Última Oportunidad II

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— Esta vez no puedes fallar, hija —le dijo Roni esa mañana, camino al palacio de piedra—. Esta es tu última oportunidad. Pronto todos los hombres irán a la guerra e irán muriendo, ya no habrá sangre buena.

Aparte de que nadie la reclamaría después de toda aquella humillación. Eso no lo dijo, pero bien que ya lo había escuchado.

Jíni prefirió no decir nada. Solo caminaba con Alas de la mano hasta la carroza, como la hija obediente que ella era. 

Ya estaba cansada de todos los regaños. Desde que supieron de su fracaso con Owen, sabía que había decepcionado inmensamente a su madre y, sobre todo, a su abuela. Pero cuando se enteraron de que Lior, un chico apestado, la había visto sin ropa y había tomado su túnica, Jíni solo había percibido enojo en cada palabra que saliere de la boca de su madre o su abuela.

Ya no lo soportaba más.

Se detuvo y le dijo a Alas que vaya con las otras dos valquirias que la acompañaban a buscar unas nueces en un nogal a la distancia. Las mujeres inmediatamente entendieron que era una excusa para dejarlas solas, y se alejaron llevándose a Alas hasta el susodicho árbol.

—Madre, me tratas como si estuviera arruinando a nuestra estirpe—finalmente dijo cansada de ser el objeto de la burla y rumores de todo el Valle Inmaculado, todas las Valquirias hablaban de ella y su fracaso. Incluso la desagradable de Troti se burlaba de ella, tenía el material que tanto deseaba para echarle en cara—. Lior padecerá la piel partida, pero su sangre es noble y es un excelente líder y guerrero. Ya viste a sus tropas y cuan leales le son.

Contra todo pronóstico, Roni se acercó a ella, sujetándola con ambas manos en cada lado de su cabeza. Estando cara a cara. Jíni jamás había visto a su madre tan exasperada con ella.

—No dejes pasar esta oportunidad, no regreses al Valle hasta estar embarazada de él—le ordenó mirándola a los ojos con una intensidad que hubiera partido el océano.

Jíni no supo qué hacer más que asentir. Pero, ¿Que no volviera al Valle?¿Lo decía en serio?

Aquello pareció calmar un poco a su madre, quien le besó la frente, soltándola.

—...Madre—musitó la sacerdotisa, asustada ante ese ultimátum—. ¿Qué ocurre si no lo logro?

Roni se acomodó su elegante vestido y miró a la distancia, pensando cuidadosamente.

— En ese caso tendré que ser yo quien tenga otra heredera.





No podía fallar. De esto dependía su vida, su posición, todo lo que ella conocía.

Se contempló en el reflejo de uno de los finos muebles del palacio. ¿Se notaba mucho que estaba asustada?¿Nerviosa? Probablemente, ella misma sentía que estaba transpirando, por suerte su madre y abuela la perfumaron, arreglaron y maquillaron adecuadamente para la ocasión.

Por un momento pensó en insistir. ¿O sería muy patético? Sentía su dignidad morir de solo pensarlo. 

¡Todo esto era patético en general! Ella era una Valquiria, una sacerdotisa, ella era virgen, célibe. Ella no debería de estar en aquella situación. Y, sobre todo, Jíni era muy joven para todo esto. Solo tenía dieciséis años, y no quería acostarse con un hombre desconocido a la fuerza para dar a luz una heredera.

¿Acaso había algo malo con ella? Cuando Owen la ignoró, ella no lo tomó nada personal, considerando que él era un Rey joven, atractivo y con muchas mujeres a su alrededor continuamente buscando de su atención.

Pero con Lior, ya era una ofensa. Se trataba de un muchacho que regresaba del exilio después de semanas en el mar, con una notoria condición en la piel, con los días de su vida reducidos e, increíblemente, parecía absolutamente no tener ninguna prontitud en tomar su reclamo.

Por otro lado, estaba ella misma. Que simplemente no estaba lista para nada de eso. Realmente no podía obligarse a sí misma a hacer nada con él si mínimamente no lo conocía un poco, y formar alguna especie de "vinculo". Ya suficientemente difícil era todo con su apariencia, por más cruel que eso se escuchase.



Lior desembarcó en el Continente con aproximadamente diez mil hombres acompañándolo y los había repartido haciendo guardia en distintos puntos fronterizos, vigilando las amenazas del norte.

Mientras caminaban a la par, le fue contando novedades que habían llegado a sus conocimientos. Aparentemente las tropas de Owen ya habían llegado al Páramo, y estaban preparándose para resistir a los invasores.

Jíni en ese momento sintió una gran urgencia, ella quería ir al Páramo, habían prometido ir a ayudar cuando fuere necesario.

— ¿El Pantano ha enviado tropas, también?—preguntó atrevidamente, recordando que Lord Duhia y el Señor del Páramo habían firmado un acuerdo con el Páramo usando como fichas de intercambio al hechicero negro Bricio y a Alas.

Llegaron a una especie de balcón abierto, donde un criado terminaba de ordenar el espacio para la comodidad de ambos, incluso una mesa con bocadillos. Jíni repentinamente ya estaba de mejor humor tan solo al ver un plato con pasteles de fruta entre todas las opciones.

— Por supuesto, mi abuelo envío tropas hace ya unas semanas—respondió cortésmente.

La guió con cuidado, con una mano en su hombro, hasta que estuviera sentada en una silla a la derecha de él. Jíni torció la boca debajo de su velo, no convencida con respecto a sentarse allí. Usualmente se sentaba en el suelo, en almohadones, como hizo cuando visitó al rey Owen. Sentarse junto a Lior parecía algo comprometedor y eso la hacía dudar.

—No voy a permitir que te sientes en el suelo mientras yo este sentado en una silla—dijo Lior notando su gesto de disconformidad.

El heredero del Pantano quizá tenía una apariencia que podía hacer a cualquiera retroceder diez pasos, pero tenía una forma y voz al hablar que era verdaderamente gentil.

Asintiendo de forma tardía, dirigió su atención a la mesa con la merienda. Inmediatamente sus ojos en las tartas. Un criado se acercó y les sirvió té a ambos, dejando una bandeja con cartas en la mesita que estaba a la izquierda de Lior. Inmediatamente las tomó y comenzó a leer una a una.

Jíni finalmente pudo darle una mordida a un pastel de manzana, estaba muriéndose de hambre. Había viajado toda la mañana hasta allí, y con todo lo que había pasado se había olvidado que no había probado bocado alguno desde el desayuno en el templo.

Se quedó allí en silencio, merendando, mientras observaba atenta a los soldados a lo lejos entrenando. Estaba segura de que desde esa altura ellos no podían verla, y ella bien estudiaba cada uno de sus movimientos.

Así concentrada estaba hasta que escuchó una risa socarrona proviniendo de Lior.

—Esto es increíble—declaró estupefacto, mostrándole una carta que tenía en una de sus manos.

Jíni sintió que toda la sangre de su cuerpo se le iba a la cabeza cuando vio el sello del Templo de Leviatán en el papel. Era una carta de su abuela, muy probablemente.

— Tu madre dejó esta carta antes de irse—aclaró Lior, volviendo el papel a su vista—. Es de la sacerdotisa madre, y dice que no tienes permitido regresar al Valle Inmaculado hasta que hallamos concebido.

El Hijo de NahlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora