21 | Navidad

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Pedri González
Tenerife, Canarias

Esta iba a ser la primera navidad que iba a pasar junto a Lionela.

La familia Messi en Tenerife, Lionela no quería venir sola, fue algo complicado decidir donde pasar navidad, Lionela no se quería despegar de su familia y yo quería pasarla con mi familia. 

Así que, que mejor manera de estar todos juntos en Tenerife.

—Que hermoso ha sido Tenerife, amor— dijo viendo por la ventana.

A su lado estaban su hermano viendo los autos pasar por la carretera. 

Llegamos a casa y allí estaban mis padres esperándonos. 

Bajamos todos, Leo saludo a mis padres y cuando saludaron a Lionela la abrazaron como si de su hija se tratara.

—Lionela cariño— mamá le dio un cálido abrazo, —. Ya te queríamos conocer... conocer a la chica que se robó el corazón de nuestro Pepi.

En el rostro de Lionela irradiaba felicidad, sus ojos brillaban como nunca.

Fer nos ayudó a llevar las maletas a las habitaciones donde se iban a quedar los Messi.

Lionela se iba a quedar en ni habitación, junto a mi.

Ellos subieron a ponerse algo cómodo y luego bajaron.

—Mamá, podemos ir a la playa— dijeron los tres pequeños al mismo tiempo.

El clima estaba precioso para ir a la playa, el cielo estaba despejado con un tono azul vibrante precioso.

Antonela asintió y subió a la habitación a guardar las cosas para ir.

Todos nos dirigimos hacia la playa.

Cuando llegamos, el lugar estaba con un poco de gente, era obvio que se iban a percatar de nuestra presencia.

Antonela y mi madre tendieron unas mantas sobre la arena.

Anto llamó a sus hijos y comenzó a untarle bloqueador solar, luego agarraron una pelota y se pusieron a jugar con Leo.

Lionela estaba con su bikini azul marino junto a mi lado, tenía su cabeza apoyada sobre mi hombro, su mirada estaba en sus hermanos y su padre.

La tomé en brazos y la lleve hacia el agua.

—Amor no, espera— hizo un puchero.

Hice caso omiso y nos metimos al agua.

—Te amo, te amo— dije salpicandole agua.

—Yo también te amo— me salpicó agua también.

Estuvimos un minutos en el agua, luego volvimos nuevamente a sentarnos. 

Le gente se amontonaba a pedirnos fotos, era agobiante, pero no le negabamosla foto a nadie.

El cielo se pintó de colores calidos y sol se ocultaba en el horizonte del inmenso mar, era hora de irnos, en la noche teníamos la cena de navidad.

Agarramos todas las cosas que habíamos llevado y nos dirigmos hacia la casa.

Fuimos en dos carros, en uno iba Leo, Antonela y los niños, en el otro ibamos mis padres, Lionela y yo.

Llegamos y todos ayudamos a decorar la sala para la cena, los niños se fueron a jugar al patio.

El lugar estaba quedando precioso, mi madre y Antonela tenían un gusto precioso por los colores. Terminamos y cada uno de nosotros se dirigió hacia sus habitaciones a cambiarse de ropa.

Subí junto a Lionela a cambiarnos, ella se acercó a su valija y sacó un vestido color vino precioso y sacó una pajarita del mismo color de su vestido. 

—Toma amor— me dio la pajarita.

La tomé y la dejé encima de la cama.

Los dos nos entramos a duchar y cuando salimos con comenzamos a vestir.

Lio se colocó su vestido y lucía preciosa, ese color hacía resaltar sus ojos azules, ella me ayudo a ponerme la pajarita y cuando terminó de acerlo, me incliné y la besé.

Mis manos rodearon su cintura y las manos de ellas se colocaron sobre mi nuca.

|....|

En aquella mágica noche de Navidad, nos sumergimos en la calidez familiar que llenaba la casa. La mesa estaba adornada con destellos festivos, y el aroma embriagador de las delicias caseras flotaba en el aire. Risas y murmullos animaban el ambiente mientras nos sentábamos, rodeados por el amor de nuestra familia.

Los destellos de las luces navideñas bailaban en los ojos de Lionela, creando un brillo especial que reflejaba la felicidad del momento.

Entre bocados de manjares y sorbos de bebidas festivas, nuestras manos se encontraban discretamente debajo de la mesa, entrelazando nuestros dedos en un gesto silencioso pero elocuente. Miradas cómplices y sonrisas robadas eran nuestro secreto compartido en medio del bullicio familiar.

—Esto está riquísimo— habló Antonela.

—Demasiado— siguió Leo.

Fer a mi lado se sonrojó.

—Y todo fue preparado por Fer— dije orgullo de mi hermano.

Lio y yo intercambiamos miradas cómplices, reconociendo el amor y la felicidad que llenaban nuestro hogar en esa noche especial.

— Es increíble cómo la Navidad nos une —murmuré, levantando mi copa para brindar.

— Sí, cada año es especial a su manera —respondió Lionela, apretando mi mano con cariño.

Todos levantamos nuestras copas y brindamos.

—Que en esta noche mágica, cada uno de sus deseo se cumplan— habló Antonela. 

—Por la familia y los hijos— Leo le sonrió a sus hijos.

Era una noche mágica, todos compartiamos anécdotas, nunca imaginé tener a Lionela aquí, sentada a mi lado compartiendo con mi familia. Giré a verla y su rostro estaba iluminado.

Sus manos, suaves y reconfortantes, son mi ancla en las tormentas de la vida. En su presencia, el tiempo se ralentiza, y el mundo a nuestro alrededor parece desvanecerse, dejándonos a solas en nuestro propio universo.

Cada detalle de ella es una obra de arte que me deja sin aliento. Desde la forma en que ilumina la habitación con su sonrisa hasta la manera en que su mirada encuentra la mía en medio de la multitud. El amor que siento por ella es un fuego ardiente que nunca se desvanece; es un compromiso profundo, una conexión inexplicable que trasciende las palabras.

A veces me pregunto si merezco esta dicha, esta complicidad que se extiende más allá de las palabras susurradas y de los gestos cotidianos. Pero en cada latido de mi corazón, encuentro la respuesta: nuestro amor es un regalo, y mi mayor anhelo es ser merecedor de él cada día que compartimos juntos.

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Se que es un capitulo demasiado corto, pero es que viene va a ser largo 🤭

Recuerden que me pueden hacer críticas, siempre y cuando sean constructivas, eso me ayuda a mejorar en mi escritura y no se olviden de votar porque me anima a escribir 💖

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