Capítulo 42 | La misma oscuridad

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𝑴𝒂𝒙

Permanezco quieto mirándola y sé que fue una mala idea haber aparecido de esta forma, tiene los ojos abiertos de par en par y le brilla el miedo en la mirada. Quizás debí entrar como una persona normal: golpear la puerta de su casa y esperar a que Levi amablemente me permita entrar hasta la habitación de su hija.

Pero dudaba mucho que eso fuera a suceder.

Así que trepe por las paredes exteriores hasta su ventana, si mi hermano o su padre me hubieran visto pensarían que el sistema de seguridad es una mierda, pero de hecho es muy bueno. Ellos no tienen forma de saber que no se trata de un error o un fallo sino de que tengo acceso a este desde mi móvil.

Si Maddox es consciente de que hackee el sistema de seguridad de su casa no dice nada, pero de seguro lo sospecha desde hace un tiempo. Y luego de la historia del pasador me atrevo a pensar que es capaz de sumar dos más dos.

Está quieta, muy quieta, casi no respira porque su pecho no se mueve y sus ojos parecen dos cubos de hielo congelados, no pestañea y comienzo a preguntarme si todo esto de verdad está siendo un error. Si tengo que aceptar que lo nuestro terminó hace mucho y ya no hay nada que hacer.

—Maddox...

Se desploma sobre el colchón en cuanto hablo, se deja caer y termina sentada sobre su cama sin dejar de verme. Sus manos, a cada lado de su cuerpo, se aprietan hasta formar un puño y arrugan las sábanas a su alrededor.

—¿Cómo se te ocurre aparecer así? —Su voz es baja, fría y cortante. Trago saliva sin acercarme a ella—. Luego de lo que ocurrió... —niega con un movimiento de cabeza y los ojos cerrados—. No puedes aparecer así, de improvisto luego de lo que me hicieron... ¡Dios! Me va a dar un infarto la próxima vez —dijo mientras se llevaba una mano al pecho y noté como respiraba acelerada.

—Lo siento —murmure mientras me acercaba a paso lento—. No quise aparecer así pero tenemos que hablar y no respondes mis mensajes.

—Pues toca la puerta como una persona normal, Max.

—Nada me aseguraba que quieras verme.

—Es cierto —dice en voz baja y me detengo a centímetros de ella, la miro desde mi altura y ella baja la vista hacia su regazo.

—¿No quieres verme?

Intenté que mi voz sonara tranquila y para nada afectada pero fue en vano, ella alzó los ojos para verme e hizo una mueca con sus labios. Pensé en mil razones posibles para que ella no me deje, pero nada era lo suficientemente buena para convencerla y quizás debía aceptarlo, la parte normal y lógica de mí debía aceptar lo que ella quería.

Pero estaba lleno de oscuridad, ella también.

No podía deshacerse de mí tan fácilmente. Nadie más que yo iba a quererla así de rota porque estábamos iguales.

—No estoy segura de querer seguir con esto —admite en voz baja.

Me arrodillo frente a ella, observo la piel de sus piernas y cierro los ojos cuando llego a las cicatrices que tiene en la cara externa de sus glúteos, vuelvo a abrirlos para verla y ella tiene un brillo de tristeza en sus ojos.

—¿No hay nada que pueda hacer para que cambies de opinión? —aparta la vista pero tomo su mentón con mis manos y hago que me mire—. Te quiero, rubia. Lamento no haberlo dicho antes, lamento haber tardado tanto en darme cuenta y pasar más tiempo negando lo que me pasa contigo que admitiendo de una vez. Lamento no haber llegado a tiempo, no haber hecho las cosas bien, lamento no haber luchado más por ti cuando debí hacerlo.

—Max...

—Pero de lo que más me arrepiento, de lo que te pediré disculpas siempre es de haberte puesto en peligro.

Traición y Sangre ✔ [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora