CAPÍTULO 26

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Me levanté de mal humor. Raúl ya estaba en la puerta golpeandola para que saliese ya.

Estaba cambiándome y como siguiera allí molestando un puñetazo se iba a llevar.

Terminé de ponerme el conjunto de hoy, una sudadera negra con la letra N en el dorsal, unos pantalones cargo y mis zapatillas blancas.

Salí del cuarto y le empujé al moreno para que me dejara pasar.

Bajé a la cocina a tomar algo de desayunar aunque no me apeteciera.

— Joder, pareces un tío.— se quejó mi madre — ¿Nunca tienes nada mejor que ponerte? A la próxima voy a prohibir que tu padre te lleve de compras.

Me hice a un lado y crucé ignorándola, cosa que la enfureció. Iba a por la leche de la nevera, pero me cogió del brazo y me empujó contra la mesa.

— ¿Estudiar es eso lo que quieres?— me preguntó en un tono de voz intimidante.

— Sí.— no había entendido su pregunta.

— ¿Entonces por qué coño ayer me has robado mi cosa? — se refería a las drogas — Como vuelvas a meter una mano allí dentro las vas a pagar.

Asentí con la cabeza y me fui de la cocina. Me colgué la mochila a la espalda y salí de casa. No iba a permanecer más tiempo ahí.

— ¡Noa, espérame! — Raúl me persiguió corriendo.

— ¡No me toques! — me aparté cuando vi que tenía intención de abrazarme por la cintura.

Entré por el odioso instituto y me senté en los asientos del fondo, no tenía ni ganas de estar con gente, ni de escuchar a nadie, ni me mirar a nadie.

La clase se fue llenando, mis amigos se sentaron conmigo atrás de la clase y entró una profesora que la había visto de vez en cuando en la cafetería.

Se presentó como la profesora Vega, nuestra tutora y cuando pasaron quince minutos entró Diego interrumpiendo la charla de la profesora.

Detrás del chico iban las dos chicas que vi ayer en el concierto.

La profesora perdonó sus retrasos y se sentaron los tres juntos en la primera fila, que eran los únicos asientos libres.

Luego, la volvieron a interrumpir porque entró la jefa de estudios y la llamó a fuera para hablar de no sé qué.

Saqué el móvil y las busqué por el Photogram. Así que la morena de mechones se llamaba Laura y la castaña del cabello ondulado era Celia. Estas dos eran nuevas porque habían destrozado su antiguo instituto.

Las dos estaban hablando de no sé qué y Sebastián le tiró a Celia una bola de papel.

La chica se giró para ver quién fue, pero no sabía quién y volvió a girarse. Entonces Sebastián sacó un montón de bolas de papel de su mochila y entre David y él se las tiraron a las dos nuevas y sobretodo a Diego.

Yo cogí un bolígrafo del estuche del alto y se lo lancé directamente a la cabeza de Diego.

— Oye, ¿queréis dejar de ser tan infantiles, por favor?— Celia harta se levantó de su asiento.

Todo mi grupo dirigimos la mirada hacia ella. ¿Esta era igual de gilipollas como Diego, no?

— ¿Tú eres idiota no? — la miré con odio.

¿En serio que se había atrevido a insultarnos? ¿No sabe que si se mete con nosotros todos mis amigos le iban a hacer la vida imposible? Esta niña de verdad que era tonta.

Diego se acercó a ella para susurrarle no sé qué cosa al oído, seguramente estaba hablando mal de nosotros.

Lo supe al instante cuando Celia volvió a girarse para lanzarme una mirada de odio. Diego, las vas a pagar caro.

ÁNGEL DEMONIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora