Capítulo 10 | Los hermanos Viper

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𝑴𝒂𝒅𝒅𝒐𝒙

Estaba mal, totalmente mal. Y aún así, su lengua sobre mi piel se sintió tan bien.

Agradecí que fuera Matthews quien nos hubiera encontrado en aquella posición porque de haber sido Levi, no importaba si le explicaba que de verdad no estaba ocurriendo nada, su cuerpo estaría ahora a diez metros bajo tierra de ser posible.

Aunque por la voz de su hermano y la forma en que no podía dejar de ver a Max con una mirada que dejaba en claro que estaba a punto de cometer un delito, supuse que compartiría el pensamiento con mi padre.

—Al coche, Maddox.

Su voz no dejaba lugar a súplicas. Tragué saliva entre nerviosa y ansiosa.

—Matthews...

—Al coche, ahora. —posó sus ojos sobre mí y me sobresalté, jamás lo había visto así de furioso—. No lo repetiré otra vez.

Y por su voz, me quedó lo suficientemente claro.

Abandoné el gimnasio no sin antes lanzarle una breve mirada a Max, me sorprendió que tuviera los ojos sobre mí y una mueca en sus labios que se parecía a una sonrisa triste. No supe interpretarlo y tampoco lo intenté, era la primera vez que experimentaba todas aquellas sensaciones en un cuadrilátero, en una pelea de boxeo y con quien era el soldati de mi padre.

Se supone que el boxeo no debería sentirse tan... sensual. Y desafiante.

Tragué saliva.

Me caía fatal y yo le caía mal a él, no podíamos respirar el mismo espacio juntos y siempre me miraba como si quisiera estrangularme, entonces, ¿Por qué había hecho aquello? ¿Por qué me había hablado de esa forma? ¿Por qué me había desafiado y provocado de forma tan descarada como si yo no fuera la hija de su jefe?

Y lo peor, ¿Por qué no me sentía disgustada?

¡Era la hija de un Don! Del más temido de Chicago y me había hablado de sexo al oído como si no llevara el apellido que hacía temblar a cualquiera.

Suspiré mientras me hundía en el asiento del coche de Matthews, presioné los párpados intentando en vano no repasar todo lo que había ocurrido y todo lo que mi cuerpo sintió cuando lo tuve pegado a mí.

Estaba mal. Muy mal. Tenía que olvidarme de todo, tenía que tomar todos los sucesos de unos minutos atrás que aún permanecían en mi cabeza y guardarlos en una caja bajo llave dentro de mi mente y no dejar, por ningún motivo, que salgan de allí.

Cuando abrí los ojos me percaté de una pequeña caja blanca con un moño rojo por encima que había sobre el maletero, la tomé y no pude evitar poner los ojos en blanco al leer la pequeña tarjeta que decía "Para mi abejita".

Seguía algo enojada con Levi, pero lo hacía más para molestarlo qué porque de verdad me sintiera furiosa. Con el correr de los días y la conversación que mantuvimos todo se calmó entre nosotros, me pidió disculpas y aunque aún no habían rastreado a quien había hackeado mi móvil prometió que al próximo le pondría seguridad extra.

Lo cual, estaba más que segura, vendría con un chip localizador. Ya no tenía motivos para no incluir uno, el "respeto a mi privacidad" se había terminado cuando ocurrió aquello hace una semana y mi padre me dejó muy en claro que no planeaba arriesgarse.

Encendí el móvil y descubrí que estaba programado de la misma forma que el anterior y los contactos ya estaban grabados, sonreí al ver que el contacto de Matthews no llevaba su nombre sino el apodo que yo solía usar para referirme a él: fantasma.

Mi sonrisa se desvaneció en cuanto entró en el coche, el ruido de la puerta cerrarse de forma brusca resonó en todo el espacio entre nosotros que parecía haberse achicado de repente. El ambiente estaba tenso y que el trayecto hacia casa haya sido en silencio no ayudaba, pero aún así no me atrevía a romperlo porque no tenía idea de qué decir.

Traición y Sangre ✔ [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora