Una lluvia las había recibido al cruzar por los Pantanos, acompañada por la humedad y todos los malestares que implicaba un viaje por esas tierras.
Jíni miró sus manos, estaban sucias de tierra de tanto viaje. Las uñas negras a ese punto. Sentía una enorme comezón en todo el cuerpo. Era vergonzoso su estado, pero era lo esperado después de tantos días de viaje apresurado. Y Alas no estaba nada mejor, su cabello parecía un nido de pájaros, con pasto y tierra que el viento había acumulado allí.
No podía volver a presentarse frente a las demás Valquirias en ese estado, y mucho menos que vieran a su aprendiz. Sería horriblemente juzgada, más allá del reto que sabría que recibiría por no haber obedecido sus órdenes.
—Mejor será que nos demos un baño antes de presentarnos en el Templo—le dijo a Alas, quien estaba medio dormida en la parte de atrás de la carroza.
Ya se encontraban cruzando los Bosques Petrificados, y entrando al valle había una zona de aguas termales donde podrían hacer un descanso previo para llegar a la mañana temprano.
Ya atardecía cuando finalmente pudo armar campamento y tomar todo lo necesario para caminar hasta el manantial con Alas. La niña corrió a pasos agigantados entre las rocas, ansiosa de poder darse un baño caliente. Por el camino Jíni le contaba que ya era momento de que aprendiera a coser y tejer para poder hacer sus propias ropas. Era tradición de las Valquirias la realización de sus propios vestidos y trajes de combate, desarrollar sus propios diseños de bordados y demostrar su identidad a través de ellos.
Apenas divisaron el vapor de las termas, Alas aceleró y fue quitándose capa por capa de ropa, arrojándola por el camino, hasta quedar como Dios la trajo al mundo y meterse con algo más de calma al agua caliente. Su maestra solo se río mientras juntaba la ropa del camino y la acomodaba a un costado sobre unas piedras, dejando al alcance todo lo necesario para su baño. Le alegraba ver a Alita sonriendo y jugando, desde que dejaron los Confines poco a poco empezó a recuperarse.
Algún día su alumna le contaría que pasó, pero por ahora aun no era el momento.
— Vamos, Jiji, ¡métete al agua! —le gritó Alas jugueteando con el agua, sin ningún sentido de pudor.
Jíni no le dio importancia al apodo que Alas recientemente le había inventado, y empezó a desvestirse. La ropa que llevaba puesta ya le estaba causando malestar, parecía pegada a su cuerpo. Suerte que había conservado una muda de ropa limpia para ambas, sería una sensación de lo más desagradable volver a vestirse en esos harapos.
—Dentro de poco habrá luna llena—recordó a Alas mientras se sumergía en el agua—. Podemos volver a probar con el pañuelo, ¿no te parece?
Caminó hasta poder estar a cierta profundidad y se sentó apoyándose contra el borde, el agua llegando a sus hombros. Suspiro de alivio ¡Cuanto necesitaba esto! Necesitaba relajarse. Todo el viaje sus preocupaciones le habían estado dando vueltas en la mente. La meditación apenas podía ayudarla.
Acercó su cabeza a una caída de agua que había a un costado de ella para lavarse el cabello. Estaba por indicarle a Alas que hiciera lo mismo cuando le pareció sentir algo, o alguien.
Sacó la cabeza de debajo del agua y se acomodó el cabello, para ver y escuchar mejor.
— ¡Jíni, ahí hay alguien! —gritó Alas nadando hasta ella y escondiéndose detrás de las piedras.
Alarmada, miró al otro lado, donde había dejado la ropa de ambas, allí había una figura de pie observándolas, parecía tratarse de un hombre. Y tenía un arco y flecha apuntando a ella.
Instintivamente se tapó el rostro con una mano preparándose para lo peor, sintiendo el disparo pasar junto a su rostro. Asustada y sorprendida de que hubiera fallado a tan corta distancia, vio al lugar donde había dado la flecha y como atravesó a una serpiente por la cabeza.
Le había disparado a una serpiente, no a ella. Podría haberla mordido, podría haber sido envenenada. Aquel sujeto la había ayudado.
Aún estaban cerca de los Pantanos y entre la flora lo normal era ese tipo de animalias, fue descuidada al no revisar con mayor atención antes de poner su cabeza allí. El manantial estaba rodeado de vegetación, y de donde caía el agua también había ramas y enredaderas que eran el hogar perfecto de varias criaturas.
Volviendo a caer en cuenta de que estaba en el agua sin ropa, se escondió detrás de una de las rocas como Alas. Pretendiendo que en la tenue luz del atardecer no haya podido ver bien su rostro, ni nada más.
Era una situación muy comprometedora para ella, no podía permitir ser vista de esta forma. Sentía a su corazón palpitándole en los oídos. Estando desnuda en el agua le sería casi imposible hacer algo contra aquel hombre sin exponerse. Y definitivamente no podía exponerse ante un hombre.
— ¡Señor, por favor váyase! —dijo en voz alta, observándolo apenas con su vista por sobre la roca—. ¿Qué es lo que hace usted aquí? Este es territorio de las Valquirias.
El hombre en cuestión se sentó en la piedra junto a la que Jíni había dejado sus cosas, tomando en sus manos su túnica, analizándola.
Ahí Jíni cayó en cuenta de que aquella persona vestía los colores del Pantano, una túnica verde oscura suelta y unos pantalones violetas. Su manto tenía helechos bordados, característicos de la casa Brannon. Pero lo más llamativo de todo era que tenía parte del rostro cubierto con vendajes, y también sus manos.
— Yo soy Lior, el nieto de Lord Duhia—dijo aquel hombre, o más bien muchacho. Su voz era joven.
Jíni observó a Alas, quien simultáneamente la miró a ella. Esperando una reacción respecto a si era algo bueno o algo malo esa información.
—Yo soy Jíni la heredera del Valle Inmaculado. Agradezco tu ayuda, pero estás invadiendo nuestra privacidad. Vete ya mismo.
Cuanto deseaba poder hacer algún hechizo o algo, pero su condición no le permitía ningún movimiento. Las Valquirias estrictamente no podían ser vistas por hombres en esas condiciones, sería deshonrada y humillada.
Lior tomó una de las mantas que ella había traído y caminó hasta donde se encontraban, rodeando el borde del manantial.
—No estás en el Valle Inmaculado, el territorio de los Bosques Petrificados corresponde al Pantano que pertenece a mi abuelo. Por lo tanto, no puedes darme ordenes aquí— explicó Lior acuclillándose y estirando su brazo, intentando acercarle la manta—. Lamento haberlas interrumpido, pero ahora necesito que me acompañen.
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El Hijo de Nahla
AdventureContinuación de la "La Sacerdotisa del Valle". A Lior una vez se le fue prometido todo. No solo de palabra sino por derecho. Una vez fue el bastardo predilecto de Sayer, el hijo de Nahla 'la Ninfa de los Pantanos'. Pero eso ya no mas, todo eso se l...