Viajaron unos días casi sin contratiempos, salvo algún que otro encontronazo con los zombis cuando salían a buscar provisiones.
Yuuji había aprendido rápido a dominar todas las armas. Sus amigos se encargaron de buscar sitios despejados para ayudarle a practicar su puntería y enseñarle a manejar todo el armamento.
Yuuji se percató de que, casi cada día, Gojo utilizaba un teléfono por satélite para hablar con su amiga Shoko. Esta le informaba de cómo iba la investigación, y Gojo le indicaba cuál era la situación en la que se encontraban él y sus acompañantes.
—¿Cuánto calculas que tardarán en llegar al aeródromo? —le preguntó la científica aquel día.
Gojo sostenía el teléfono contra la oreja mientras Geto conducía.
—Es difícil saberlo, Shoko. Todo depende de las paradas que necesitemos hacer. Lo único que puedo hacer es seguir en contacto contigo, como llevo haciendo desde el primer día, para que sepas que sigo vivo.
—Créeme, es bueno saber que lo estás. Te necesitamos aquí, Satoru.
—Vaya, gracias. Me alegra que te haga más feliz saber que estoy vivo para ayudarlos que porque me aprecies como amigo.
Shoko se río al otro lado de la línea.
—Ya sabes que me alegro por ambas cosas.
—Dame tiempo y estaré allí. Los estadounidenses son unos científicos nefastos. Tú eres brillante, pero necesitas el toque Satoru.
***
Para amenizar el trayecto, Gojo comenzó a contar las mejores anécdotas que había vivido como millonario antes de la catástrofe. Yuuji alucinaba con la cantidad de famosos con los que se había codeado y la cantidad de países que había visitado.
—... y así fue como dejé el orgullo de Paris Hilton por los suelos al rechazar su invitación a su fiesta de cumpleaños —comentó. Esta vez, conducía él para que Geto pudiera recostarse en el asiento del copiloto y descansar un rato.
—¡Oh, vamos! —exclamó Yuuji—. ¿Cómo rechazas eso? ¡Una fiesta de Paris Hilton debe ser la mejor del mundo!
—Mm... Déjame pensar... Niñas ricas y consentidas llevando a sus chihuahuas gruñones como complemento de sus outfits, música pop del momento, probablemente Taylor Swift, sonando a todo volumen, cócteles con sombrilla, pasarela de moda... —Chasqueó la lengua—. No gracias. Prefiero una fiesta de hard rock con mujeres y hombres de verdad.
Un disparo los alertó y despertó a Geto, que se incorporó en el asiento.
—¡¿Qué demonios...!?
—Parece que tenemos compañía, Suguru —le dijo Gojo.
—¡Zombis! —exclamó Yuuji, intentando averiguar de dónde había venido el disparo.
—No —negó Gojo, muy seguro—. Ellos son puro instinto. No usan armas. No piensan. Solo atacan.
Oyeron más disparos. Una de las balas impactó en la puerta de carga que, al estar blindada, no sufrió daño alguno.
La cara de Geto se ensombreció al mirar por el retrovisor derecho.
—Gojo... —entonó su nombre con ligero miedo—. Son zombis.
—¡Qué diablos!
Gojo miró por el espejo izquierdo. Para su desgracia, Suguru tenía razón. Tras ellos, un vehículo los perseguía casi pisándole los talones.
Un vehículo conducido por zombis.
—¡Desde cuándo estos malditos saben conducir! —gritó Gojo, que por primera vez parecía asustado de verdad—. ¡Shoko va a alucinar cuando se lo cuente!
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APOCALIPSIS (ADAPTACIÓN)
FanfictionDebido a una mutación genética, resultado de un experimento fallido, el caso se desata en un centro de investigación de Tokio. Satoru Gojo, un multimillonario y dueño de una corporación aeroespacial de defensa, seguridad y tecnologías avanzadas, ve...