Abrieron unas latas de conserva y se sentaron sobre un par de sillones mientras daban buena cuenta de ellas.
Era curioso el contraste de encontrarse en un jet de lujo mientras comían legumbres en su más barato y sencillo estado de conservación.
—¿Cómo te encontraste con Suguru? —preguntó Yuuji, sentado junto a Gojo.
—Lo encontré en Tokio junto con su novio, un Sargento mayor, metidos en una trifulca contra unos cuantos infectados —respondió, haciendo una pausa para llevarse el tenedor a la boca—. Les ayudé a salir de ese embrollo y ahí empezó todo. Cuando les conté mi plan, se ofrecieron a ayudarme a cambio de poder viajar conmigo.
—Sabía que Suguru estaba afectado por la muerte de su novio —le dijo Yuuji—, pero desconocía que realmente tuviera ganas de seguir viviendo. No creí que lo dijera en serio cuando se despidió de nosotros.
—Las personas pueden parecer felices o estar bien por fuera, pero en realidad nadie sabe lo que tienen dentro. Supongo que todas las bromas y sonrisas de Suguru era una forma de darse ánimos a sí mismo. Se puso una meta a la que aferrarse, y esa meta era traerme hasta aquí.
—¿Cómo fue? —preguntó Yuuji—. Lo de su novio.
Gojo dejó la lata vacía sobre la bandeja plegable de su asiento.
—Nos sorprendieron de noche, rompiendo las puertas de la furgoneta donde dormíamos. Lo mordieron. Conseguimos huir y refugiarnos en una casa, pero pronto comenzó a mostrar signos de contagio —Yuuji escuchaba la historia con el corazón hecho puño—. Suguru intentó contenerle, pero era inevitable. No hay marcha atrás una vez te afecta el virus. Él quería hacer lo mismo que Utahime, contenerle, atarle, llevarle con nosotros hasta que encontrásemos la cura, a pesar de que sabía que lo más probable era que lo ejecutaran nada más poner un pie en Nueva York, si es que no nos mataban antes. Entonces, él se lanzó sobre Suguru. Y tuve que hacerlo —resopló—. Le habría infectado de no ser así. Es un recuerdo que aún me sigue atormentando en mis pesadillas.
Yuuji le acarició el brazo con delicadeza. Al ver que Gojo no ponía impedimento, lo hizo con más ímpetu.
Gojo se levantó, y aquello hizo que Yuuji se avergonzara al instante de aquel acercamiento, pues estaba siendo rechazado.
Sin embargo, Gojo le tendió la mano y le sonrió.
—Vamos a dormir, seguro que estás cansado.
Yuuji dejó la lata vacía en la bandeja y entrelazó su mano con la de Gojo, que le guió hacia la parte trasera del jet.
Al otro lado de una puerta corrediza aguardaba una cama de matrimonio, cuya base estaba asegurada al suelo para evitar movimientos durante los vuelos.
Debido a esto, no contaba con ningún otro mueble salvo un pequeño armario empotrado en la pared izquierda.
Varias ventanillas iluminaban ambos lados de la estancia.
Gojo se acercó a la cama y golpeó con mano abierta sobre el centro de la misma. Apenas dos o tres motas de polvo saltaron volando por los aires.
—La esperaba más sucia, la verdad.
—Está perfecta —dijo Yuuji, sonriendo.
—Nos esperan unas cuantas horas hasta llegar a Estados Unidos —le explicó él mientras se deshacía de sus prendas—. Más nos vale estar descansados.
Yuuji se quitó sus prendas también, metiéndose en el lado derecho de la cama. Cuando Gojo lo imitó, se acercó a él y beso su frente con cariño.
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APOCALIPSIS (ADAPTACIÓN)
FanfictionDebido a una mutación genética, resultado de un experimento fallido, el caso se desata en un centro de investigación de Tokio. Satoru Gojo, un multimillonario y dueño de una corporación aeroespacial de defensa, seguridad y tecnologías avanzadas, ve...