8#: Siempre hazle caso a tu madre. (Parte 1/2)

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No muy tarde después de que termináramos de charlar con el anciano que tiene dentadura de más, comencé a preocuparme por Ednar. Se había puesto más blanco de lo normal (¿ké?) y sus manos temblaban, convirtiéndolo en una especie de gelatina andante sin sabor.

Mi primera conclusión fue que su tanque de gasolina —el cual cargaba con sangre— se había vaciado y que no quedaba otra alternativa que llenarlo gratuitamente. Sin embargo, deseché un poco esa opción cuando recordé cómo el viejo vampiro que habíamos invocado lo había regañado por haber hecho aquella especie de magia negra con fueguitos artificiales. 

—Oye, ¿cuál es el problema de hacer invocaciones a un vampiro? —pregunté.

—Las invocaciones... —La respiración de Ednar se dificultaba cada vez más. Tuvo que sentarse en mi cama para no caerse— solo pueden hacerse de especie en especie. Si eres un vampiro, puedes invocar a un vampiro. Si eres un demonio, a otro demonio. Si eres un humano, a otro humano. 

Abrí los ojos con sorpresa al oírlo. ¿Acaso podía tele-transportarme a la casa de Gerard sin tener que usar un jodido taxi? ¡¿Saben lo que me ahorraría con ello?!

—El problema, sin embargo, es que... si eres mitad y mitad... —Ednar me observó por unos segundos, fijamente. Una sonrisa había aparecido en su rostro, haciendo que sus colmillos brillaran con pavor. ¿Fue mi imaginación o crecieron un poco?—. Depende de que lado invoques, aquello te superará. 

Ladeé la cabeza, sin entender. ¿A qué mierda se refería? Y... aparte, ¿a qué demonios venía eso de las rimas extrañas?

Se puso de pie y, de inmediato, por reflejo propio, pegué mi trasero hacia la pared. Era un gran acto de defensa que aprendí en los videojuegos de primera persona. Cuando no puedes tener ojos en la espalda, es mejor pegar aquella —junto con tu trasero— al muro. Así, nadie puede tocarte o meterte objetos en el jodido ano. 

—Oye, déjate de bromas —me quejé—. ¿Significa que ahora eres un jodido vampiro completo? ¿Con sangre y todo?

Ednar me guiñó el ojo y un escalofrío recorrió mi espalda. No era como si tuviera miedo, solo...

Parpadeé y, en un milisegundo, el vampiro había desaparecido. Por supuesto, me pegué aún más a la pared, esperando que no estuviera planeando algún que otro malvado plan.

Para mi suerte —con sarcasmo— en una velocidad mayor que la que pude notar, Ednar ya me estaba acorralando contra el muro. Sus brazos estaban demasiado fijos como para escaparme, así que no me quedó otra opción que quedarme rígido en el lugar. 

Definitivamente, no estaba preparado para ser violado.

—Ah... ¿qué tal el clima? —dije lo primero que se me vino a la cabeza. Mis nervios subían cada vez más, haciendo que mi cuerpo pareciera de gelatina—. Podríamos ir al parque a...

 Me quedé callado cuando dirigió su nariz a mi cuello y comenzó a olfatearme.

ESPEREN. ¡¿Olfatearme?! ¡¿Qué demonios?! ¿Acaso era un perro? ¡No soy un hueso!

—¡Molee, ¿has cerrado la puerta con llave anoche como te dije, verdad?! —Escuché el grito de mamá detrás de la puerta de mi habitación. 

Pese a que la voz de mi madre había resonado, Ednar ni se inmutó. Seguía colocando su nariz sobre mi cuello, haciendo que los escalofríos se multiplicaran cada dos por tres. Viéndole el lado bueno, no estaba succionando mi sangre. Viéndole el malo... iba a hacerlo en poco tiempo.

No tenía la cabeza en el lugar, así que opté por ignorar a mi mamá. ¡Como si recordara cerrar la puerta a la medianoche! Aparte, ¿qué más da? Ni que entrara un monstruo. Ya tengo a Ednar.

Sentí como Ednar abría su boca para clavarme sus colmillos y cerré los ojos con fuerza.

Estaba preparado para cumplir el trato: ser su banco de sangre. Aunque, pese a eso, lo único que pude apreciar fue un gran ruido por parte de mi armario. Al principio había pensado que era el vampiro, pero su tacto contra mi cuerpo, presionándome,  me obligó a desechar aquella idea. ¿Acaso Justin Gayber se había colado en mi casa?

Abrí mis ojos uno por uno y, más que sorprenderme, me dio gracia la escena que estaba viendo.

Gerard se encontraba arrodillado en el suelo de mi habitación, mirando hacia la nada. Ednar, por su lado, lo observaba como si solo fuera una especie de objeto despreciable. Tal vez la invocación lo había afectado de más. ¿Debía agradecerle a mi mejor amigo por esconderse en mi armario y salir de la nada?

Ednar se separó de mí y, aprovechando aquello, me alejé de él lo más rápido que mi cuerpo me posibilitaba. No era como si tuviera miedo, no. ¡Claro que no! Y me daba igual si lo repetía. No seré violado por un vampiro. 

—¡G-Gerard! —exclamé con alegría. Me acerqué a él y me agaché en el suelo—. ¿Qué demonios haces aquí? ¡No sabes de la que me has salvado!

No era adivino. No podía adivinar las cosas. Pero, sin embargo, creo que tuve que haber sospechado el porqué mi mejor amigo trató de hacer cosplay de Ricky Martin colándose en mi armario. Es decir, él no era gay...

No tuve tiempo para dar vuelta atrás. Aún cuando tenía a Ednar a metros de mí, me sentí la persona más insegura cuando en menos de un segundo mi mejor amigo se puso de pie y me tomó del cuello. No pude entender sus intenciones, hasta que sus ojos se dirigieron a los míos.

Negros. Estaban completamente negros.

—El ángel no debe estar con el vampiro —susurró. Su voz de había vuelto más gruesa y rasposa—. Debe venir con nosotros. Por las malas o por...

Antes de que pudiera quedarme sin aire, pude ver como el puño de Ednar se estrelló contra la mejilla izquierda de Gerard. Mi cuerpo se había vuelto rígido por el shock.

¿Por qué... él? ¿Por qué Gerard? ¡Maldición, él no era nadie malvado! ¡Ni siquiera tenía la culpa de estar conmigo! ¡Solo era...! ¡Solo...!

—¡Aléjate de... —Sentí más miedo por los oscuros ojos rojos de Ednar que por el demonio que se había adueñado del cuerpo de mi mejor amigo— Molee!

Una oscura aura cubría a ambos. Por un lado, Ednar mostraba sus colmillos, mientras que Gerard solo sonreía tontamente desde donde el golpe lo había dejado.


Sed de amor (Yaoi-Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora