🍓━━CHAPTER XVII

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B.B

Le pesaba el cuerpo al igual que aquellas veces en las que se sentaba en las baldosas frías de una cocina económica. Con la nariz apretada en el frígido latón del contenedor soplando contra su reflejo sembrando vaho y con el pequeño dedo dibujando un arcoíris chueco.

Le ardían las rodillas tras caerse del columpio en el patio de la escuela o jugando pelota en el campo con los otros niños. Como sea, siempre estaba lastimada; de los codos o de las costillas y el remedio casero era sentarse en la heladería de sus abuelos a esperar la hora del almuerzo.

Inquieta con los pies viendo a su mamá girando un cucharon dentro de una olla pequeña y moviéndose de esquina a esquina, sonriendole y hablándole con el esbelto dedo como si no quisiera que nadie supiera su vago secreto, a excepción de su propia familia y Bobby era la primera en degustar.

   Abre la mano, mi cielo.

Y le ponía una tabletita de chocolate en el puño de bebé.

Pero no sabe a qué vino ése sueño desvaneciendose en un parpadeo negro campaneando a lo lejos, un ruido familiar consumido por las cenizas, pesando en el hormigueo de su brazo colgando fuera del colchón intensificándose lentamente, sacándola de su ensueño.

Aves por viento y un bonito día por nubes tapizaba de luz la ventana, enrojeciendole los dos párpados y cantándole contra los tímpanos.

Supuso que era tarde como para perderse el graznido del gallo y realmente no le interesaba saber la hora exacta del día; su turno de la tarde comenzaba a partir de las cuatro los sábados. Propuesta a volver a intentar conciliar el sueño—entiéndase, para volver a verla—giró en su sitio olvidando la compañía mutua al otro extremo y uno de sus pies pateo accidentalmente una cara que berreo al impacto.

Sollozo asustada sentándose de tirón en la cama y todo el día anterior volvía a su cabeza en oleadas constantes junto a sus rodillas retrayendose dolorosamente a su pecho; sus manos alejándose y estirándose sin intentar hacer mucho al respecto. Quedándose finalmente quieta, dejando que Willy atendiera su propio dolor palpitando en su nariz.

—Ay carajo, perdóname. ¿Estás bien?

—Sí —apretó los ojos—. Sí, no hay sangre. Puedes respirar.

El cómico intento se sacarle humor a la situación solo aumentó sus nervios a flor de piel, atándose las piernas con los brazos como si en algún momento la fueran a traicionar otra vez.

Aunque, en su defensa, no compartía la cama con nadie desde los seis años. Sus padres tampoco disfrutaban las noches de tormentas eléctricas y dos veces al mes tenia que verlos con moretones en los brazos y pómulos.

—¿Necesitas hielo?

—Estoy bien, promesa —aspiró la nariz, frunciendo y relajando los músculos del tabique, frotándose la zona del golpe—. Creo que debí ahorrarme el despertador.

BON APPÉTIT ━━ Wonka.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora