CAPÍTULO 21

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Bajo a la calle y me encuentro a Diego con unas flores amarillas esperándome en la esquina. ¿No se atrevió a venir a la puerta de mi casa o qué?

Me dirigí hacia él en silencio, pero con unas grandes ansias de llegar hasta él. El echo de que hubiera venido a por la reconciliación calmó todas las tormentas que tenía en mi interior.

Él sólo me veía venir embobado en sus pensamientos y yo adrede hice que esto para él fuese eterno. Al fin llegué hasta sus brazos y él me estrujó en un abrazo demostrándome lo mucho que me añoraba.

— Te pido miles de perdón, Celia.— me tendió las flores.

— Estás perdonado.— me puse de puntillas para darle un beso — Tenía miedo de que nunca volvieras.

— Eso es imposible.— me miró con los mismo ojos de enamorado de cuando me pidió salir — Yo te quiero a ti, y si no es a ti entonces a nadie.

— Qué mono...— me sonrojé — Voy un momento a casa a dejar las flores.

Llegamos un poco tarde al instituto porque nos habíamos entretenido en la calle y lo de la reconciliación,pero más me importaba arreglar las cosas con mi novio que llegar tarde hoy.

El profesor de la asignatura que nos tocaba a primera hora cedió a dejarnos pasar, igualmente porque nunca lleguemos tarde a sus clases.

Laura me miró con una cara rara y luego a Diego, yo me senté en mi asiento mientras intentaba descubrir cuál era el significado de su mirada.

Supongo que quiere unas explicaciones porque como le conté ayer discutí con Diego y hoy lleguemos los dos de la mano.

— Ya te lo explico luego.— le susurro a mi amiga.

— Más te vale.— me amenaza con los ojos — Porque nada más ver a Noa casi la mato de un puñetazo por cotillear tu móvil.

Me giro para verla y está rayando su libreta con un bolígrafo, con tanta fuerza que parece querer matar a alguien.

Me ve mirándola y me lanza una mirada de odio. ¿Ahora de qué me he perdido? Debería de ser yo quien estuviera enfadada con ella. Yo no leí su móvil ni intenté estropear sus cosas con Raúl.

En la hora del patio acompañé a Diego a conserjería porque se encontraba mal y al final vino su padre a recogerle.

Laura aprovechó que se fue para arrastrarme al baño de chicas y nos encerró en un cubículo.

— ¿Ya lo habéis arreglado?— me interrogó.

— Sí, vino esta mañana a pedirme perdón y con unas flores.— se me escapó una enorme sonrisa — Es súper romántico.

— Tonta.— se rió Laura — Escúchame, aunque sea tu novio y también mi amigo,que te quede claro que él no puede tomar las decisiones de tu vida. Si tú quieres ir a la casa de Noa, vas. Si quieres invitarla a tu casa, invítala. Otra cosa es que sea mala, pero las personas siempre pueden cambiar.

Asiento con la cabeza y la sigo escuchando con mucha atención.

— Porque Noa cuando está contigo, todos sabemos que no es la original, o es que contigo es la original y con los demás muestra su faceta fría. Diego sólo puede aconsejarte, como cuando te dijo que Emma era amiga de Noa. Pero no puede obligarte a qué hacer con tu vida. ¿De acuerdo?

— Sí, clarísimo.— y añado — De acuerdo, mentora Laura.

El recreo se la pasó criticando a los chicos que jugaban fútbol y eso que nunca le gustó ni jugarlo ni verlo, pero seguramente que era una excusa para que la acompañase y ella pudiese babear por Javier.

— ¿Quieres que le pida su número?— me río.

— Ya lo tengo.— me confiesa.

— ¿Y por qué no me lo has contado?— quedo muy sorprendida.

— Me da vergüenza, ya debes de apreciar que te haya dicho que me gusta.— se tapa la cara sonrojada con las manos.

David chutó el balón con tanta fuerza que rebotó contra el larguero de la portería y salió volando en dirección a nosotras.

La esfera rodó hasta los pies de Luara y Javier se acercó corriendo.

— Ey chicas.— nos saludó con la cabeza — ¿Me podrían pasar el balón, por favor?

Laura se levantó del banco toda sonrojada y en vez de patear al balón le dio a las espinillas de su crush.

— Ay, lo siento.— la pobre se murió de vergüenza.

— No pasa nada.— Javier se sentó en el banco para frotarse las espinillas del dolor.

Intenté aguantarme la risa porque si no iba a soltar una enorme carcajada. Cogí el balón con las manos y la lancé al campo, ahí Noa la recibió con la cabeza y marcó un gol.

Sonó el timbre y directamente me fui con la chica tomboy porque las dos nos dirigíamos a la clase de economía.

— Buenísima asistencia.— me dio una palmada en la espalda.

— ¿Buenísima qué?— me quedé atónita.

— El pase que me has hecho.— aclaró.

— Ah vale, es que yo de fútbol no sé.— me reí.

Llegamos a clase, el profesor muy puntual como siempre ya estaba en su asiento esperando a que llegasen todos sus alumnos. Nosotras fuimos las primeras en llegar y me iba a sentar en mi sitio de siempre, pero Noa me estiró de la manga y me pidió que me sentara a su lado como la otra vez.

Las clases dentro de cinco minutos empezaron y después de terminar de explicar el trabajo de los mapas mentales del tema que teníamos que hacer por parejas nos dejó el resto del tiempo de la clase para hacerlo, como mínimo empezarlo.

— Si no sabes de fútbol, ¿de mapas mentales sí no?— bromeó la chica tomboy.

— Eso sí, que lo acaba de explicar.

A ella le encantaba dibujar y pintar, cosas nueva que descubrí de Noa, entonces le dejé la parte artística del trabajo, mientras que yo me encargué de buscar los datos explicados más importantes del tema.

Hice un glosario de todas las palabras y las distribuí por el folio. Acto seguido, Noa hizo los cuadros y las flechas para relacionar cada palabra con otra. Después, hizo los dibujos y yo la ayudé a repasarlo de negro y entre otras cosas mientras ella los pintaba.

Nos dio tiempo a acabarlo en clase y eso que nos entretuvimos bastante porque habíamos estado jugando a ver si nos podíamos rayar el brazo la una a la otra.

Sonó el timbre y salimos riéndonos de clase hasta que me empezó a doler el abdomen de tanto reír.

— Celia, para por favor.— me pidió — Si te sigues riendo no voy a poder parar de reír y estoy ya sin aire.

Nos paramos en las escaleras para relajarnos un poco y recuperar el aire que nos faltaba.

La chica cansada se sentó en las escaleras con las piernas abiertas como siempre solía sentarse, yo me apoyé en la pared.

Ella no dijo nada, sólo nos observamos en ausencia de las palabras.

— ¿Sabes qué?— rompí el silencio — Noa, de verdad que eres una muy buena amiga para mí.

La chica sonrió muy feliz, con una sonrisa angelical, no como la maliciosa o demoniaca que siempre se le salía, y si no fuera porque en este centro estaba prohibido el móvil le habría vuelto a sacar una foto.

— Tú también, te considero como mi amiga.— se levantó del escalón para abrazarme, esta vez ella a mí — No lo olvides nunca, Celia.

ÁNGEL DEMONIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora