Bobby Baker comprende que no ha alucinado desde su última alergia, por lo que es aterrador ver como la nueva competencia de Galerías Gourmet llega al pueblo intentando enamorar las papilas de todos con alucinantes dulces mágicos.
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W.W
Su estómago gruñó ofuscando sus ideas que buscaban recuperar sus monedas ganadas en un desdichado día, malaventurado y derrotado abandonando las Galerías Gourmet.
Una tardía melancolía acaloraba sus ojos y se impidió sentirlo solo porque no le gustaba romperse frente a otros, no al menos de forma magdalénica.
Se sentía pesado, tocando los peldaños uno por uno con los pies que de pronto sentía exhaustos casi arrastrándolos, guiándose con el bastón para tener más equilibrio y no caerse debido a su estado emocional, preparándose para seguir a pie hasta su posada al otro extremo del pueblo, abatido hasta sus cimientos que poco a poco tenía deprimidos.
Inmerso en sus penas, sin cabeza para continuar pensando, un escandaloso silbido rebotó en sus tímpanos.
—¡Oye!
Volteó hacia atrás tal como lo hizo ayer cuando el más necesitado rogó por su ayuda, esperándolo de todos menos de Bobby.
Trotando en su dirección con sus mechones quebradizos alzándose mientras corría bajo el sol, como cometas ardientes buscando tierra. Le sentaba la calidez, por más helado que tuviese el carácter de anciana agrietando su corazón.
Frente a frente nuevamente, se fijó en el colorete de sus ojos cristalizados hasta el fondo, nariz roja —un beso de Jack Frost, pensó— y el bajón nasal que esnifaba con gracia, sintiéndose acompañado emocionalmente en ése día de ruinas.
No quiso preguntar, lo obvio jamás se cuestionaba. Las coincidencias, mucho menos.
—Lindo verte.
—¿Estás bien? Eso fue horrible.
Le dijo sin esclarecer a lo que se refería, por lo que no tardó en reírse un poco al respecto que molestó a Bobby, tartamudeando en su afán por rectificar sus palabras mal elegidas.
—No lo del, chocolate —titubeo—. Es decir. Carajo —se lamio los labios antes de seguir, colmando su paso—. Lamento lo de tus ganancias. De verdad diste un espectáculo.
Willy meneó la cabeza de lado a lado, compadeciéndose de su sincero pésame escalando emociones revueltas, subiendo y bajando tan violentamente que su pecho dolió, contrayéndose.
—Gracias. Supongo que fue algo imprudente por mí parte, ése policía tenía razón.
—¿Imprudente? —Preguntó Bobby, casi a regañadientes—. Nadie toca ésa estúpida tienda, ¡no fue imprudente! Fue asombroso y.... creo que, solo fue mala suerte.
Refunfuño al final, apuntando la plaza de golosinas.
—Lo que pasó ahí dentro fue rivalidad comercial. Créeme. Los tienes horrorizados, ¿captas?
—Oh. Yo no participo por tener rivales, me gusta lo que hago —esbozo inocentemente, algo que se disolvió al rememorar los acontecimientos—. No era la reacción que esperaba. Tenía una idea al respecto.
