20#: Equivocaciones (Parte 2/2)

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Una brisa cálida hizo darme cuenta que no estaba en casa ni en algún otro lugar conocido. Estaba rodeado de personas con sonrisas pegadas a sus labios y telas brillosas, opacas, decoradas con joyería que solo los viejos utilizarían. No entendía realmente lo que estaba pasando. Lo último que recordaba eran las caricias suaves de Dennis y las palabras cariñosas que me daba. Mi cuerpo entero se había entregado a él de nuevo, menos mi mente. Estaba tan afligido por la traición de Ednar que apenas podía pensar volver a confiar en alguien otra vez. ¿Qué tal si estar aquí era obra de Satanás también? Que las caricias en mis recuerdos fueran falsas, y las palabras de mi ex pareja solo fueran lo que yo quería oír.

Pensaba que estaba de nuevo en alguna especie de ilusión, hasta que mi cuerpo se movió solo. Supe en donde me encontraba de inmediato: un recuerdo escondido dentro de mi cabeza,  que el maldito vampiro traicionero puso allí al beber mi sangre. Y pensar... que le confié incluso mi sangre...

Al parecer estaba en una cena. Todos reían, por lo que no le tomaba importancia a las palabras o movimientos que Ednar hacía; o mejor dicho, hizo.

Solo comencé a tomar atención en cuanto todas las velas se apagaron. No se veía sombra alguna. Se lograba escuchar las ventanas rompiéndose, los gritos de las personas que estaban allí y los gruñidos de bestias que logré reconocer al minuto. Mi cuerpo se movió solo de inmediato, poniéndose de pie y quitando una desenvainando una espada. Apuntó  a la nada, sin temblar.

¿Por qué el recuerdo de cuando Ed fue convertido en un demonio 2.0 lo veía justo ahora? ¡¿Por qué ahora?! Ahora mismo la rabia me consumía, no la nostalgia o la curiosidad de qué diablos le ocurrió a ese maldito hipócrita. ¿Por qué mi cabeza me hacía sufrir de esa forma? 

—¡Mamá! —La voz de Ednar se escuchó por toda la sala. Un grito desesperado de mujer fue otra de las cosas que escuché. Intentó mover su espada para un lado, pero algo lo detuvo y lo obligó a ponerse él mismo de rodillas en el suelo—. ¡Mamá, no! ¡Por favor!  ¡No le hagan daño!

—Eres valiente, Ednar Wallen —dijo una voz ronca. La luz de una vela recién encendida me permitió verla. Nunca había visto a alguien tan monstruoso en mi vida. Sus ojos completamente rojos, colmillos alargados y dientes amarillentos junto a cabellos grasosos y piel pálida—. Tener la valentía de pedir por la vida de tu madre sin darnos nada a cambio...

—¡Tomen la mía! —gritó.

Podía jurar que me hubiera dolido la garganta si fuera yo el que estuviera tan desesperado. Una pequeña culpa me consumió al ver el reflejo de Ednar en los ojos de aquel monstruo. Estaba aterrorizado, a punto de llorar. Temblaba, apretando la mandíbula para no sollozar. No tenía ni la más mínima idea de que el chico que casi me manda a una muerte segura tuviera orgullo para aguantar llanto en esos momentos.

Quizás esos vampiros no eran de aceptar tratos. Tal vez habrían considerado las palabras de alguien que valiera la pena. Por supuesto, Ed no lo valía para ellos. 

Tuve suerte de que en el pasado él desviara la mirada en cuanto una de las bestias colocó a una mujer enfrente suyo a rodillas. Y también... tuve la mala suerte de que volviera a ver luego de escuchar un grito seco.

Fue la primera vez que no tuve comentario de payaso para decir. Hubiera vomitado si fuera por mí, por lo que no culpé a Ednar cuando su sollozo comenzó a sonar por toda la habitación. No... debía haber cosa más terrible que perder a tu madre enfrente tuyo. Y mucho más si se trataba luego de verla cómo había quedado. Su maldita cabeza había sido girada por completa con una expresión de miedo en el rostro. 

—Retiro lo dicho, Ednar Wallen —agregó esa voz—, no eres valiente. Una persona valiente 

¿Cómo podía vivir Ed con esto en su mente? ¿Cómo podía vivir... con todo?

Sed de amor (Yaoi-Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora