Estrategia

78 17 0
                                    

El Pantano, el Valle Inmaculado, las Valquirias y un heredero de una hechicera blanca. 

Esos eran parte de sus planes iniciales para garantizar su control en los Doce Reinos. Y qué mejor que nacido de la heredera del Valle.

Jíni pertenecía a un linaje antiguo, por sus venas corre la sangre de los más fuertes y poderosos guerreros que hayan pisado el mundo mortal. Si había alguien que tuviere el derecho absoluto a dirigir los Doce Reinos, y quizá, hasta todos los continentes; era Jíni, su madre o su abuela. Por sus venas solo corría sangre de reyes y líderes.

Pero el destino había llevado a las últimas Valquirias a vivir la vida del Templo. Quizás eso fue lo mejor. Al menos para Lior era lo más conveniente que podía existir a su favor en ese momento.

En la antigüedad los pretendientes de la heredera del Valle debían entregar una dote para tan solo tener la posibilidad de competir por ella.

Pero al decaer el numero de Valquirias y el poder del Valle, cada vez menos hombres se presentaban ante la posibilidad. Al punto que las ultimas herederas habían nacido de un designado grupo de candidatos limitado, no a un concurso por combate.

Los progenitores de la Heredera del Valle deben contribuir con una dote constante o significativa para las Valquirias, para el Templo. Pero al parecer el progenitor de Roni había ya fallecido hacía tiempo, y por alguna razón no había información de que el progenitor de Jíni hubiere alguna vez entregado nada.

Por eso, aparte de tener que ser un guerrero capaz de derrotarlas, el Progenitor debía tener la posición económica lo suficientemente cómoda como para contribuir con una dote de gran importancia.

Y lamentablemente las Valquirias no solo estaban quedando reducidas en número por falta de voluntarias a unirse al clan, sino que también estaban pasando por una delicada situación económica. Lejos quedaron los combates multitudinarios donde los candidatos entregaban tesoros, telas, armas o caballos para participar. Lejos quedaron los días de riqueza de las Valquirias y del Valle.

Quizás Lior no tuviere la mejor condición física o salud, ni la mejor apariencia. Pero sí tenía la sangre y el dinero como para reclamar ser el Progenitor de la próxima heredera.

No le importaba que naciera una niña, que sea apartada de él, que creciera en el clan de las Valquirias. De hecho todo eso era mejor así. Porque él sabía que moriría muy pronto, y quería asegurarse un heredero.

No planeaba reclamar el derecho de Selkie, pero siendo honesto consigo mismo: él vio la oportunidad y la tomó.



Inmediatamente después de hacer su propuesta y presentar la dote, Lior y su abuelo salieron de la sala. Dejando a las mujeres debatiendo como proceder. No podían negárselo, estaban obligadas a cumplir con su reclamo. Las dejó solas, era lógico que las hubiera sorprendido y necesitaban discutir. Y probablemente castigar a Jíni, pobre niña. Sentía algo de pena por ella, teniendo que estar con alguien como él.

Ese día optó por vestir con la mascara para que Jíni no tuviera que ver las cicatrices, manchas y lastimaduras de su cara al escuchar todo eso. Entendía que ella muy probablemente creció oyendo que quien sería el hombre que llegaría a ser su benefactor sería muy diferente. 

Él también esperaba ser diferente.

Saliendo al jardín, se sentó en un banco de piedra preparado para él con unos almohadones. Sus asistentes ya estaban allí esperándolo, apenas se acercaron él les indicó que se alejaran solo con levantar la mano. No quería a nadie cerca en ese momento.

Estar tanto tiempo de pie lo agotaba, como detestaba estar apestado, maldito. Ya no recordaba los días en los cuales el simple hecho de vivir  no lo agobiara.

Podía escuchar a los caballeros festejando a la distancia. Seguramente ya todas las Valquirias sabían de qué se trataba todo. En cuestión de días todo el continente lo sabría.


Una brisa relajante sopló calmando un poco su malestar. Volaron hasta su regazo unas florecillas que caían ceremoniosamente de las enredaderas que decoraban las columnas del pasillo. Tomando una entre sus dedos, apenas al levantarla ya un pétalo amarillo se desarmó.

— ¿De verdad quieres casarte con mi hermana?— escuchó preguntar una vocecita.

Era la niña, la aprendiz de Jíni. Su abuelo le había contado que era Alas de la Casa Serrano, hija del Señor del Páramo, hija de la hechicera Mairé "La Bruja del Páramo". Y más importante, de sangre Fo-Marie.

Lior sonrió irónicamente debajo de la máscara, pensando en cuan inteligente era Manishie para elegir a sus sacerdotisas. Seguramente Alas también tendría una pesada dote.

—Responde, Lio. ¿Por qué quieres casarte con ella?—le insistió la pequeña cruzándose de brazos.

Estando allí sentado, estaban casi a la misma altura. Así que solo se inclinó y le ofreció la pobre florecilla que tenía en sus manos.

—Me llamo "Lior", no "Lio"—habló en voz baja, no estaba de humor para tratar con nadie y menos con esa niña. Pero ya había alejado a sus asistentes y su abuelo estaba fuera de la vista—. Y no me voy a casar con tu hermana mayor, las Valquirias no hacen eso de "casarse".

La pequeña aceptó la florecilla con el ceño fruncido. Probablemente pensando en lo que le había dicho. Olvidando que no podía, como sacerdotisa, tener contacto directo con hombres o quizás solo era atrevida.

El joven inclinó levemente la cabeza para poder verla mejor. Era una niña bastante bien vestida y peinada, Jíni hacía un muy buen trabajo cuidándola.

— ¡Sí! ¡No! Sí, es algo parecido—insistió la chiquilla—. Porque va a haber una ceremonia, y van a hacer un bebé y tu serías el papá, y...además...

La niña se quedó balbuceando incoherencias inocentes sobre el concepto de los bebés, los padres, y cosas que no iban al caso.

Lior liberó un pesado suspiro debajo de la máscara. Recordándose a sí mismo que estaba hablando con una pequeña niña criada en cuna alta, sumamente protegida y educada en ideales de familias completas.

Él no estaba listo para la conversación que estaba teniendo en ese momento.

—¿Por qué estas usando esa mascara?—le preguntaba ahora,  acercándose aun más a ver de cerca la mascara de plata que portaba—. ¿No estás incomodo? ¿Puedes ver bien?

—¡Vaya que eres entrometida!—se quejó Lior mientras se reía algo nervioso, nunca trataba con niños y la verdad este estilo de conversaciones eran toda una novedad para él—. Uso la mascara porque me queda muy bien, ¿no te parece?

Alas se quedó callada, su boca era una linea. Sus ojos negros fijos y sin parpadear, realmente estaba tomando en consideración lo que dijo. Procesando si se veía bien o no. No pudo evitar sonreír ante cuan ridículo era toda aquella conversación.

— Como que das un poco de miedo. Te veías bien antes, sin esa mascara— le respondió jugueteando con la florecilla entre las manos.

No pudo evitar girar los ojos ante aquello, que tremenda mentira. Levantó una mano vendada y le tocó la nariz con el dedo indice.

—No es cierto, tú misma me llamaste feo la otra vez. Lo recuerdo— tan patético era él, pescando cumplidos de una niña.—Creo que están buscándote por allá, ve—mintió Lior señalando a una sacerdotisa anciana que pasaba de casualidad por el pasillo.

Para su asombro, la niña se giró a ver de quien se trataba y corrió en esa dirección. Creyéndole. 

El Hijo de NahlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora