Epílogo: Feliz cumpleaños

11.9K 1K 1.2K
                                    


—Ednar —me quejé, removiéndolo una y otra vez. Las sábanas lilas hicieron ruido debajo de nuestros cuerpos—. Ed, ya es de día.

Sus pestañas no se movieron. Tampoco su boca, que yacía semi abierta. Eran detalles que ya no me sorprendían luego de estar años junto a él. De dormir a su lado; de despertar cada mañana con la luz solar en la cara y su tierno —pero molesto— respiro en mi cara.

—¡Ednar! —gruñí—. ¡Vamos!

Solo supe, como siempre, que seguía vivo gracias a su ceño fruncido.

—Cinco minutos más, amore —susurró, para luego taparse y darme la espalda.

Ah, no. ¡Era lo peor que podía hacer! ¡Tenía más de doscientos años y se seguía comportando como un adolescente! Se suponía que él se comportaba como la "madre" en la relación. Claro, menos a la hora de levantarse. ¿Por qué le costaba tanto abrir los malditos ojos y darme un beso de buenos días?

Tal vez solo yo era el traumatizado.

Es decir, luego de ser vampiro, las cosas cambiaron. Algunas para bien; otras para mal. Había preguntas sin responder aún. Otras respondidas tristemente. Y otras... no dichas o habladas.

¿Ednar cumplió la parte de su trato, en hacerme vampiro? Sí. ¿Sigo siendo su banco de sangre? Por supuesto que no. Eso era imposible, puesto que mi parte humana no era tan fuerte. Teníamos que consumir sangre donada —que comprábamos en un mercado negro— y, si estábamos muy desesperados, consumir la nuestra para sobrevivir. Era algo medio extraño. Nos servía a ambos.

Cuando reviví; mi parte angelical desapareció y la humana revivió. El sello, que mi padre creó dentro de mí, volvió a crearse como si Ednar nunca me hubiera tocado. Fue por ello que pude convertirme en vampiro. Mi parte demoníaca seguía allí, por lo que lo único que Ed hizo fue "modernizarla".

Claro que mi parte angelical falleció en el acto. Al parecer mi cuerpo no podía soportar tantos pecados y un "antipecado" a la vez. Podría haber explotado.

O eso es lo que mi padre me explicó después de golpear a Ednar en el final.

—Iré a hacer el desayuno, ¿sí? —dije, dándole un beso en la mejilla.

Me levanté de la cama con mi pijama puesto, tocando la alfombra del suelo con mis dedos. Era la rutina implementada en mi vida luego de rearmarla.

Con Ednar nos mudamos a una montaña lejos de lo que ahora podía llamar como humanos. Armamos nuestra propia cabaña luego de beber bastante sangre para tomar fuerzas y ver, al menos, treinta o cuarenta tutoriales en Internet. No queríamos molestar a nadie y necesitábamos algo para desahogarnos con lo que había pasado. Después de todo, yo no fui el único que perdió a alguien. Pese a creer que aquella yacía muerta durante años y años, el perder a Annet por segunda vez hizo que Ed colapsara.

Y ni hablar de mi pérdida de Dennis.

Ambos estábamos devastados, y lo único que nos compensó era el estar juntos.

Aún recuerdo cómo Ednar solo me abrazaba y acariciaba en las primeras noches. Temblaba ante la posibilidad de perderme.

Vi mi reflejo ante el espejo que compramos con el dinero ganado en un trabajo que manteníamos en un pueblo cercano. Mis cabellos cortos y despeinados, mi piel pálida y mi cuerpo delgado no dejaban mucho qué decir. Era el mismo Molee de siempre, a diferencia de aquellos ojos rojos que seguía sin creer que me pertenecían.

Estaba acostumbrado a verlos en Ednar. Sin embargo, en mí...

—¿Qué haces? —La pregunta de Ed me sobresaltó. Al verlo noté que seguía con los ojos cerrados y acomodado en la cama, sin moverse—. ¿Admiras tu belleza?

Sed de amor (Yaoi-Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora