SOLE [3RACHA]

「★」019: Agridulces confesiones

— Ángel... Creo que es suficiente —susurré rozando nuestras narices con cariño—.

— Ji, por favor... Bésame un poco más —pidió con gran angustia entre suspiros—.

— Ángel, llevamos un buen tiempo en esto... —aclaré acariciando su mejilla—.

— Es porque no te gusta, ¿verdad? —murmuró alejándose un poco de mí—. Lo sé, nunca seré como cualquier otra chica con la que hayas salido... Nunca estaré ni un poco cerca de ello —añadió en voz baja levantándose de mi regazo—.

— No, ángel... No digas eso —mencioné con rapidez yendo tras ella—. Eres mucho más especial para mí —añadí intentando asegurarle mi aprecio—.

— ¿Quieres que empecemos con el masaje? —preguntó ignorando mis palabras mientras tomaba los aceites esenciales—.

— Ángel... —llamé con mucho cariño, alejando sus manos de los implementos de masaje—. Ser buena o no no es el proble... —intenté hablar para ser interrumpido—.

— Deberíamos empezar lo antes posible para que el tiempo no se vaya volando —espetó cortando mis palabras mientras caminaba a la cama—.

— Ángel, déjame hablarte... —pedí casi en un ruego mientras le seguía el paso—.

— No quiero escuchar como dices que has tenido mejores experiencias, no necesito saberlo —espetó con la voz cortada—. Tampoco quiero que mientas diciendo que soy especial para hacerme sentir mejor y solo me des besos porque te doy lástima —añadió con los ojos húmedos y una expresión triste—. Ji, también tengo orgullo —murmuró casi inaudible en un sollozo—.

— Ángel, escúchame —mencioné acercándome a ella para rodearla con mis brazos—. Nunca he salido con una chica, nunca he estado en una relación...

— Mientes... Odio las mentiras, Ji —mencionó entre llantos, apartando mis manos de su cintura—. Sólo dime que no soy lo suficientemente buena y lo entenderé. Intentaré mejorar para ti —añadió con voz suplicante y triste—.

— Mi ángel, estoy siendo sincero —aseguré girando su cuerpo para verla a la cara—. Nunca he tenido pareja y, sí, he besado a otras chicas antes pero eso no me importa ahora —añadí empezando a secar sus lágrimas—.

— ¿Lo ves? Estás tratando de evitar mencionar algo al respecto porque sabes que no soy mejor que ellas —espetó apartando mis manos de su rostro con algo de molestia—.

— No, no es así —aclaré acariciando sus manos con suavidad—. Ángel no me importa porque me encanta cómo lo haces tú.

— Mientes... Mientes demasiado —se quejó volviendo a llorar con insistencia—.

— Estoy siendo sincero, ¿por qué no me crees, ángel? —indagué tratando de calmarla mientras secaba sus lágrimas—.

— Porque desde hace tres semanas buscas una excusa para rechazar mis besos y hoy has sido más directo diciendo que es suficiente —explicó apartando su mirada de la mía mientras secaba sus lágrimas por su cuenta—.