𝐄𝐱𝐭𝐫𝐚

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Sus ojitos verdes se abrieron con miedo al escuchar sonidos de golpes y mordiscos. Volteo su cara viendo a Richarlyson quien dormía mientras lo abrazaba protectoramente, intentó despertarlo lentamente pero solo se ganó un gruñido por parte de su hermano. Se separó con lentitud y movió el cuerpo del mayor con delicadeza, tratando de despertarlo. 

— Minutos más... pai. — Murmuró Richas sin hacer el intento de abrir los ojos. Pepito tragó saliva, escuchando otro golpe venir del sótano.

Se levantó de la cama con delicadeza ahora viendo el cuerpo de su padre Cellbit, y su lado se encontraba, ¿Vacío? ¿Dónde estaba su apa? Tembló nervioso abriendo la puerta con lentitud escuchando gruñidos venir de abajo, inhalo con fuerza antes de tener valor de bajar. Seguramente el que estaba abajo era su apa, tal vez estaba herido o necesitaba algo, debió de haber llamado a Cellbit... o insistirle a Richarlyson en despertar, pero no lo hizo.

— ¿Apa? — Susurró bajito, temblando al ver rasguños en las paredes. — ¿A-Apa, necesitas ayuda...? —

Se acercó hasta la puerta del sótano donde venían ese ruido y toco la puerta con calma. Los sonidos se habían detenido, ahora se escuchaban pasos apresurados, miles de pasos, como si hubieran un montón de personas. Pepito pudo sentir un escalofrío, no le gustaba esos sonidos de pasos. Al no ver que sucedía nada decidió abrir la puerta despacio, mirando a su alrededor y explorando, pero no conseguía asimilar nada, todo estaba oscuro.

— ¿Apa? — Volvió a preguntar caminando con nervios. 

Sintió como algo lo amarraba. Tembló al sentir un líquido pegajoso, ¿Eran telarañas de su padre? Eso no podía ser nada bueno, ¿Papá Cellbit sabía que otra vez su apa Roier estaba otra vez en un lapso mental de instintos? Porque cada cierto tiempo su apa siempre se volvía más agresivo y posesivo con sus cosas, mayormente en invierno. Intentó hablar pero no pudo, estaba paralizado en miedo al alzar su cabeza y encontrarse con cuatro ojos rojos, y unos dientes filosos brillando en la oscuridad, ocho patas posicionadas en la misma telaraña que se encontraba.

— Ap... Apa. — Murmuró asustado, tan bajito que parecía que se estuviera ahogando. Cuando vio como la araña se acercaba fue suficiente para que su shock se fuera. — ¡¡PAPÁ!! — Gritó asustado viendo como el demonio retrocedía hasta encogerse por el ruido, mientras soltaba chillidos bajitos.

Inmediatamente la puerta fue abierta por el khajiita quién traía a Richarlyson a sus espaldas. Tenía un rifle en su mano y su rostro estaba horrorizado sin saber que ocurría. Richarlyson uso la linterna y alumbró haciendo el campo más visible, aunque Cellbit no lo necesitaba, Roier chilló de dolor ante la luz saltando de la telaraña y encogiéndose en otro de los rincones del lugar. Sus colmillos no chasqueaban, por lo cual ni siquiera estaba fuera de control completamente.

— Oh.. Roier. — Susurro Cellbit con pena bajando el arma y yendo con Pepito que lloraba bajo. El pequeño cuerpo del niño fue soltado y cargado por el khajiita mientras Richas se acercaba al cuerpo del demonio con rapidez.

— Pai! — Richas soltó la linterna para acercarse mejor al demonio que odiaba la luz, dando movimientos lentos y tranquilizantes antes de poder acariciarlo.

— Shh, está bien Pepito. — Murmuró el khajiita mayor dándole un pequeño beso en la frente al menor.  — Tu apa está allí, recuerda que el nunca dañaría a você. Mira, Richarlyson lo está acariciando, no es un monstruo, es tu padre. —

Pepito dió un último sollozo antes de mirar a su hermano. Richarlyson murmuraba cosas mientras acercaba su frente con la del demonio para que se calmara, Roier emitió un chillido antes de acercar más su rostro y dejar que sus patas se estiraran, dejando de encogerse en el proceso. Richarlyson sonrió emocionado ahora volteando su rostro para ver a Cellbit.

— Estou acariciando ele! Pai, estou acariciando ele! — Gritó emocionado el moreno ganándose una risita por parte del khajiita.

— ¿Quieres acariciarlo también? ¿Mhm? — Preguntó Cellbit mirando como el cuerpo de Pepito se tensaba. — Relaja... estoy con você, Richas también lo esta. —

— É muito macio! Como pode uma maldita aranha ser tão macia!? — Sonrió Richas ahora abrazando con sus brazos la cara del demonio quien al principio se sobresaltó, pero no lo aparto.

— ¿M-macio? — Repitió Pepito confundido.

— Suave, blando. — Sonrió Cellbit dándole el significado que buscaba el pequeño. 

Los ojos verdes de Pepito brillaron ante eso. Tragó saliva antes de bajarse de su padre y temblar antes de acercarse con lentitud a la araña, tomando la mano de Cellbit para tener más valor. Richas aún abrazaba el rostro de Roier, aunque tuvo que soltarse de este no paro de acariciar ahora la parte trasera de esta, encaramándose incluso hasta en él. Pepito abrió su boca con sorpresa antes de soltar un pequeño gritito al ver como el demonio se acercaba a él. 

— Shh, calma Pepito. — Murmuró Cellbit con cariño antes de acercar su mano a la cabeza de la araña y acariciarla, aún al lado de él pequeño que sostenía su pecho sin atreverse a tocarlo. — ¿Vez? No hace nada, es papá. —

Los ojitos verdes de Pepito brillaron curioso, observando como su padre acariciaba al demonio y como Richas andaba subido encima de este mismo sin miedo alguno. Su pequeño cuerpo tembló un poco antes de aguantar la respiración para obtener un poco más de valor y acercar sus manitas en el lugar que Cellbit acariciaba. Era verdad lo que había dicho su hermano, su pelaje era muy suave.

— ¿Apa? — Preguntó Pepito aún no muy confiado, hasta que escuchó un chillido venir de la araña. Inmediatamente sonrió con timidez. — Apa, perdón... —

El khajiita sonrió con tranquilidad y alivio ahora acercando su rostro a la mejilla del demonio y frotarse mientras ronroneaba. Al pasar más segundos, Pepito fue acostumbrándose y tomando más confianza, acariciando y tocando el pelaje suavecito de la araña. Cellbit sintió como su pecho estaba cálido y como una ternura indescriptible apareció en él al ver tal escena, con sus dos hijos acariciando a su pareja con felicidad, seguros de que este no les haría daño.

— Roier. — Murmuró el khajiita viendo como la araña giraba sus cuatro ojo rojos hacía él. — Haces bien. —

Y sonrió, viendo como los ojos carmesí de Roier brillaban.

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-𝐄𝐥 𝐝𝐢𝐬𝐩𝐚𝐫𝐨 𝐪𝐮𝐞 𝐦𝐚𝐭ó 𝐚 𝐥𝐚 𝐛𝐞𝐬𝐭𝐢𝐚.-  𝙶𝚞𝚊𝚙𝚘𝚍𝚞𝚘.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora