Choque de realidad

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Yuuji se metió en la cama de sus padres mientras Gojo entraba al baño de la habitación para darse una ducha.

«Si necesitas algo, grita», le había dicho, siempre usando su humor sarcástico.

Yuuji se tapó con las sábanas hasta la nariz, encogiéndose todo lo posible contra sí mismo. Ahora que volvía a estar solo, al menos momentáneamente, se sentía de nuevo frágil y en peligro.

Los zombis podían aparecer en cualquier momento.

Echó un vistazo a la mesilla de noche, donde Gojo había dejado su arma, una pistola cuyo modelo era incapaz de distinguir.

Nunca se le habían dado bien las armas. Nunca había disparado una. Las odiaba, aunque le gustara usarlas en videojuegos. Nunca traían nada bueno, así que jamás pensó que pudiera necesitarlas de aquella manera.

«Con ellos cerca, estás a salvo», se intentó tranquilizar.

Pensó en sus padres, preguntándose si seguirían vivos, si es que le podía llamar así a lo que se habían convertido.

¿Habrían matado o infectado gente? ¿Estarían lejos? ¿Recordarían algo? ¿Y si regresaban a casa?

Un escalofrío le recorrió la espalda y le hizo sacudirse.

—Pareces una gelatina. ¿Tienes frío o es que sigues muerto de miedo?

Se giró en la cama y vio a Gojo bajo el marco de la puerta de baño.

Su imagen le impactó. Estaba vestido únicamente con los calzoncillos ajustados, de color gris, mientras se secaba el resto del cuerpo con una toalla.

Si no fuera porque estaba demasiado asustado y tenso, podría haberse excitado con aquella imagen.

¿Qué edad tendría Gojo? ¿Treinta y tantos? Él tenía veintitrés. Nunca se había fijado en hombres mayores que él, pero tenía que admitir que aquel tenía ante sus ojos rebosaba sex appeal por los cuatro costados.

—Lo siento, Gojo, es que... aún sigo en shock.

—Lo entiendo. No es agradable ver morir a los tuyos.

Arrojó la toalla al suelo, desentendiéndose de la misma. Un gesto que habría provocado una queja por parte de Yuuji, que siempre había sido muy meticuloso con el orden, pero ahora las cosas habían cambiado.

Ya todo daba igual.

—Mis padres no están muertos. Están infectados —le corrigió.

—A todos los efectos, es como si estuvieran muertos. Si no los matan, morirán tarde o temprano.

Se acercó a la cama y destapó el lado libre, metiéndose junto a él. Yuuji pudo sentir el leve calor que emanaba el cuerpo de Gojo, y se sintió culpable de estar pensando en cosas fuera de lugar cuando se encontraba en la que había sido la cama de sus padres hasta hacía unas horas.

—¿Qué le pasó a Suguru? —preguntó, intentando desviar sus pensamientos a algo menos inmoral—. Parecía muy enfadado con tu broma sobre los matrimonios.

—Cosas nuestras. No le gustaría que te lo contara —respondió, restándole importancia.

Accionó el interruptor que estaba cerca de la cama, y la habitación quedó sumida en la oscuridad.

—Ahora duérmete.

—Gracias por salvarme —le dijo Yuuji.

—Te encontramos de casualidad. Tuviste mucha suerte.

***

Al día siguiente, tras desayunar, montaron en la furgoneta, en cuya parte trasera llevaban un arsenal de comida y armas.

APOCALIPSIS (ADAPTACIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora