21#: Corrompido

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Mis manos temblorosas delataban mis nervios, mezclados con una gran dosis de pantalones cagados por el miedo. ¡Soy una persona joven! Hace una semana, dos, o tres —lo que sea, el tiempo en el cielo ya me tenía más confundido que anarquista en Mc Donalds— estaba masturbándome y limpiándome con los pañuelos que mi madre, de la que no tenía noticias, compraba sin saber cómo se gastaban tan rápido.

Estaba aterrado. Mi anterior confesión a Morgan Freeman, "No quiero pelear contra Ednar", seguía en pie. Estaba enojado con aquel. ¡Estaba enfurecido con todo el mundo! Ni siquiera Dios o mi padre se salvaban.

—¿Listo? —preguntó Dennis, como si se tratara de un tipo de cita.

Retiro lo dicho. Con él... no podía estarlo. Al pensar nuestra situación en el poco tiempo que nos dieron para practicar, entrenar o, mejor dicho, calmarnos, mi mirada hacia Dennis cambió. Es decir, vamos. ¡Era una víctima al igual que yo! Ambos fuimos usados como malditos muñecos de trapo para una novela escrita-dirigida por Dios. Y, por último, por Helel.

Mis sentimientos, por supuesto, estaban desorganizados pese a quemar mis últimas neuronas al pensar tanto al respecto. Amaba a Dennis por todo. Sin embargo, lo que hizo querer darle la espalda fue... un simple engaño de vista. O tal vez un grave engaño de el Diablo. Sí, era obvio que lo último quedaba mejor para la descripción de ese acto.

Lo peor de todo no fue que les resultó la movida, sino el cómo habían utilizado a Dennis para engañarme de ese modo. Para hacer que él se enamorara de mí. Era triste. ¿Qué tal si él hubiera encontrado alguien mejor y no estaría metido en este lío pese a ser el maldito Mesías?

Actualmente, admitía que temía estar delante de una ilusión óptica y no del... Dennis que conocía. ¡Tenía que estar atento!

Además... el lugar en donde nos encontrábamos no me ayudaba a tranquilizarme para nada. ¿A quién le agradaría estar en una estructura... invisible, en medio de un bosque, apretujado contra noventa y nueve ángeles puros esperando que los demonios y vampiros nos rodearan?

—¿Tú lo estás? —dije finalmente, sintiendo una opresión en la garganta al tratar de controlar mi tono de voz. Si este salía con miedo o desprecio, todos se enterarían lo enredada que estaba mi materia gris.

¿Así se le llamaba al cerebro, no? Diablos. Solo a mí se me ocurría pensar palabras antes de que nos lanzaran como si de misiles se trataran.

Dennis abrió la boca para contestar, pero uno de los ángeles le interrumpió hablándole al resto, que se hallaba lo más relajado posible. Se notaba quiénes eran humanos aquí, ya que Dennis y yo eramos los únicos empapados en sudor y cagada. Los ángeles tenían el maldito ego por las nubes. Si hasta Dios tenía miedo, ¿por qué ellos no?

—¡Manténganse alerta, hermanos, el enemigo aparecerá en cualquier momento!

Oh, sí. Olvidé describir por completo en dónde estábamos. La estructura invisible, que mencioné anteriormente, era una especie de habitación de vidrio. Solo que... no era vidrio. Créanme, lo toqué. Podría decirse que era algo como un poder, una energía. Estaba casi seguro que era invento salido de un poder de los ángeles. Y para aclarar: no, no sabía el nombre de los cien ángeles existentes. Los únicos que podía recordar eran Manachel —que se quedó en el cielo por X razón—, el nombre de mi padre, el del ángel que literalmente aún estaba cantando a lo lejos de la habitación y se escuchaba, y el de Helel.

El plan, por lo que noté, era simple. Los ángele, junto conmigo, debían detener a los demonios y vampiros, mientras Dennis, el Mesías, se hacía cargo del Daddy supremo. Oh, no. Aún no olvido su mano mágica. Era un monstruo-Daddy.

Sed de amor (Yaoi-Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora