sus hijos sobre el supuesto ataque de Mustafá, sintió una oleada de odio e ira. Sus ojos destellaron con intensidad, y su rostro reflejó una furia contundente.

— ¿Mustafá se atrevió a atacar a mis hijos? —dijo Rabia con un tono lleno de rabia.

Bulent y Aslan asintieron, alimentando la narrativa que habían tejido. Rabia, con la furia burbujeando en su interior, expresó su desprecio hacia los hijos de Mahpeyker.

— Esos bastardos no saben con quién se han metido. —murmuró Rabia, apretando los puños.

La falsa versión del ataque de Mustafá había encendido la llama de la venganza en el corazón de Rabia. Sus pensamientos oscuros se centraron en los hijos de Mahpeyker, a quienes siempre se refería con desprecio. La venganza se gestaba en su mente, y los sentimientos de odio hacia la otra rama de la familia real crecían con cada palabra pronunciada por sus hijos. La conspiración y el resentimiento se cernían sobre el haren imperial.

La princesa persa, empapada en ira y sed de venganza, miró fijamente a sus hijos Bulent y Aslan con una determinación feroz.

— Iremos a ver a vuestro padre, el príncipe Mehmed. Él hará justicia por este ataque injustificado de Mustafá.

Los dos hermanos intercambiaron miradas inquietas, sintiendo la tensión del momento. Sabían que si revelaban la verdad, la cólera de Rabia se dirigiría hacia ellos. Un incómodo silencio se apoderó de la habitación mientras ambos consideraban las implicaciones de su decisión.

— Madre, tienes razón. —dijo Bulent, asintiendo con falsa convicción—. Deberíamos buscar justicia.

Aslan asintió, aunque su mirada reflejaba la duda y la ansiedad. Decidieron, por el bien de su propia seguridad, seguir adelante con la versión distorsionada de los acontecimientos. La mentiría según ellos era la mejor solución, cuando no sabían que Mustafá tenia una madre que seria capaz de sacarle un ojo a uno de ellos.


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Mahpeyker y Mihrimah estaban en sus aposentos, compartiendo risas y anécdotas, disfrutando de la amistad que habían cultivado a lo largo de los años

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Mahpeyker y Mihrimah estaban en sus aposentos, compartiendo risas y anécdotas, disfrutando de la amistad que habían cultivado a lo largo de los años. Sin embargo, la armonía se rompió cuando Rafat, la hija mayor de Mahpeyker, irrumpió en la habitación con un semblante de angustia.

— ¡Madre, tía Mihrimah! —exclamó Rafat, con los ojos llenos de preocupación.

Mihrimah y Mahpeyker intercambiaron miradas, sus expresiones de alegría transformándose en preocupación instantánea. Mahpeyker se levantó rápidamente, anticipando que algo grave había sucedido.

— ¿Qué sucede, Rafat? —preguntó Mahpeyker, sintiendo un nudo en el estómago.

Rafat, con voz temblorosa, compartió la noticia sobre el incidente en el que Mustafá resultó herido. Mahpeyker se llevó una mano al pecho, sintiendo el dolor de la noticia. Mihrimah se puso de pie a su lado, ofreciendo apoyo silencioso.

— ¿Cómo está Mustafá? —preguntó Mahpeyker, con la voz entrecortada por la ansiedad.

Rafat describió la situación, revelando la versión de los hechos que los hijos de Rabia habían presentado. Mahpeyker apretó los dientes con fuerza, sintiendo la frustración y el miedo arremolinándose en su interior. Mihrimah colocó una mano reconfortante en el hombro de Mahpeyker, compartiendo su preocupación mientras ambas mujeres se preparaban para enfrentar los desafíos que se avecinaban, pues estaban completamente seguras de que Rabia protegería a sus hijos y se negaría a aceptar que ellos habían comenzado.

Como si el universo supiera sus pensamientos, una criada entró apresuradamente en los aposentos de Mahpeyker y Mihrimah, interrumpiendo la tensa conversación sobre el estado de Mustafá. Con una reverencia respetuosa, anunció la urgencia.

— Perdonen la interrupción, Sultanas, pero el Sultan Suleiman requiere vuestra presencia de inmediato en el salón imperial.

El llamado del sultán añadió un nuevo nivel de urgencia a la situación. Mahpeyker y Mihrimah intercambiaron miradas preocupadas antes de asentir, reconociendo la gravedad de la situación. Se dirigieron juntas hacia el salón imperial, con la incertidumbre pesando en sus corazones mientras se preparaban para enfrentar lo que el destino les tenía reservado en el palacio otomano.

𝑬𝒍 𝒎𝒂𝒍𝒅𝒊𝒕𝒐|| Sehzade MehmedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora