No dejaba de mirar su mano vendada, y que no paraba de expandirse la sangre y manchar más las vendas.
La sacó de su transe la aparición de Alastor en la habitación, sonriente como siempre y con un vaso de agua para ella. Luego se sentó a su lado en la cama, ofreciéndole el agua, y ella aceptándolo.
—Créeme que no quería hacerte daño, pero... me lo pones difícil, cariño, de verdad —alzó su mano y acarició con su dedo índice la mejilla de ella—. Eso te diría si fuera un buen esposo, pero no lo soy. Me encanta maltratarte —como punto final volvió a mostrar su sonrisa burlesca.
—No es nada nuevo que te encanta el maltrato... —habló bajo, y con la mirada decaída.
Miró su vaso de agua por un momento, luego se lo llevó a los labios y bebió todo lo que contenía. Su mirada no podía no estar decaída. No le gustaba estar en esta situación, pero a la vez sí; muchas cosas pasaban a la vez en su cabeza y eso la atormentaba. Muchos sentimientos mezclados.
La muerte de Anthony y Seviathan, la traición de su madre y de su familia, estando secuestrada por su ex locutor de radio favorito, ¿qué les habrá pasado a Charlie y a Vagatha después de que Alastor subió?
—Al... —murmuró—, ¿por qué estoy aquí? ¿Sólo me quieres para convertirme en tu esposa, tratarme como esclava, mantenerme encerrada todos los días aquí, y todo eso sólo porque... te gusta ver el sufrimiento de los demás a causa tuya?
—Así es, al cien por ciento —su sonrisa no podía dejar de decorar su delgado y encantador rostro—, si quieres que te sea sincero... no es para nada nuevo hacerte saber que estoy... loco por ti, literalmente tengo una obsesión por ti.
Ella arrugó las cejas y lo miró de reojo, lo miraba como si estuviera loco. Pues no era mentira.
—Sólo tú me haces decir cosas estúpidas como éstas, me conviertes en una salvaje bestia —soltó una pequeña risa, pero se interpretó como una desquiciada—. Te quiero sólo para mí, eres de mi posesión, no quiero que nadie más tenga la oportunidad de tocarte, sentirte, verte, escucharte, ¡todo lo tengo que recibir yo! Porque... eres mía... —tomó las manos de ella y las apretó un poco, mientras que su mirada no se despegaba de la de ella, y su voz se volvía más insistente—. Quiero ser todo para ti.... Puedo ser tu final feliz, o tu tragedia. Tu sueño, o tu pesadilla. Tu esclavo, o mejor, tu titiritero. Me pones tan... ¡Dios! —vocalizó realmente entusiasmado. Se empezó a acercar un poco más a ella y sin parar de hablar—. No puedo esperar a después del matrimonio. Tienes que ser mía. Quiero tenerte, escuchar tus gritos y ver tu llanto.
Ella intentó alejarse de él, pero no tenía nada más que la cabecera de la cama atrás suyo. El locutor tomaba sus manos como si su vida dependiera de ello, las estaba apretando y el dolor para ella iba aumentando.
—¿Qué haces...? ¡Suéltame!
La fría y penetrante mirada de su secuestrador no dejaba de mirarla fijamente a los ojos. Tenía una expresión ansiosa, muy sonriente, y sobre todo, perturbadora, esperando a que el efecto de la droga se apoderara de su cuerpo lentamente.
La consciencia de la mujer se fue desvaneciendo con lentitud. Sus párpados se iban cerrando por sí solos y la cabeza empezó a darle vueltas. Todo a su alrededor empezaba a verse borroso para ella.
—¿Qué me... hiciste...? —murmuró a duras penas.
Sintió cómo él la había empujado para que cayera en el colchón. Aún seguía consciente, pero no tenía muchas fuerzas para moverse.
Fue entonces cuando miró por el rabillo del ojo que Alastor a la par suya se estaba deshaciendo de su ropa; la chaqueta, la camisa, y lo demás. Ya se le hizo una idea de lo que iba a hacer.
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Strange Obsession [Alastor]
Fiksi PenggemarTodos conocemos el típico dicho "Las apariencias engañan" o "Caras vemos, corazones no sabemos". La señorita Adela, que vive en el seno de una familia con tradiciones raras, y el caballero Alastor, un locutor de radio muy famoso de su ciudad Nueva O...