CAPÍTULO 9

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Quedé horas de más en la biblioteca haciendo los deberes, terminando trabajos y estudiando para el examen de historia.

Tea había salido con sus amigos al parque a jugar y todavía no había llamado para decirme que volvía a casa.

Como no quería quedarme sola en casa seguí en la biblioteca aunque ya no quedara casi nadie. Ya eran casi las diez e iban a cerrar.

Aproveché los minutos que faltaban para hacer una rosa de papel para Diego y otra para mi mejor amiga.

No es que me quedó muy bonita, pero al menos sí se parecía a la flor real.

Recogí todo el desastre que dejé encima de la mesa y salí de la sala de estudio.

El cielo ya estaba muy oscuro, apenas se veía a la gente en la calle o es que no se les veía porque no había ninguna luz por la zona.

En las calles hacían frío y yo no me traje una chaqueta encima e iba en pantalones cortos.

El frió no sería un problema para mí, corro hasta casa y ya está.

Empecé un suave trote por la avenida distraída en que entrara en calor sin darme cuenta de que había gente persiguiéndome a oscuras por la noche.

—¿Quién está ahí?— empecé a correr más rápido.

Miraba hacia atrás para intentar distinguir a los dos sujetos de la oscuridad y sin querer me tropecé con la basura que tenía delante.

Me caí de frente y me raspé las manos. La mochila me aplastó la cara contra el suelo y escuché los pasos de los dos acosadores acercarse.

¿Por qué se me ocurrió volver tan tarde a casa?

Sentí la respiración cerca de mi muslo y alguien me quitó el móvil del bolsillo.

Me quité la mochila de encima y me levanté de inmediato para recuperarlo.

— ¡Raúl!— me asusté al ver que era el novio de Noa.

Miré al otro sujeto esperando que fuese ella para que detuviese al ladrón, pero era David el obeso.

— ¡Devuelvemelo!— tendí la mano esperando a que lo hiciera.

— ¿Qué hace una niña tan bonita a solas a estas horas? — silvó Raúl el moreno — ¿Buscas un ganado lleno de machos?

— Te recuerdo que tienes novia.— me acerqué a recuperar mi móvil ya que él no tenía ninguna intención de dármelo.

— Pero mi amigo no.— Raúl levantó la mano para que no alcanzara el móvil.

Su amigo posó sus asquerosas manos en mi cintura y me alejé rápidamente.

Entré en pánico y no sabía qué hacer.

Intenté escapar, sin embargo, era demasiado tarde. Detrás tenía un muro super grueso de tres metros que iba a ser imposible que lo atravesara o lo saltara, estaba acorralada.

— ¡Ayuda!— intenté pedir auxilio.

David me tapó la boca e intenté pegarle de cualquier forma. Pero los nervios y el frío me traicionaron, me flaqueaban hasta las piernas que ni las patadas le dolían.

— Cállate Celia.— me ordenó el moreno — Dale lo que quiere a mi amigo y serás libre.

Sonrió pervertidamente y empezó a grabarme con su móvil.

Miré a los lados para ver si había alguien que pudiera ayudarme, ni una hormiga había.

Las manos del chico obeso empezaron a recoger mis muslos dispuestos a detenerse en el interior de mis pantalones y no quisiera saber qué más.

Por fin mi cerebro pudo reaccionar y le mordí el dedo, por lo que inmediatamente su mano me soltó de la boca.

— Mierda.— se quejó David.

Corrí hacia un lado para escapar, pero me sujetó de la camiseta rompiendomela y me cubrí el cuerpo con mis manos ya que me quedé en ropa interior más los pantalones.

— ¡Déjame ir!— las lágrimas empezaron a deslizarse por mis mejillas.

El moreno seguía grabandome y el obeso seguía acercándose. Como pude empecé a correr sin importarme la mochila y cuando giré la esquina me choqué contra alguien.

— No no no... — empecé a patalear pensando que era otro de los secuaces.

No abrí los ojos hasta que pasó un buen rato y me extrañé de que no sucediera nada.

No había nadie delante de mí, me di la vuelta y vi a Sebastián el alto acercarse al moreno. Le cogió el móvil y le iba a agradecer por salvarme.

Por el contrario, lo que hizo me dejó atónita. Enfocó la cámara a él y al moreno. Seguidamente, le cogió de la nuca y estampó sus labios contra los de él.

—¿Qué coño?— el obeso quedó igual de sorprendido.

Raúl no se opuso y le siguió el rollo. Posteriormente, Sebastián detenió el vídeo y no sé a quién se lo envió.

— ¡¿Qué haces maricón?!— Raúl se quiso excusar de lo sucedido.

No me importaba nada de lo que estaba sucediendo, yo sólo quería escapar. David se acercó a mí queriendo hacer lo mismo que ellos dos y alguien mucho más alto que yo le empujó hacia atrás.

— ¡Iros a la mierda!— escuché su voz.

— ¡Diego! — me abracé fuertemente a él y lloré acostada en su pecho.

— Celia, dime que estás bien.— me abrazó con intensidad.

Asentí con la cabeza mientras lloraba aún con más fuerzas. Sentí tanto alivio cuando llegó y calmó todos mis miedos.

Me puso su chaqueta y me recogió la mochila para colgarselo él a sus espaldas. Me ayudó a levantarme del suelo y sin dejar de abrazarme me fue acompañado hasta casa.

— ¿Por qué no me llamaste para que fuera a recogerte?— se preocupó.

— Yo no quería molestarte.

— No me molestas de ninguna forma Celia, haría lo que fuese por ti.— acarició mi cabeza y me peinó con sus dedos el cabello que estaba destrozado.

Llegamos hasta la puerta de mi casa y no me separé todavía de él, él también esperó hasta que me calmase. Con su pulgar me limpió las lágrimas.

— Gracias. — susurré cansada.

— De nada.— Diego suspiró de alivio de haber llegado a tiempo antes de que la cosa se hubiera puesto fea.

— Por favor, no le digas nada a mis padres.— le supliqué porque tenía vergüenza — No quiero preocuparles.— mentí.

— No diré nada si tú no quieres.— me prometió.

Iba a darle un beso, pero él se adelantó y me depositó un besito en la frente antes de irse.

Reuní las últimas agallas que tenía y entré a casa.

ÁNGEL DEMONIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora