Alita y el silencio II

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Algún día sería capaz de expresar lo que había pasado, pero en ese momento aún le era imposible. Y Jíni lo comprendía, por eso la quería tanto.

— ¿Qué es lo que hablaron con Owen? — preguntó repentinamente, más con la intención de cambiar de tema que autentico interés.

Su maestra no contestó inmediatamente, sus labios estaban apretados. Como forzándose a encontrar la mejor manera de comunicar.

— Sobre el Páramo, estamos preocupados por las Fronteras. Owen parte después de nosotras con soldados— le explicó con mucho tacto. Y hacía bien en hacerlo, porque Alas pudo sentir una punzada en el corazón—...Es perfectamente normal estar preocupada, Alita. No temas expresarlo.

Claro que estaba preocupada, estaba petrificada de nervios. Su pobre padre. ¿Cómo podría dirigir un ejército sin su pierna? Cuanta desgracia había caído sobre su familia. Solo esperaba que él, su madre y sus hermanas menores estuvieran bien.

— ¿Acaso tu irás también con Owen? —Inquirió la niña.

—La verdad no lo sé, una vez que lleguemos al Valle debemos encontrarnos con nuestra madre— Jíni siempre mencionaba a Roni como la madre de ambas, ya que Alas era su nueva hermana en el Templo de Leviatán—... También está la cuestión de Lior.

Eso le llamó la atención. Solo había escuchado de él cosas en el aire: que una vez había sido el heredero principal de Sayer, pero fue reemplazado por Owen. El mayor de los hermanos de Bricio. Ambos hijos de la misma madre, de Nahla.

Mientras estuvieron en Los Confines, le presentaron a otros hermanos Casey, todos de distintas madres. Excepto uno, Dorian, con sus ojos morados. Inmediatamente Alas supo que era el segundo hijo de Nahla. Era un chico particular, había algo en él. 


Jíni mantuvo la vista en el frente, había entendido que Alas solo quería información por simple curiosidad y no por entrometida.

—Nadie sabe mucho de Lior desde que partió al Otro Continente, esa es la realidad—le confesó su mentora—. El mensaje que recibimos fue breve. Nos decían que Lior arribó con un gran ejército a las costas del Valle Inmaculado y se encontró con lord Duhia en el Pantano. El mensaje de nuestra madre no decía nada amenazante, pero me pedía regresar de inmediato contigo.

—Es un alivio que hayas logrado terminar la unción de Owen a tiempo—dijo alegremente Alita, buscándole el lado positivo a aquel viaje—. ¡Cumplimos nuestra misión!

La joven sacerdotisa bajó la cabeza, como ocultando su rostro. Lo cual era irónico, porque la mitad de su rostro estaba cubierto como de costumbre fuera del Valle. 

Había algo que horriblemente la avergonzaba, Alas ya la conocía lo suficiente como para detectar sus manías.

—... ¿No?... ¿Acaso olvidamos algo? —la pequeña temía haber metido la pata. Estaba segura de que no había nada más para hacer que eso. O acaso—... ¡¿Había una misión que yo no sabía!?

Entonces Jíni tiró de las riendas y los caballos se detuvieron. La carroza quedó quieta unos minutos, ya estaba empezando a caer el sol, se estaba volviendo tarde y no podían arriesgarse a viajar de noche.

— Aquí es un excelente lugar para pasar la noche— finalmente habló Jíni—. Podremos descansar en paz, no tienes nada de qué preocuparte.

Claramente algo avergonzaba a su maestra. Capaz sí se había olvidado de algo y no quería decirlo. Simplemente se sentía mal por alguna cosa pequeña. Probablemente olvidó un peine en los aposentos o no escribió algún mensaje, y la urgencia de aquello la estaba poniendo nerviosa.

Jíni usualmente era bastante cómica cuando algo le daba vergüenza, por lo tanto, asumía que fue eso. 



Esa noche, bien acurrucadas en sus respectivas mantas escapando del frío, contemplaban las estrellas antes de caer dormidas. 

El firmamento las estaba deleitando con un majestuoso espectáculo de estrellas fugaces.

— No tienes porqué preocuparte, Alita— murmuró casi dormida Jíni—. Había algo que debía hacer, pero tomé la decisión de no hacerlo. Simplemente era algo para lo que no estaba lista y no pude.

Alas no sabía qué decir y se giró para observarla. La joven estaba acostada boca arriba, concentrada en el cielo, su mirada cansada.

Jíni siempre fue muy inteligente y práctica, con las Valquirias como su prioridad. Si ella decidió que no podía hacer algo que pidieron, entonces debía tener una muy buena razón para ello.

— Estoy segura de que la sacerdotisa madre lo comprenderá, Jíni— le susurró en el frío de la noche, su aliento condensándose en cada palabra.

Por debajo de la frazada, Jíni estiró su mano buscando la de ella y estrechándola con fuerza, sonriendo al cielo.

Hay veces que simplemente no es el momento, pensó Alas, uno no está listo para ciertas cosas. Y Jíni no le temía a nada. Era fuerte, valiente y sabia. Si Jíni decía que no era el momento, que no estaba lista para lo que sea que hubiere sido la misión... Entonces no era momento de cumplir esa misión.

No era ese el destino de Jíni la Sacerdotisa del Valle. 

El Hijo de NahlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora