Estrategia II

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Inmediatamente comenzó a correr la voz, no por órdenes de nadie en particular. Era imposible que los rumores no escaparan, sobre todo cuando la ceremonia era un suceso tan festejado en el Valle Inmaculado y a su vez en el Pantano.

Sería una semana de celebraciones para el Pantano sobre todo, celebrarían el suceso como si realmente se tratare de un matrimonio. Seguramente por orden de Lord Duhia, lo que más hubiera querido para su nieto era verlo casado, pero teniendo en cuenta su condición bien ya estaba más que feliz con que fuera el progenitor de la próxima heredera del Valle. Y aun dentro de todo, esto implicaba un creciente acuerdo entre el Pantano y el Valle Inmaculado.

Lord Duhia tendría ahora control absoluto del Valle Inmaculado. El Templo de las Valquirias seguiría teniendo su independencia, pero el hecho de que una nieta de Lord Duhia gobierne el Valle, le daba mayor y casi total influencia al Guardián del Pantano.

—Los haz hecho excelente, hijo—lo felicitó Lord Duhia esa noche, acercándole una copa de vino—. Brindemos.

El Señor del Pantano era un hombre sumamente serio y amargado, pero ese día estaba feliz. Como si un sueño se hubiere realizado, nunca lo había visto sonreír, y allí estaba sirviéndole vino y organizando todo para que los festejos quedaran en el recuerdo por siglos. Que todos se enteren y que nadie lo olvide.

Probablemente su abuelo actuaba de esa forma debido a que Nahla jamás pudo casarse y porque Lior, a razón de su enfermedad, no viviría pasado los treinta años. Y el hecho de que conciba un heredero antes de dejar el mundo, alegraba a Lord Duhia más que las victorias bélicas que Lior haya realizado en el Otro Continente.

Lior estaba sentado en su cama vistiendo sencillamente una fina túnica de seda, sin sus vendajes, siendo atendido por uno de los médicos de confianza de su abuelo. Era un proceso ritual de cada noche, la limpieza y desinfección de su piel lastimada. 

Había mejorado algo desde que llegaron al Valle; las aguas termales y el clima ayudaron mucho. Seguramente en unos meses la mayoría de sus heridas cerrarían y ya no le costaría tanto moverse. Solo habría las cicatrices y las manchas de las mismas. Nunca pensó que lastimarse marcaba tanto la piel, o quizás eso a él le pasaba por la Piel Partida. Lineas rojas como en la tierra seca dominaban su cuerpo, abriéndose y dando lugar a profundos cortes. Dejándolo cubierto en costras rojas, heridas abiertas o ya curadas marcando su apariencia.

 No sabía exactamente cuando fue infectado, pero sí que cuando fue diagnosticado todo se fue al infierno en su vida.

Hablando solamente de su exterior, se veía fatal. Al menos eso pensaba Lior cada vez que se veía en el espejo. Sí, él tenía un espejo en la habitación, desde la cama allí sentado podía verse reflejado en el espejo que estaba en una esquina. Era horrendo y cada día se iba debilitando más y más. 

Apenas bajó del barco al llegar a los Doce Reinos, se sentía tan mal que pensó que no viviría más de un mes. Pero al poco tiempo, ya estando en tierra firme, ya no se sintió tan fatalista. Tan pronto comenzó el tratamiento con las aguas termales del Valle, inmediatamente pudo sentir el cambio. Él sabía que eso no lo curaría, pero sí que haría sus días restantes menos miserables.

—Solo hice lo que debía hacer, abuelo—dijo Lior una vez que el medico se retiró, dejándolos solos—. Yo lo dije: que obtendría derecho al Valle Inmaculado.

— ¿Estaba también en tu estrategia tener una hija?—preguntó Lord Duhia, ya sabiendo que sería una niña. Muy probablemente lo sería, siempre nacían niñas de la sangre del Valle. Si alguna vez nacieron varones, eso quedó perdido en la historia.

Guardó silencio y bebió de su vino pensativo. No sabía cómo responder o, más bien, no quería responder. Temía que Lord Duhia comenzare a hablarle de algo incómodo.

—Me preguntaba, hijo, si tú en tus viajes en el exilio habías tenido experiencia con las damas.

Sí... Ahí empezaba la conversación. Lior alejó la copa de su boca, a medio camino con desgano. Anticipando lo que se estaba por venir.

—Teniendo en cuenta la edad en que fuiste exiliado, las situaciones por las que habrás pasado y, por sobre todo, tu condición—siguió hablando Lord Duhia, sentándose en la silla del escritorio junto a la cama. 

Tomó aire, definitivamente su abuelo quería tener la conversación.

—Ya tengo dieciocho años—dijo Lior medio sonriendo ante lo absurdo de la situación. No quería hablar de esas cosas con su abuelo, ni con nadie—. Los últimos cinco años me la he pasado con soldados conquistando tierras.

— ¡Ah, la juventud! — suspiró lord Duhia mirando a la ventana abierta—. Te hago estas preguntas porque yo una vez tuve tu edad. Y asumo que tus generales han sido como padres o hermanos mayores, y en las victorias ha habido festejos y ha habido mujeres...

La verdad a él no le gustaban esos festejos descontrolados que organizaban sus generales. Sí, sus generales eran como padres o hermanos mayores para él, pero comparar a las mujeres aquellas con Jíni era el absoluto de los insultos.

—Sí, ha habido mujeres—le confirmó cuidadosamente, y pudo ver el alivio en la expresión de Lord Duhia. ¡Ahora lo entendía todo!—Abuelo, ¿está usted haciéndome estás preguntas para confirmar si, a pesar de mi estado, conservo virilidad?

Una brisa entró por la ventana abierta, moviendo elegantemente las cortinas en medio de un escenario incómodo para ambos presentes.

— ¿Todo está en orden, entonces?—inquirió lord Duhia poniéndose de pie, su buen humor regresando.

—Sí, todo está en orden.

Pudo ver como un gran peso de preocupación se desvanecía del Guardián del Pantano en cuestión de segundos. 

Se relajó sabiendo que ya no habría ninguna "conversación". Sus ojos una vez más enfocados en el espejo, en su reflejo.

—Solo tengo una petición—habló con cuidado después de pensarlo un poco, su abuelo lo miró con anticipación—. Lo mejor será esperar a que mi piel este en mejores condiciones. A que cierren un poco más mis heridas.

—Claro, por supuesto.

Lord Duhia le dio unas palmadas en los hombros y le volvió a servir más vino.

Por la ventana que daba al balcón, podían ver el cielo estrellado, escuchar los gritos de festejo, la música, y de repente luz: fuegos artificiales. Como flores de fuego en la noche, con su estruendo anunciando a todo quien pudiese ver.

—Brindemos, hijo. Esta noche, eres el hombre más envidiado en los Doce Reinos.


Miró de soslayo a su abuelo, impresionado por toda la preocupación y dedicación que le había dado al anuncio. Realmente quería que todos supieran y recordaran. Realmente esto significaba todo para Lord Duhia.

El Hijo de NahlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora