CAPÍTULO 41

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Aún me faltaba despedirme de una persona y sé que me costaría hacerlo.

Mi madre conducía a toda velocidad para llegar antes al aeropuerto y poder salvarse. Lucía estaba en el asiento copiloto distraída con su móvil. Papá estaba sentado conmigo en los asientos traseros. Tenía su mirada perdida fijamente mirando por la ventana. Y yo, por más vergüenza que me costaba decirlo, estaba llorando. No podía controlarme. Sentía ira y tristeza a la misma vez. Y mucho más por no poder hacer nada para ayudar a Emma, que se había quedado sola y herida en la casa.

Mamá paró el coche en una gasolinería para comprar algo de comer porque tenía hambre y faltaba un rato para llegar al aeropuerto.

Aproveché este tiempo para ir al baño y marqué rápidamente su número. Lo cogió al instante y se me fueron todas las palabras que le quería decir.

— Eh... Celia, yo... digo tú, no yo. Que yo no puedo estar conmigo, esto... Joder.

Me callé porque ni yo misma sabía lo que estaba diciendo.

— Noa, ¿estás bien?— escuchar su voz me tranquilizó un poquito.

— No,no estoy nada bien.— sollocé.

— ¿Estás llorando? — noté sorpresa — ¿Dónde estás? Déjame ayudarte.

— No creo que quieras hacerlo ni lograrás alcanzarme.— me senté en el suelo dolida — Me voy a ir del país, estoy dirigiéndome al aeropuerto.

— ¿Qué? ¿Por qué?

— Celia, fue mi madre quien mató a tu padre. Yo lo sabía y no sabía qué hacer.

Ella no dijo nada, se quedó en silencio, seguramente asimilando lo que le dije.

— No estoy intentando que me perdones ni nada por el estilo.— me hundo más al pensar que me iré con ella odiandome — Sólo quiero decirte que te estoy muy agradecida por todo este curso que has estado conmigo y puedo entender tu enfado. Pero que me voy.

Ella siguió en silencio y vi a mi madre salir de la tienda de la gasolinera. Furiosa tiré el móvil al suelo colgando la llamada porque se rompió de la tanta fuerza que lo tiré al suelo. Cogí todo el rollo del baño intentando secar mis lágrimas, pero por cada vez que me limpiaba se me volvían a derramar unas nuevas.

Salí corrí de ese asqueroso baño y regresé a mi asiento. Ninguna de ellas dos me preguntaron nada. Papá me miraba con pena y me dio la mano.

— Tú y yo juntos.— intentó sonreírme — Seremos los más fuertes.

Eché la cabeza para atrás rendida.

Llegamos al aeropuerto y ayudé a subir las maletas al avión. Luego los cuatro nos subimos para sentarnos en los asientos. El piloto dijo que teníamos que volar ya porque si lo hacíamos más tarde nos encontraríamos con una tormenta.

Yo deseaba quedarme un rato más para poder despedirme de la vida idílica que había empezado hace nada y miré con ira a Luisa porque ella me la quitó en un instante.

Lloré más al recordar lo último que me dijo Emma. Me dolía que ella me pidiera que me rindiera fácilmente y obedeciera a mi madre cuando no quería. ¿Cómo se le ocurrió decirme que me las ingeniara con mi nueva vida si voy a estar controlada por mi madre? Entonces entendí el significado, ella no se refería a buscarme la vida en otro país. Quería que yo me las ingeniara para poder vivir mi vida deseada.

— Tenemos que volar ya.— el piloto impaciente le advirtió a mi madre que estaba haciendo unas cuántas llamadas a sus contactos.

Me desabroché el cinturón y bajé corriendo del avión. Luisa intentó detener, pero se comió todo mi puñetazo cargado con ira.

Bajé corriendo las escaleras del avión y al verla ahí de pie enfrente del avión corrí a abrazarla con todas mis fuerzas.

Detrás de ella estaba Emma y vi que tenía una venda que le rodeaba por debajo del pecho. Había ido al médico.

Me sonrió al ver que me había bajado del avión y se unió al abrazo.

— Sabía que me entenderías, Pingüino.— me dio un beso en la frente.

Me reí entre lágrimas y Celia estiró de su manga para limpiarme la cara. Yo también hice lo mismo, ella también había llorado. Y entendí que no fue porque mi madre era la asesina, sino porque me iba a ir. El avión despegó y yo me quedé sola aquí en medio del aeropuerto con ellas dos.

— Celia, perdona a mi familia.

— No tengo que preocuparme por ellos. — me sonrió — Yo sólo te quiero a ti a mi lado. Además, creo que ya no me importa mucho lo de mi padre. Mi madre ha encontrado alguien mejor.

Me di la vuelta y vi cómo Irene corrió hacia mi padre. Él la cogió y se besaron.

Sonreí de la felicidad porque finalmente, nos tocaba la parte buena de la historia.

Dentro de unos meses, mi padre pidió el divorcio por abandonamiento del hogar por parte de mi madre y se casó con Irene.

Ahora Celia y yo éramos hermanastras, aunque me gustaba más llamarla hermana.

Los dos adultos adoptaron a Emma y se convirtió en una más de la familia. Después de un año de su boda tuvieron un bebé y lo criemos como nuestro hermanito pequeño. Todos estábamos muy encantados con él.

Laura y Javier tuvieron su historia de romance más feliz que cualquier otra persona del mundo.

Diego a los dieciocho años lo metieron a la cárcel por numerosos delitos. Raúl y David después de salir del centro de menores fueron directamente a la cárcel porque intentaron matar a nuestros compañeros de clase sólo para pagar la ira.

Paula y yo tuvimos nuestro bollodrama, aunque al final no acabamos juntas. Ella no era lo suficientemente madura como para aceptar lo que era y yo no necesitaba a gente mala en mi vida.

Los cuatro, Celia, Javier, Laura y yo fuimos a la misma universidad. Emma no tuvo oportunidades de estudiar y se dedicó a aprender a hacer los mejores pollos con mi padre en su tienda de comida. Irene dejó su trabajo para trabajar con su marido.

La vida perfecta que me planteé acabó siendo real. No supe nada de Luisa ni de Lucía, y tampoco me importaba.

Nosotros estábamos bien y logramos ser una familia feliz. Todos habíamos encontrado lo que necesitábamos. Emma necesitaba a una familia que la quisieran, Cristóbal e Irene la trataron como una hija propia. Estos dos no eran felices con sus matrimonios y ahora son los más enamorados. Javier necesitaba encontrar a alguien que la amase porque sus padres no le querían y Laura se encargó de darle todo el amor que él nunca recibió. Y en cuanto a mí. Yo era el demonio que le faltaba un rayo de luz para poder salir del infierno y encontré a mi ángel.

Fin.

ÁNGEL DEMONIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora