🍫━━CHAPTER II.

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Al menos la noche era bonita, con un frío que agazapaba al viento y la sutil nevada que engrosó a las capas de nieve cubriendo tejados y suelos. Lo demás estaba mal, pero mantenía los pies en la tierra para no dejarse llevar por el pesimismo.

Aún cosechaba la culpa en su estómago tras descubrir tres monedas en el bolsillo de su apolillado saco favorito, tras recibir un helado que pagaron a costa de su humilde aspecto. Culpen al hambre de estar ahí siempre, el peor remedio amnésico.

Pensó en volver dos calles atrás, con una genuina idea de reírse sobre la situación, aunque Bobby y su característico apellido tenían aspecto de saber tumbar dientes. Como sea, Willy sabía afrontar las situaciones y un par de puñetazos los aceptaría justamente, cosa que se disolvió al percatarse en el reverso de sus pasos que se había perdido y siguió caminando, buscando hostales o posadas a bajos precios, a sabiendas que al haber roto la calabaza en el paso del comercio los precios volaban y no literalmente, pero imaginarlo era mejor que suponerlo.

Tampoco era tacaño, su mamá decía que tenía el mágico don de despilfarrar fácilmente, por lo que no se negó a ofrecerle todo su dinero a una mujer con un neonato en brazos quien pedía una moneda, llevándose dos.

—Peor es nada —se animó o eso intentó, esbozando y jugando con el penique que voló y aterrizó ágilmente dentro de su agujerado bolsillo derecho, el último culpable de dejarlo en la quiebra y su único remedio fue sentir su estómago dar vueltas por el cómico momento triste, mientras la moneda chapoteaba dentro del pequeño alcantarillado hediendo mugre—. Oh... Lo siento, Bobby.

Jamás creyó en la mala suerte, si no el desánimo social por jamás empatizar con el prójimo. Era rarito, hiperactivo como el carajo y sí, muy positivo, quizás por eso todos pensaban que era feliz viviendo de pequeñas pagas como cocinero de medio tiempo, viviendo en el mar, conformista con su vida y vendiendo caramelos en los puertos de Londres.

Pero la realidad era otra y su nuevo terror era quedar endeudado por siempre con la trinidad de mujeres conformada por –principalmente– su mamá, la señora Quinn y la pecosa muchacha de los helados. Probablemente tendría más a futuro, pero manejarlos uno por uno era más sencillo. No le gustaban los problemas y nunca fue alguien de huesos duros. Si por cínico tenía fama, tal vez por debilucho (hablando físicamente) estaría en la cima.

«Veamos, veamos.»

Con la mente y el paisaje en blanco, encontró un callejón abierto regocijándose en su júbilo tras encontrar un banquillo largo y vacío que daba vista a una cerrada avenida de casas y locales, sintiéndose bendecido sonrió poniéndose cómodo. Sentó su maleta y de todo el desorden dentro de su sombrero de copa extrajo una vela, flameando el pabilo con su cálido aliento en cosa de segundos. Le siguió el despertador de campana y un vaso vacío donde vertió chocolate caliente ayudándose de una ollita térmica, humeando en cariñosos remolinos en dirección a sus mejillas mordisqueadas por el frío.

BON APPÉTIT ━━ Wonka.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora