Diecinueve

274 22 2
                                    

—João —El pelinegro murmuró un sonido afirmativo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—João —El pelinegro murmuró un sonido afirmativo.

Volverían a estar abrazados dentro del nido, João se dejaba tranquilizar con el aroma del omega, quien había empezado a liberar feromonas al sentirse asustado, de forma inconsciente, y claro que había funcionado para calmarlo, más que cualquier otra cosa.

El mayor estaba temblando desde que el castaño se había desmayado en sus brazos, y le parecía raro porque no era la primera vez que veía o atendía a alguien con desmayo, pero nunca había sentido tanto miedo como en ese momento.

—¿Puedo bañarme?

—Claro —El enfermero asintió—. Pero debo acompañarte, podrías desmayarte de nuevo, y eso sería feo.

A Pablo le pareció tierno el tono de voz que había usado, asintió sin más y se irguió para separarse del beta, quien se colocó a su lado; un brazo rodeó su cintura y el otro tomó su brazo, yendo hacia el baño a paso lento.

A Pablo le parecía exagerado, pero él en verdad no sabía qué tan malo o delicado era su estado.

Por su lado, João quería cuidarlo tanto, al punto de que ni siquiera se golpeara el dedo pequeño del pie contra el marco de la puerta.

El castaño estaba muy rojo cuando João quitó su remera, y lo detuvo en cuanto el portugués metió los pulgares debajo de su ropa interior.

Se mordió el labio inferior con nervios, y João rió un poco, apartándose para tomar sus mejillas.

—Ohw, Pablo, pequeño, no te pongas así, es parte de mi trabajo —Se encogió de hombros—. No lo hago con segundas intenciones, y no me produce nada que estés desnudo, así que no hay porque tener vergüenza.

Pablo frunció el ceño y negó ligeramente.

—Oh, mira lo que hacen tus labios cuando aprieto tus mejillas —João rió como un infante por su descubrimiento, mientras apretaba varias veces los mofletes del omega, haciendo que sus esponjosos belfos hicieran un pequeño beso y la forma de una diminuta "o"—. Ah, es lindo.

—João... —Se quejó.

El beta rió de nuevo y soltó sus mejillas, encontrándose con su sonrisa.

—Aunque te desvistas solo tengo que quedarme, Pablo —Dijo.

—No estoy tan mal —Rodó los ojos.

El pelinegro sonrió, incómodo por dentro; no pensaba decirle, sabía disimular muy bien cuando debía mentir.

—No —Dijo, totalmente neutral—. No lo estás.

Pablo le sacó la lengua en un gesto infantil que lo hizo sonreír con ternura.

Al final, el sevillano se quitó las prendas solo, se metió en la tina solo, y reguló el agua solo también, todo eso, haciendo que João cerrara sus ojos.

Our Last Days | GalixDonde viven las historias. Descúbrelo ahora