CAPÍTULO 40

13 6 23
                                    

Cuando recobro el sentido siento un frío helante y un dolor en mi cabeza a causa del borroroso recuerdo que tengo sobre el golpe que me dieron.

Logro abrir un ojo y la luz repentina me ciega, miro al suelo y me doy cuenta que estoy tumbada sobre ello, por eso el frío.

Miro a mis alrededores y me encuentro tumbada bocabajo en un viejo almacén de ruedas pinchadas y desgastadas. Intento levantarme, cosa que no logro y me doy cuenta de que tengo las extremidades atadas con una soga.

Busco algo cortante y no veo más que botellas de cerveza rotas por el suelo. Cojo un trozo y escucho pasos acercarse. Las puertas oxidadas del almacén se abren y entra el señor que recordé que me había secuestrado. Venía también con su hijo y su amigo el obeso.

— Anda, Noa, por fin te despiertas.— me silba Raúl — Pedazos de vistas que nos has dado.

— ¿Qué me habéis hecho?— me siento furiosa.

Me doy cuenta de que no tengo ningún dolor ahí abajo, suspiro aliviada porque pensaba que iba a quedarme embarazada por estos violadores.

— Nada, esperar a que te despertaras.

— ¿Por qué me habéis traído aquí?— miro sobretodo furiosa al padre.

— Tu madre me debe unas cuentas pendientes porque perdió una apuesta.— me enseña el ticket que indicaba cien mil euros — Y además, así de paso pido el rescate y se dará más deprisa en darme el dinero teniendo que rescatarte.

— Pues has elegido a la persona equivocada.

— ¿Qué?

— Nada.— miro frustrada al suelo.

— Tu madre ya se puede ir dando prisas si no quiere que empiece cortandote las manos.— el señor saca un cuchillo de su bolsillo.

Coge una nueva cerveza de la nevera y se sienta enfrente mía en la silla plegable.

David se acerca a mí para observarme y de un estirón me rompe la sudadera, por debajo sólo llevaba un top y de inmediato el frío me caló hasta los huesos.

— ¿Por qué escondías esas pedazos de tetas?— Raúl ladró como un perro — Parecen dos putas ruedas de camión. — vio lo que pretendía hacer David — Eh, alto. Yo primero.

Se acercó para tocarme, pero me dio tiempo justamente para cortarme las cuerdas de la mano y le pegué un puñetazo en toda la nariz. Lo empujé contra David tirándolos al suelo y el padre se levantó de inmediato para lanzarme el cuchillo. Lo esquivé quedándose clavado en la pared y lo cogí para cortarme las cuerdas del pie.

El hombre se acabó toda la botella de cerveza y me la tiró de nuevo. Logré esquivarlo igualmente y David me cogió del pie tropezandome al suelo. No me había dado tiempo a apoyar las manos para frenar el golpe y me comí el suelo directamente con todo el mentón. El padre me cogió de los pelos y me estampó contra la pared.

— Vuelve a hacer algo más y te juro que no voy a dudar en hacerte pedazos como carne para mi perro.— el hombre me rozó el cuchillo en la mejilla haciéndome un corte.

Me aguanté el grito de dolor y le mordí el dedo haciéndose que se le cayera el cuchillo. El arma cayó justamente en su muslo hiriéndole y saltó hacia atrás del dolor.

Me levanté aprovechando su despiste y Raúl me pegó una patada en toda la barriga. El frió me estaba debilitando y otra vez me di un golpe en la cabeza dejándome atontada. Sentí cómo me caí al suelo y cómo me iba congelando.

Sentí milagrosamente las sirenas de la policía y con los ojos entreabiertos vi que los tres empezaron a alterarse del pánico que ni sabían qué hacer.

ÁNGEL DEMONIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora