Capítulo 35 | El despertar

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𝑴𝒂𝒅𝒅𝒐𝒙

Lo primero que perciben mis sentidos al recuperar la consciencia es el olor a antiséptico que me rodea, impregnado en el ambiente. Un pitido bajo, casi como un murmullo, llega a mis oídos. Todos mis sentidos van despertando uno a uno, pero me niego a abrir los ojos. Si vuelvo a despertar en la pesadilla no podré soportarlo.

Permanezco así, con los ojos cerrados, intentando no respirar. Nada que los alerte.

Si pudiera volver a dormir. Y esta vez para siempre, sin despertar...

Pero entonces, empiezo a ser consciente de que el olor no es el mismo de aquel encierro y los sonidos tampoco lo son. Nada gotea. No hay olor a humedad y encierro, como en la pesadilla. El olor es más bien limpio, a desinfectante. Y entonces me doy cuenta que no estoy en la celda, que puedo abrir los ojos.

Pero entonces... si los abro seré consciente que no fue una pesadilla.

Que es real.

Que todo lo que ocurrió fue real, que llevo las marcas en la piel y estas no desaparecerán aunque lo intente.

Puedo sentir una lágrima resbalando por mi mejilla y me contengo un segundo más antes de separar los párpados, me tarda un segundo más poder enfocar mis ojos hasta que estos se adaptan al ambiente. Me recibe una luz fuerte y azul tan intensa que me obliga a cerrar los ojos un segundo pero me niego, uso todas mis fuerzas para permanecer con los ojos abiertos. Estoy tendida sobre una cama que no es la mía y todo el lugar es blanco, huele a antiséptico.

Desde una máquina a mi lado se extienden cables que parecen finos tentáculos de plástico, de ahí proviene el suave y leve pitido que logro escuchar.

Estoy en una habitación de hospital.

No estoy en la celda.

No. Estoy. Encerrada.

Más lágrimas resbalan por mis mejillas y arden, no sé la razón pero me alegra sentir algo diferente a lo que sentí en la pesadilla. Intento moverme pero es inútil, mi cuerpo está cubierto por vendas y diferentes cables salen de mi brazo, otro sale de mi nariz. Cada centímetro de piel duele, siento que peso una tonelada e incluso mantener los ojos abiertos me lleva un esfuerzo monumental.

Intento hablar pero mis labios solo emiten un pequeño gemido.

Mia cara... —la voz de mi padre me envuelve de improvisto y comienzo a llorar con más fuerza— ¿Estás despierta? —murmura.

Su voz funciona como un bálsamo que anestesia mis heridas, al menos aquellas que no parecen estar a la vista. Cierro los ojos y sigo llorando, llena de terror ante la perspectiva de que esto no sea más que un sueño del que voy a despertar. Que se romperá como un espejo que me muestra una realidad que no existe, y los cristales se clavaran en mi cuerpo haciendo que sangre más. Y no será real. Nada será real. Mi padre no estará allí, su voz no estará allí. Todo se va a desvanecer.

Excepto la tortura. Excepto el infierno. Excepto las marcas.

Pestañeo varias veces y logro visualizar la silueta de Levi, algo borrosa por las lagrimas pero noto en su expresión que está a la espera de una respuesta. Quiero decirle que no, que no estoy despierta, que sigo en esa pesadilla y que quizás permanezca en ella para siempre. Mi mente al menos.

De nuevo intento hablar pero me hace señales para que permanezca quieta. Le hago caso y permanezco sin moverme, a la espera, intentando calmar mi respiración y es ahí cuando mi vista comienza a adaptarse a las luces y puedo verlo más en detalle: lleva el cabello rubio despeinado, ojeras y barba, cosas inusuales en él. La camisa también está un poco desprendida, plagada de arrugas y parece llevar la misma ropa de hace semanas.

Traición y Sangre ✔ [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora