Ilvermorny

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  Michelle despertó con una luz verde intensa en sus ojos. Era la pesada de Trinidad alumbrando su rostro con una linterna. Para su gusto, era una experiencia horrible tener que verla apenas abrir sus ojos. El pelo castaño caía sobre ella, sus ojos grandes de color avellana la miraban burlescos y sus labios finos se abrían en una risa irritante.

  Solo pasaron cinco meses desde que Michelle había regresado a Ilvermorny. Esto es lo peor que le pasó su corta vida, solía pensar ella con frecuencia.

  Empezando desde los inicios de sus estudios en el mundo de la magia, pues bien, a los once años, a ella y a su hermano mellizo Remus les llegó una carta de la gran escuela Hogwarts, donde cursaron primer año, pero sus padres al ver que causaba demasiados problemas decidieron que para el siguiente año la inscribirían en Ilvermorny.

Pausa. ¿Cómo es que podían cambiarla así de colegio? Poniéndote en contexto, su tía de parte materna tiene un alto rango en el colegio Americano, a diferencia de su madre que es muggle, y al Michelle y Remus nacer en América y luego mudarse a Gran Bretaña, su nacimiento estaría registrado aquí mas su nacionalidad allí.

  Volviendo al caso, Michelle había logrado convencerlos gracias a Merlín de poder regresar a Hogwarts junto a su hermano para cursar tercer año. Pero el anterior año se descontroló totalmente según palabras de Snape ante su madre, por lo que se vio obligada a volver. ¡Pero jura en cartas que ya se calmó!

  La profesora de Historia de la Magia anuncia el fin de la clase.

  Aunque le cueste admitirlo, ella sabe que la mayoría no le hizo nada, simplemente no se halla a sí misma en un lugar donde se siente segura, y eso hace... bueno, hace que no le termine de agradar nadie.

—¡Ridícula! —gritó Leo desde un árbol, Michelle simplemente siguió centrada en su camino sin gastarse en voltearlo a ver, pero entonces hubo un golpe sordo en el pasto y luego unos pasos duros a su lado— ¿Posta no me escuchas? Pelotudita, te estoy hablando.

  Leo tiene la mandíbula marcada, es casi tan blanco como la nieve y tiene el pelo tan negro como una noche sin una sola gota de luz.

—¿Qué carajo necesitas? —escupe ella sin dirigirle una sola mirada. No le haría el favor de poder ver su rostro lleno de cansancio. Por el rabillo del ojo lo notó entonces sonreír con su brillo propio de malicia.

—A la mañana te llegó una cartita...—rió— ¿Todos tus amigos son tan imbéciles?

—Y, por algo vos eras mi amigo, ¿no? —dice irónicamente, mirándolo a sus ojos grises con una mirada desafiante—. Dame la carta.

  De su bolsillo saca un trozo de pergamino arrugado y lo extiende en su mano. Acto seguido se alejó rápidamente a la otra punta del pasillo y se dedicó a ver burlón a la castaña, que sin embargo se limitó a devolverle la mirada fijamente para después sacar discretamente su varita del bolsillo.

—¡Accio pergamino! —exclamó aparentando serenidad. El papel arrugado se escurrió de la mano de su contrincante volando hacia la suya. Riendo a carcajadas, Leo extendió su varita y gritó «¡Expeliarmus!», lo que hace que la varita salte de la palma de la mano de la chica a pocos metros delante.

—¡Stupefy! —atacó teniendo ya su varita en la mano, y viendo como el niño era empujado por una fuerza invisible quedando inconciente en el suelo.

—¡¡¡Michelle Beth Lupin!!!

—¡Todo pasa por algo, ¿no?! ¡Por fin me expulsaron! —le contó con emoción a su gatita, pasando su mano por el pelaje de calico— Mañana estaremos en Hogwarts, Ivy. Volverás a ver a Coral, ¿no estás emocionada? —chilló obteniendo un maullido como respuesta.

"𝑱𝒖𝒑𝒊𝒕𝒆𝒓"; Narcisa BlackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora