🍫━━CHAPTER XVIII

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El sordo movimiento de la lavandería lo regresa a la tierra tan pronto él está de vuelta, esquivando una amorosa discusión entre sus opresores mientras intenta no golpearse la cabeza en la orilla del mostrador intentando gatear hasta el ducto, evadiendo los pesados pasos de Lejía siguiendo los ligeros pies de Fregoso por el siguiente pasillo.

Sigue siendo temprano y no supone ver a nadie ahí en el sótano cuando cae ruidosamente sobre las sábanas del alcalde y una ovación exclama el nombre con el que lo bautizaron.

—¡Buenos días!

Dice primero brotando como las próximas flores de primavera, enérgico y torpe, equilibrando su peso en una pierna intentando sacar la otra del canasto.

—Los tendrás tú, porque he tenido que cubrirte para que no te maten mañana —Noodle casi grita, examinándolo de los pies a la cabeza—. ¿Dónde has estado?

—Consiguiendo provisiones en el zoológico.

Parece decir una noticia del infierno porque el aullido colectivo decae en una emoción que todos comparten, pesando en los párpados que Noodle cierra muy fuerte mientras sus dedos exprimen el tobogán de su nariz.

—Dime que no fuiste solo.

—Claro que no.

—Está mintiendo —dice Piper.

—No lo hago.

—Normalmente hueles a jirafa, muchacho.

—Y puedo verte el ombligo —dice Noodle a punto de picarlo con su pequeño dedo a lo que Willy retrocede, cerrándose la gabardina—. Te falta un botón.

—¿Y por qué a ti no?

—Bien. Suficiente —Abacus alza su voz, casi cansado y se sacude las manos poniéndolas en jarras, apoyándose en el respaldo de una vieja silla que está a punto de caerse y sus anteojos terminan en su mano izquierda—. Chico, somos un equipo y no puedes darte ciertos lujos.

El ceño de Willy se arruga en automático.

—¿Lujos?

—Como huir y volver al siguiente día oliendo a rosas, eso déjaselo a un ojo alegre como Larry.

Ejemplificó molesto poniendo de buenas al simpático comediante.

—¡Sí! —Exclamó el pelirrojo, cayendo en cuenta con lo que quiso referirse y lo codeo fuerte—. ¿Disculpa?

Sus pensamientos corrieron fuerte enredándose en su lengua, intentado ser un ancla en aquella discusión mal murmurada entre los presentes. Tiddles estaba de ése lado, postrándose cansado en su esquina viéndolos hablar y hablar.

—Dios, paren —insistió una vez, perdiendo la pista con los pequeños empujones que se daban con insistencia discreta—, no estaba buscando compañía, si a eso te refieres.

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