Un milagro II

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Jíni la vistió con lo mejor disponible, repitiéndole que debían empezar cuanto a antes con sus lecciones de costura. Había estado creciendo y ya su ropa le estaba quedando justa. Para la joven era muy importante verse en las mejores condiciones en frente de su padrino. Alas se fijó que, a pesar de vivir aisladas, las Valquirias eran muy elegantes. Y aún más las que eran sacerdotisas, hechiceras. Era una especie de ley no escrita.

Las costumbres en cuanto a vestimenta eran muy estrictas para las valquirias y más aún para las sacerdotisas. Sus vestidos eran más delicados y finos en el templo, y Jíni solo se cubría el rostro con un velo de tela ligera, casi traslucido. Las reglas lo permitían, mientras su rostro no estuviere completamente visible todo estaba bien, las Valquirias solo usaban una mascarilla de cuero más cómoda y rígida para combate o entrenar. Mientras que para uso cotidiano simplemente una tela delicada era suficiente.

Su hermana mayor estaba segura de que requerirían la presencia de ambas en cualquier momento. Fuere cual fuere la razón por la cual Lord Duhia se encontraba allí con tanta ceremonia, era seguro que era algo demasiado importante.

—Me pregunto qué habrán traído, no hace mucho fui a buscar los insumos necesarios para la temporada—le informó Jíni mientras caminaban de la mano hasta el patio central del templo, donde la caravana estaba reunida con la sacerdotisa madre Manishie.

A medida que se iban acercando escuchaban las voces de los caballeros hablando ruidosamente entre ellos, no alcanzaba a distinguir de qué hablaban precisamente, o si estaban discutiendo o felicitándose.

En el pasillo, la anciana valquiria Taslimah las vio e inmediatamente empezó a hacerles señales con las manos para que se acerquen.

— ¡Por el Creador! ¿Dónde estaban? —preguntó la mujer a Jíni apenas estuvieron cerca, tomándola de la muñeca. Quería decirle algo en la mayor confidencia posible—. Tu madre ha estado como loca preguntando por ti. Ya mismo ve con ella, está en la sala de reuniones con Lord Duhia ahora mismo.

La joven empalideció ante esas palabras. Aún estaba muy triste por lo que había pasado ayer, y probablemente madre Roni y abuela Manishie aún estaban enojadas con ella.




Atravesaron la puerta, todos los ojos estaban sobre ellas.

La sacerdotisa madre estaba majestuosamente sentada en su banco frente al vitral y Roni a su derecha. Rostro de absoluta consternación.

Frente a ellas estaban de pie Lord Duhia y su nieto, Lior, quien llevaba una especie de paquete envuelto en sus manos.

Habían interrumpido algo importante, Alas lo podía sentir en el aire. Algo definitivamente no estaba bien.

Roni bajó los pocos escalones en segundos, la pollera de su vestido esmeralda flotando detrás de ella, hasta estar cara a cara con Jíni y la tomó fuertemente de los hombros.

—Jíni, ¿Por qué no nos lo dijiste? —le suspiró—. Debiste habernos dado aviso.

Alas sintió como Jíni solo pudo apretar más fuerte su mano, la cual aún no había soltado.

— ¿Qué es lo qué está pasando? —le preguntó Jíni a su madre también en un suspiro—. No sé de qué están hablando.

—Desde lo más profundo de mi corazón lamento que las cosas sean así, Manishie— dijo lord Duhia, llevándose una mano al pecho—. Pero como Guardián del Pantano, protector del Valle Inmaculado, y como abuelo...No puedo permitir ninguna falta.

La pequeña hechicera estaba más que pérdida, no tenía idea de qué es lo que estaba diciendo aquel señor. Miró de soslayo a Jíni, pero ella también se veía claramente confundida.

—Por lo tanto, he venido hasta aquí para enmendar las cosas y exigir que se haga lo correcto por el honor del Valle Inmaculado, y la tradición de las Valquirias del Templo de Leviatán.

Lior se aproximó hasta los escalones para estar más cerca de tanto Manishie como Roni. Pudo sentir a su hermana tensarse, como si hubiera caído en cuenta de realización de algo.

Hasta aquel momento Alas no había podido ver el rostro de Lior debido a la capucha de su capa. Quedó impactada al notar, cuando él miró en su dirección, que ese día portaba una máscara de plata cubriendo su rostro por completo. La verdad no entendía porqué él usaría una máscara, las lastimaduras de su cara eran algo llamativas, pero no eran asquerosas como para cubrirse el rostro de esa forma.

Quizás, simplemente Lior quería verse más ¿Formal? ¿Pulcro? ¿Intimidante? Pues si era eso último, estaba funcionando.

—Señoras, vengo a cumplir con mi deber y espero mi retribución—dijo Lior, su voz algo distorsionada por la máscara, pero igual de jovial y suave—. Para preservar el honor y virtud de la sacerdotisa heredera Jíni, aquí me presento con mis generales y diez baúles de tesoros como dote.

Jíni soltó la mano de Alas en ese momento, caminando a gran velocidad hasta los escalones y cayendo de rodillas a los pies de su abuela.

— ¡Abuela, no! No, él no vio mi rostro. Te juro que cubrí mi rostro—suplicó la heredera con desesperación. Alas no entendía absolutamente nada. Manishie se mantuvo en su lugar, su expresión neutra —. ¡Lior, tú mismo dijiste que no viste mi rostro! —le reclamó al heredero del Pantano, mirando en su dirección y señalándolo acusatoriamente.

Lior desenvolvió algo que parecía un rollo de tela que llevaba en sus brazos. Delante de todos presentó una túnica rosada.

Alas inhaló con fuerza ante la realización, era una de las túnicas de Jíni. Específicamente la que ella vestía ese día que fueron a las aguas termales. La túnica que ella se quitó y dejó en las rocas. ¿En qué momento se robó aquello? ¿Cómo no se dieron cuenta?

—Jíni...—dijo Roni tomando a su hija del brazo con suavidad y poniéndola de pie— ¿Él vio tu cuerpo? Y... ¿Se llevó tu ropa?

La forma en que Roni vocalizó "él", refiriéndose a Lior, fue con absoluta incredulidad y temor al mismo tiempo.

Alas aún era una niña, pero podía entender lo comprometedor que era aquello, y más aun siendo sacerdotisa. Su querida hermana mayor había sido humillada, de la peor forma. Las valquirias eran un clan de mujeres guerreras, poderosas. Y la heredera del clan, de sangre pura de las Valquirias, sacerdotisa del Templo de Leviatán: había sido emboscada con la guardia baja, sin ropa...y la despojaron de su vestidura.

La situación no sería tan indignante si al menos le hubieran sacado algunos dientes a golpes como castigo a Lior, pero debido a su condición...le tuvieron piedad. Sobre todo, ella.

No debieron tenerle consideración alguna.

—No vio mi rostro— insistió Jíni en su defensa, viendo a su madre a los ojos. Rogándole que le crea, que no había pasado nada serio. Como si eso fuera todo lo que importaba.

Por un momento hubo un silencio incomodo, algo de lo que nadie estaba dispuesto a hablar o explicar.

—No te enojes con la niña, Roni—finalmente intervino la abuela Manishie—. Nunca le explicamos de esto porque simplemente no ha pasado algo así en siglos.




Una antigua ley no escrita, una firme costumbre. La tradición selkie.

Se trataba una antigua tradición del territorio que indicaba que si un hombre, por alguna razón o coincidencia, encontraba a una mujer desnuda y robaba su vestido: Él tenía derecho a reclamarla como esposa. Una costumbre tan antigua como el robo de esposas en Los Confines.

Jíni era una Valquiria, y las Valquirias no eran esposas, por lo tanto, Lior tenía derecho a reclamar ser el progenitor de la próxima heredera, para conservar la integridad de la sacerdotisa y de toda la Orden del Templo.

Si se negaban, todas las Valquirias caerían en humillación y deshonra. Aparte de perder la protección y apoyo económico del Pantano.

—Yo me haré responsable—aseguró Lior llevándose una mano al corazón—. La virtud y honor de Jíni estarán protegidos con mi nombre y mi sangre. El Valle Inmaculado no será falto de nada mientras mis herederos vivan.

El Hijo de NahlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora