Tres

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Algo en su interior se removió al verlo así, escuchó a su lobo decir que aquel omega era hermoso, y no pudo controlarse cuando su lobo interior tomó el control de su cuerpo.
Apenas razonó que había cambiado cuando se vio en cuatro patas acercándose a Gavi.

Pedri vio todo totalmente sorprendido, aquel nuevo lobo, un poco más oscuro que el cabello de Joao, avanzó con cuidado y apartado un poco de la melancólico lobo de su amigo. Se anunció con un suave aullido, de unos pocos segundos.

El omega alzó las orejas al mirarlo. El beta acercándose con lentitud, mantuvo una postura sumisa hasta que ambos fueron a su encuentro.
El lobo de Pablo lo olfateó en el cuello, orejas y parte del lomo.
El alfa frunció el ceño confundido al verlo mover la cola, y su boca se abrió un poco cuando el omega lamió las orejas del beta en su gesto de cariño.

El lobo más oscuro, más grande que el omega pero pequeño en comparación al lobo de un alfa, olfateó entre el cuello y hombro del otro, y también dejó lamidas que parecieron dolerle a Gavi, ya que soltó unos leves lloriqueos, pero no se apartó, por el contrario, permaneció allí hasta que su llanto se calmó con aquellos besos.

El beta se apartó momentáneamente, sus oscuros ojos se encontraron con los azules del omega por un segundo.

Alzó su cabeza hacia el cielo y aulló con seguridad.

El omega volvió a mover la cola ligeramente, antes de acompañarlo y aullar con él.

Su canto era diferente al de hacía unos momentos; no era melancólico, no era uno triste, era más similar al canto de las parejas luego de ser unidas por un lazo. Era sencillamente hermoso.

Pedro parecía confundido, anonadado, no podía creer que aquello estaba pasando.

Su abuela siempre le contó de tantas leyendas y, entre ellas, la del omega y beta que eran predestinados. En su mente, esa historia tenía imágenes similares a lo que estaba presenciando en ese momento.

Le hacía pensar tanto en aquel antiguo relato que tenía algo de esperanza de que quizás en esa historia esté la forma de salvar a su amigo.

El aullido del omega flaqueó, los corazones de los otros dos se detuvieron. El lobo se tambaleó unos segundos hasta que con lentitud tortuosa, volvió a ser un chico castaño, casi rubio.

Con más rapidez que nunca en su vida, Joao también volvió a su forma humana y sostuvo el cuerpo de Gavi antes de que este pudiera caer. Sintió un escalofrío cuando su piel, sudorosa y fría, tocó la propia puesto que las prendas se habían ido en cuanto los animales se habían hecho presentes.

La respiración del beta era agitada, abrazaba a Pablo contra si como si lo conociera de hacía siglos, como si tuviera un tesoro entre los brazos.
Su corazón latía agitado y sus mejillas estaban calientes; el aroma del omega era suave, era sutil y también hermoso. Olía a fresas y flores, un aroma tan fresco en una situación así, tan particular que su mente lo comparó con una brisa fresca en una ciudad atestada de gente.

El delgado y débil cuerpo del omega tembló ligeramente, y Pablo solo pudo abrazarlo un poco más cerca para darle calor. Sus grandes ojos se abrieron ligeramente, su nariz aspiro el cuello del beta, un aroma sutil, imperceptible.

—Madera —Murmuró.

Sus ojos fueron hacia su rostro, Pablo nunca había visto una mirada así, parecía triste, pero aquel iris era de un color tan hermoso que deseó verlos cuando estos tuvieran felicidad, pensó que serían maravillosos.

Gavi no sabía quién era aquel extraño, pero su tacto le daba seguridad. Sus ojos se encontraron y Pablo se sintió confundido cuando escuchó a su lobo decir internamente 'Tanto Tiempo'.

Our Last Days | GalixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora