Hozier era más listo de lo que creía. No vino de enfrente. Al contrario, me esquivó. Fue directo hacia los ángeles, ocupados con los demonios que, de alguna forma, lograban escalar sus cuerpos enormes y rasgarlos, morderlos. Pensaba que aquello no podía dañarlos, pero los gritos de dolor de los ángeles dejaban mucho que pensar.
Supuse que eran demasiados. Pese a que fueran como moscas, les era imposible espantar a todos.
Y mucho más cuando se trató de la mosca madre.
Fue la primera vez que vi morir a un ángel. No detuve aquella obra maestra porque sentía que no me incumbía, además que estaba totalmente curioso por cómo una parte de Dios —uno de los que tanto me manipuló— desaparecía.
A Hozier no le tomó tiempo. En un salto, como si de Dick Grayson se tratara, tomó del cuello a uno de los simios gigantes con ambos brazos. Su pequeño cuerpo hizo que aquel Avatar con esteroides se cayera al suelo. Un grito fue lo único que se escuchó cuando el segundo mitad demonio y ángel que existía en el mundo, levantó ambas manos en forma de puño. Sin ni siquiera tocarlo, algo invisible aterrizó como el peso de cientos de elefantes. Creo que con decirles que la tierra de debajo de la cabeza del ángel en su verdadera forma se quebró era suficiente.
Imaginaba sangre o al menos un líquido azul. Sin embargo, aquello nunca apareció pese a las incontables veces que Hozier levantó ambas manos y, con sus poderes demoníacos-angelicales, le destrozó la cabeza. Si alguno vio Game of Thrones, mencionarles la pelea entre la Montaña y La Vibora Roja sería lo correcto.
Una luz salió de aquel azulado cuerpo cristalino. No una luz cualquiera, sino una brillante que, si fuera humano, quemaría mis ojos. El ángel no pudo gritar, pues sus cuerdas vocales habían sido destruidas. Sus ojos blancos eran los que centellaban como si de un faro se trataban. La luz iba directo hacia arriba, el cielo. El maldito cielo.
—¡Jasael! —Escuché. Era otro ángel, corriendo hacia Hozier. Este último solo sonreía ante su primer homicidio del cielo.
Mientras otra batalla se convertía en una destrucción de un ser celestial, mi mente se llenaba de preguntas que solo podrían ser respondidas al final de la guerra.
¿Cuánto le tardaría a aquel ángel tomar su forma verdadera de nuevo? ¿Qué trauma supondría para aquel el haber muerto... fuera de su envase?
—¿Molee?
Giré en cuanto escuché mi nombre ser mencionado. Por primera vez en la noche. sentí mis manos cálidas. Supe que estaban llenas de un líquido negro con mezcla roja al verlas por curiosidad. ¿Había asesinado a demonios y demás sin ni siquiera percatarme?
Mi mirada subió para ver el responsable del llamado. Sentí mis iris dilatarse al ver el causante de mi malestar. Sus cabellos seguían igual, y ni hablar de su pálida piel. Sus labios seguían igual de rojos pese a ser un muerto viviente. Sus ojos, rojos como la sangre que rodeaba mis cutículas, me observaban con algo que podría describir como miedo.
—Ednar —mencioné. Una sonrisa se formó en mis labios al ver que seguía en una pieza. Aquella fue borrada en cuanto los recuerdos volvieron a abrumarme—. Deberías estar muerto.
Un gruñido vampírico hizo darme cuenta que varios venían hacia mí. Sin ni siquiera pensarlo, mi mano hizo un movimiento brusco. No me fue necesario ver para saber que estaban muertos, porque lo había sentido. Era lo único bueno de tener aquel poder.
—Tus ojos —siguió Ednar, acercándose—. ¿Qué le ocurrió a tus ojos?
No entendí a lo que se refería. Mi cuerpo y mi mente se complementaron, dejando como consecuencia la inmovilización. No quise moverme, porque necesitaba escuchar más de él. Necesitaba respuestas suyas. Quería saber el porqué me engañó. El porqué me preocupé tanto en estar a su lado si solo iba a tratar de "asesinar a Satanás" para luego estar con aquel en la guerra.
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Sed de amor (Yaoi-Gay)
RomansaMolee Brawson es un adolescente de dieciséis años simple. Va a una academia, no vive solo, tiene algunos pocos amigos como cualquiera... pero algo lo destaca del resto. Todos lo definen como una persona gótica y emo, por el simple hecho de que a Mol...