4. El cuerpo

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..."El desprecio y abandono también cuentan como herida"...

***______***

Acabo de despertar, ¡demonios!, me quedé dormida, miro debajo de la almohada y ahí está el cuchillo, no fue un sueño, realmente sucedió.

La puerta del dormitorio está totalmente bloqueada por todas las cajas, así que comencé apartarlas, en cuanto terminé abrí la puerta, camine hacia el comedor y puse el cuchillo con los demás cubiertos, aparto la silla de la puerta principal y camino hasta el baño.

Después de una refrescante ducha y con el cabello húmedo busco un peine sin embargo no lo encuentro.

Que olvidadiza soy, la última vez que lo vi fue en la sala, digo tocando mi cabeza y haciendo un gesto jocoso.

Así que camino envuelta en la toalla blanca hasta donde debe estar el peine.

- Ahhhhhhhhhhh – grito escalofriadamente- el extraño está sentado en la sala fumando un gran cigarrillo con su aspecto tenebroso.

- No hagas esto de nuevo, aunque me alegro que estés aquí- sujeto la toalla que tapa mi cuerpo y lo abrazo con muchas ansias- alguien quiso entrar en la noche a la casa, estaba aterrada- digo aún abrazándolo.

- Eso es imposible, nadie sabe que estas aquí ¡Vete a cambiar!- sus brazos están abiertos, es como si sintiera asco del abrazo, ¡qué hombre más frío! Digo en mi mente despegándome de su cuerpo.

Camino hasta el cuarto para cambiarme, unos cuantos segundos después ya había terminado, lo busco y lo encuentro guardando la comida en otro artefacto extremadamente raro que había acabado de traer.

- ¡Que brujería es esta!- cuando veía como un aire frío salía del instrumento inmenso que se encontraba colocado en la cocina.

- Es un refrigerador, se inventó en 1834, mantendrá tus alimentos en buen estado para que duren aún más.

-Interesante, parece como si hubiera un invierno dentro de él- casi entrando la cabeza dentro del refrigerador.

- Toma, si es verdad lo que dices, lo necesitaras, ya sabes como usarla- sacando un arma de fuego escondida en su cadera – estiro mis manos y la tomo.

Estas armas de fuego no eran nada parecidas a las de mi época. En mi tiempo se usaba el mosquete, un arma larga y pesada. Estas aunque aún pesaban un poco, eran muy reducidas y fáciles de llevar.

-Ahora que lo pienso, hoy no es día par, ¿Qué haces aquí?- Pregunto desconcertada.

- No lo recuerdas ¿verdad?- estoy  pensando pero no recuerdo nada.

Él comienza a caminar hacia una enorme bolsa que se encuentra recostada en la pared.

Era un lienzo, varias pinturas de color, pinceles y plumas, mis ojos se acaban de alumbrar como dos luceros, extrañaba pintar ¿Cómo sabía que era mi pasión?- digo en mi mente.

-Tu padre me contó de tu gran talento, imaginé que este sería el regalo perfecto. ¡Feliz cumpleaños Elena!- me dijo mientras mis ojos se llenaban de lágrimas.

De un golpe lo abracé nuevamente con todas mis fuerzas mientras soltaba todo lo que contenía en mi interior, era mi cumpleaños y ni siquiera lo recordaba.

El aún continúa sin querer corresponder mi abrazo, pero ahí sigo yo, abrazándolo.

- Porque no te quedas esta noche conmigo- pregunto emocionada.

Él se acerca a mi oído mientras siento su respiración demasiado cerca de mí.

- No- trago en seco mientras se aleja, cuanta oscuridad hay detrás de este hombre.

Hay necesidad de hacer tan dramático todo.

Recoge sus cosas y deja mi regalo preparado para ser usado y como de costumbre se retira sin despedirse; pero justo antes de marcharse está parado despaldas a mí con sus manos en la puerta, vira su rostro, me mira directamente a los ojos con mucha fuerza, seguidamente se retira.

Algo quería decirme pero no sé por qué no lo hacía. ¿Qué puede ser más difícil de asimilar que lo irreal que estoy viviendo?

Decidí ir a caminar al jardín y mirar el atardecer, necesitaba disfrutar mi cumpleaños con algo de paz y recordando a mis padres.

Está vez tumbo mi cuerpo, acostándome sobre la hierba húmeda y mirando el cielo.

- Las personas pasan sus vidas buscando lugares hermosos, vistas que llenen sus almas, imágenes que recordarán antes de cerrar sus ojos para siempre. Sin embargo, lo que no saben es que la tienen justamente sobre ellos, tantos esfuerzos, tantos derroches de tiempo y dinero para después descubrir que las cosas y momentos más simples están delante de nosotros- dice Edward poniendo sus ojos sobre los míos, tapando las nubes que observaba.

- Podrías dejar de aparecer de esa manera, ¿eres acaso un fantasma?

   -Algo parecido-mientras deja al descubierto una leve sonrisa – no te esperaba por aquí aunque sabía que en algún momento deberías volver.

- Esta vista es hermosa, no he venido aquí por tí – digo levantando mi cuerpo del suelo.

- Puedes mentirte a tí misma pero a mí no Elena – con una risa pícara.

-Hoy cumplo 20 años- digo para cambiar la conversación que comenzaba a ponerme nerviosa.

- Felicidades señorita - tomando mi mano y besándola, de la misma manera que haría un hombre de mi época.

Estoy comenzando a sonrojarme de nuevo, ¡para Elena, cambia la vista!, digo en mi mente, mientras mis neuronas entran en un momento de paranoia.

- Siento que me quede atrapada en mis 19 años, fue el momento en que mi vida cambio – le dije mientras perdía mi vista en el horizonte

Sonrie y comienza a recoger algunas flores.

Yo solo lo observaba mientras las cortaba con tanta delicadeza, el hombre rudo amaba las flores.

Esa noche regrese con veinte flores a mi nuevo hogar.

Entre a casa y cerré la puerta mientras dramáticamente olía las rosas blancas y las ponía contra mi pecho.

No debería emocionarme tanto con él, está acompañado, solo se acerca a mí para saber que estoy bien, es mejor pensar de esta manera, una desilusión será peor.

Lo importante en estos momentos debe ser prepararme para la noche, debo ubicar las sillas contras las puertas de la casa, cerrar bien las ventas y lo más importante, cargar el arma y en vez del cuchillo esta vez poner la pistola debajo de la almohada.

Han pasado las horas y el silencio me preocupa, quizás solo estoy paranoica. Creo que es hora de cerrar los ojos. Camino hasta un raro botón que apaga la luz, aún me estaba acostumbrando a no usar las velas.

Acuesto mi cuerpo sobre las sábanas y siento el cerrojo de la puerta principal sonar como si alguien estuviera rompiéndola para entrar.

No puedo creer que este a punto de vivir otra noche de espanto.

Esta vez no me quede sin movimiento, tomo la pistola y camino hacia la entrada principal.

La silla acaba de caer y la puerta se comienza abrir.

Levanto el arma con mis manos y apunto hacia una sombra que veo en la oscuridad.

Un hombre encapuchado está parado frente a mí, solo puedo ver sus ojos y su boca, está con un arma gris en una de sus manos, el escalofrió recorre mi cuerpo, me sonríe tenebrosamente y comienza a levantar la pistola como si supiera que no soy capaz de disparar.

No se que pasa, no puedo apretar el gatillo, estoy a punto de morir !Mátalo!- dice mi voz interior.

Buummmm- el olor a arma recién disparada no deja que mis manos dejen de temblar, el cuerpo del hombre cae frente a mí, llenando el pasillo de sangre.

Pero yo no dispare, entonces quien...

Detrás del cuerpo sale Edward con un arma en su mano derecha mirando el cadáver desangrado.

Y ahora me mira a mí.

Con apenas 19 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora