Los hijos malditos

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Cuando Owen era niño su madre siempre le dijo que sería el rey más fuerte, como Tristán el Intocable. Solo que Tristán nunca llegó a ser rey.

Todas las hazañas que se conocían de Tristán eran de cuando él era un jovencito, dirigiendo ejércitos rebeldes, conquistando el continente de norte a sur. Y siendo traicionado antes de su coronación, asesinado por su joven esposa a los diecinueve años.

Por su parte, Owen había sido coronado a los diecinueve años, no tenía victorias en combates como Tristán ni había recorrido de norte a sur el continente. Pero sí había recibido la mejor educación en las artes de la guerra que se podría recibir y era un reconocido guerrero y luchador. Y era hijo del Gran Maestro Sayer de la Casa Casey, el Señor de las Tierras Malditas, Guardián de los doce reinos, el Rey.

Según su madre él había nacido para ser rey, pero según su padre no. Para Sayer nadie debía ser rey más que él mismo. A pesar de que su difunto padre Sayer odiara la corte y sus responsabilidades que había evadido siempre; le apasionaba ser adorado, temido y obedecido.

Por otro lado, para el consejo de ancianos de los Confines, el heredero debía ser Lior el hijo de Nahla. Las razones eran simples, Nahla había sido la única mujer que Sayer reconoció públicamente como la madre de uno de sus hijos, y no solo eso, ella le dio tres hijos. Y según las antiguas leyes de los Confines: la mujer que más hijos le diera al Rey, sería la concubina más importante y asumiría el cargo de Consorte Real.

Malo fue que Nahla nunca llegó a casarse con Sayer y formalmente convertirse en consorte, y sus hijos legalmente nunca lograron ocupar firmemente el cargo de herederos más que por palabra. Por lo tanto por un tiempo los hijos de Nahla fueron los primero tres en la línea al trono: Líor, Dorian y Bricio.

A pesar de que Owen y Quinn eran mayores, habían nacido de otras dos mujeres. Quienes perdieron todo poder o influencia apenas se dio a conocer que Nahla era madre de no solo uno o dos, sino tres hijos varones.

Owen era muy pequeño, y aun así recordaba los gritos de ira de su madre al enterarse de la legitimización de aquellos tres. Freya de la casa Highland era hija mayor de una influyente familia del Archipiélago, y a pesar de que entendía que el Señor de los Confines nunca había tenido una "reina de verdad", ella toda su vida tuvo la misión divina de convertirse en la madre del futuro rey. Según ella fue en una visión, era su destino. Y nada debía entrometerse en ello.

Algunos decían que su madre era una bruja, pero la verdad no lo decían porque ella poseyere habilidades en las artes mágicas como la Señora del Páramo o como la sacerdotisa Jíni del Valle, sino que lo decían porque tenía una manera oscura de obrar y de obtener siempre lo que ella quisiere.

Al menos, él jamás había visto nada sospechoso en su madre o que manifestara poder alguno. Aunque ahondándose en sus recuerdos, sí podía decir que su madre quizá tenía algunas habilidades en la predicción.

—Es como si tuvieras una venda cubriéndote los ojos—le explicó su madre una vez mientras bordaba junto a la ventana, su cabello dorado resplandeciendo al sol y sus ojos claros concentrados en su tarea—, solamente que esta venda no fue bien puesta, y cada tanto puedes ver una pizca de lo que hay más allá en un golpe de luz.

A medida que Owen fue creciendo más comprendía que su madre era algo inestable, desde sus ataques de ira hasta sus visiones, su forma de hablar sobre el porvenir y sobre el destino de él, su propio hijo. Hablaba de su destino como rey como si fuese algo que él no pudiera controlar o tener decisión alguna. Era simplemente lo que iba a ser.

—Ningún mortal tiene poder alguno sobre su destino, el control es una ilusión—. Freya a veces tenía esos momentos en que hablaba de cosas muy profundas a pesar de que él fuera un niño tan pequeño, le sorprendía recordar esas cosas—. Ningún mortal tiene control sobre su propia vida. Todos somos insignificantes.

Para ella, ser rey era su único camino.

Él creyó jamás tener que pensar en esas cosas, ya que creció asumiendo –a pesar de todo lo que su madre le dijera- que Líor era el heredero y que su madre simplemente deliberaba con sueños de grandeza ridículos.

Cuán grande fue su sorpresa cuando llegaron por él con la orden de legitimización de su padre, y que él sería el heredero principal.

Por alguna razón que él desconocía: Líor había desaparecido de la línea de sucesión. Se decía que fue enviado a misiones, que se otorgó esposa y tierras, cargos.

Pero ahora que él era rey y estaba más cercano a toda la información: supo que eso era imposible.

— El joven Líor fue diagnosticado con lo que llaman popularmente "la piel partida", una enfermedad vista sobre todo en las clases más pobres—le confió un día el viejo maestre Cornelio.

Owen jamás iba a la biblioteca, y mucho menos a la inmensa biblioteca de los Confines, pero ese día acompañó a Ilumina a buscar alguna cosa en las viejos libros de actas. Y allí estaba el maestre, un hada bastante anciano que administraba el lugar. No había nada que haya ocurrido en los Confines y los Continentes que él no haya documentado allí.

—Dicen que es una maldición de los enemigos del fallecido rey Sayer—se explayó el viejo hada—, pero otros dicen que es un castigo divino por los pecados del rey Sayer. En el Otro Continente se dice que los pecados de los padres son pagados en vida por sus hijos.

—En ese caso todos nosotros, todos sus hijos, estamos malditos—le respondió Owen con ironía, escéptico a esas creencias.

Maestre Cornelio lo miró por debajo de sus voluminosas y largas pestañas blancas, levantando la vista del interminable libro que estaba estudiando.

—Seguro usted ya ha conocido a su medio hermano Bricio, su majestad. El quinto hijo de su fallecido Señor padre. El muchacho no duerme, eso no es normal— le recordó el maestre—. Y su otro medio hermano, Dorian, ¿Notó algo en él?

Owen interactuó poco con Dorian, pero lo suficiente como para concluir que era extraño, con movimientos erráticos y mirada inquieta. Aparte de tener una actitud fría y cínica. Trajo la cabeza de su otro medio hermano como una encomienda cualquiera y hasta se vistió con las ropas de un miembro de la Guardia de la Última Frontera muerto... En conclusión: era muy extraño, todos decían que estaba chiflado.

— Dorian el Loco, así lo llaman— se intentó expresar Owen. No supo cómo explicarlo, era difícil simplemente decir que le pareció que estaba mal de la cabeza, pero por suerte el maestre Cornelio ya sabía eso.

— Los hijos de Nahla una vez fueron los tres primeros en la línea de sucesión, y los tres fueron malditos de alguna forma—concluyó el anciano—. Lior fue destituido por su enfermedad, lo cual lo enfureció y el muchacho desafió a Sayer por aquello, quien en castigo lo desterró. Enviándolo al exilio. 

El Hijo de NahlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora