Capítulo 10

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Sus ojos ahora rojizos se afilaron en el cuerpo inerte de su hijo puesto en una capsula de vidrío brillante, sus ojos violetas sin brillo mirando a la nada y una mueca de enojo con sus colmillos fuera inyectados de un veneno seco

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Sus ojos ahora rojizos se afilaron en el cuerpo inerte de su hijo puesto en una capsula de vidrío brillante, sus ojos violetas sin brillo mirando a la nada y una mueca de enojo con sus colmillos fuera inyectados de un veneno seco... tenía una pose de lucha, sus piernas agachadas y sus brazos tensos con sus uñas demasiado filosas. 

La respiración de Roier se cortó por unos segundos para soltar un jadeo lleno de sorpresa y horror, su cuerpo perdió total fuerza. "Bestias cazadas" Era el letrero que aparecía justo fuera del vidrio en el que estaba su pequeño, su piel se empezó a volver pálida al observar otro cartel más abajo "Especie: Cría de demonio araña" "Encontrado en la entrada del pueblo" Su respiración se volvió agitada al ver como todas sus debilidades estaban apuntadas en dicho cartón.

Volvió a observar el cuerpo embalsamado de su hijo con asco y horror, podía sentir el olor de putrefacción en su veneno atra vés del cristal, apretó sus puños con furia.

"Apa"

Los gritos de un bebé lo hicieron despertar, estaba sudando y sus ojos estaban cristalinos, pero no derramó ninguna lágrima solo suspiró con enojo para levantarse del suelo viendo como Cellbit que se encontraba en la cama también estaba dormido profundamente. Dejó un beso en su frente escuchando un último ronroneo del gato antes de volver su camino hasta el pequeño chico que sollozaba bajito, dando pequeños hipidos mientras abrazaba dicha chaqueta verde, seguramente al tener frío.

De todas maneras eso no duró mucho cuando Roier lo tomó entre brazos para acercarlo a su pecho y darle calor. Los colmillos del pequeño salieron exigiendo comida aún con lágrimas en sus ojitos, Roier siseó en protesta haciendo que el pequeño dejara de llorar y lo mirara sorprendido. Las piernas del mayor se agacharon con lentitud hasta quedar sentado mientras acercaba su mano a la boca del menor quien enseguida clavó sus dientes en la piel de su padre para tomar la sangre que salía de este. 

Roier suspiró lentamente sin sentir dolor alguno, solo mirando el cuerpo de la pequeña criatura lamiendo su herida y mordiendo más de una vez tratando de calmar su hambre. En dependencia de la especie de demonio, desde pequeños tienen que tomar la leche materna de su madre, de lo contrario tendrían que beber la sangre del padre para volverse fuertes y entrenar sus colmillos para cuando sean mayores. Claro, esto era en caso de algunas especies como lo era la suya, no todos los demonios tenían la misma crianza. 

Roier no pudo evitar quejarse un poco al sentir como los pequeños colmillos se separaban de su piel para empezar nuevamente a lamer la herida que se curaba con su saliva. Al terminar el mayor separó su mano para observarla, no se notaba nada. Sintió un escalofrío al sentir un par de brazos abrazandolo, pronto se calmó al sentir la presencia tan conocida de Cellbit.

— ¿Qué onda? — Murmuró burlón Roier. Río incrédulo al escuchar pequeños ronroneos venir del contrario mientras frotaba su cabeza contra su cuello y hombro. — Ay... — Fingió un gemido que hizo que Cellbit se separará con rapidez. Roier sonrío cínico. — Uy, ¿Qué pasó ahí? —

-𝐄𝐥 𝐝𝐢𝐬𝐩𝐚𝐫𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐚𝐭ó 𝐚 𝐥𝐚 𝐛𝐞𝐬𝐭𝐢𝐚.-  𝙶𝚞𝚊𝚙𝚘𝚍𝚞𝚘.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora