REVELACIÓN VI - EL ESCUDO DE LA REALEZA (Parte 7)

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Habíamos avanzado solo un par de kilómetros cuando ante nosotras se abrió un gran espacio, estábamos frente a un gran barranco el cual se extendía en ambos lados hacia la lejanía. El mismo tenía una profundidad de casi 200 metros y en el fondo un pequeño arroyo corría en su interior. Para llegar al otro lado del mismo había que salvar una distancia de aproximadamente 50 metros sobre el vacío, tenía una vista que era magnifica, digna de disfrutarse si este hubiera sido un viaje turístico, de no ser porque nos habíamos encontrado un enorme problema al topárnoslo.

El medio para poder cruzar hacia el otro lado era un viejo puente de cuerdas de lianas trenzadas, el mismo con el paso del tiempo tenía ya casi todas sus líneas principales rotas, así que de la estructura original ahora solo quedaban una línea principal de lo que hace mucho tiempo había sido uno de sus barandales. Rodear el obstáculo no habría sido lo más práctico, ya que probablemente perderíamos casi medio día tratando de encontrar un paso seguro hacia el otro lado, y en esos momentos tiempo era con lo que no contábamos.

Varias de las Sakuras al ver eso solo dijeron: -Esto es una maldita broma... ¿Verdad chicas? ¿Vamos a tener que cruzar por ahí??- Solo pude verme directamente con Shirai mientras ambas asentíamos con la cabeza en respuesta afirmativa. Pero al girarme para ver a Soyo la vi más blanca que un fantasma, yo y las otras integrantes de su Unidad éramos las únicas que sabíamos de su terrible fobia a las alturas... esto iba a ser una maldita tortura para ella. Me le acerqué lentamente y ella solo entrecortadamente me respondió en voz baja: -No... yo no puedo hacer esto Kano... siempre he hecho todo lo que has querido, he cumplido cada uno de tus caprichos... pídeme cualquier otra cosa, pero menos esto... por favor... no me obligues a hacerlo... Esto no por favor... Te lo suplico...- mientras me miraba completamente aterrada casi a punto de llorar.

Solo me acerque más, y mientras la abrazaba le susurre al oído: -Lo haremos juntas corazón, yo te ayudare-. Después de eso la más alta solo se sentó en el suelo mientras ocultaba su rostro entre sus rodillas. Momoe y Gumi se me acercaron presurosas a preguntarme en voz baja: -¿Y ahora?... ¿Qué vamos a hacer con su... problema?- Solo les pude decir: -Ya me encargare de eso en su momento, mientras ustedes irán delante con las demás, nosotros seremos las ultimas en hacerlo-.

Resignándose, las chicas empezaron la tortuosa tarea. La primera en cruzar seria Shirai, lentamente sujetó la gruesa cuerda de lianas y entrelazando sus piernas en ella y usando sus brazos para sujetarse e impulsarse hacia adelante como si de un oso perezoso se tratara, lentamente fue avanzando por el largo trayecto, después de casi 10 minutos logro llegar al otro lado de la orilla desde donde nos hizo una señal con la mano para que las demás avanzáramos, y así una a una las demás chicas empezaron a cruzar lentamente de la misma forma el profundo abismo.

Con cada una de las chicas que cruzaba, los dos postes en los extremos de la cuerda crujían más y más, ahí empecé a pensar que, si los mismos caían, esa ruta quedaría inutilizable en el caso de que falláramos en el primer intento nuestra misión de obtener las piezas de la llave. El turno de Momoe llegó, se tardó una eternidad, pero al final consiguió cruzar sana y salva, después toco el turno de Gumi, ella con un poco más de agilidad consiguió vencer el obstáculo y así después de varios minutos ya estaba del otro lado. Al final, las únicas que quedábamos en el otro borde éramos Soyo y yo, todo este tiempo en que las chicas habían estado cruzando me había dado una idea para tratar de que Soyo pudiera cruzar y así poder continuar nuestro camino hacia nuestro siguiente objetivo.

Ella seguía ahí sentada sobre una roca a unos metros del borde del precipicio, así que dirigiéndome a ella la jale de un brazo, y una vez que se incorporó rasgue una tira de tela de su falda a lo que ella algo desconcertada solo me dijo: -¡Pero qué diablos te pasa!!... ¿Por qué hiciste eso?- sin responderle de nueva cuenta volví a rasgar otra tira más de tela de su falda a lo que la misma quedo más arriba de medio muslo, estupefacta solo pudo decirme: -¿Que acaso te volviste loca? ¿Acaso intentas dejarme semidesnuda?- Al escuchar eso solo le respondí suavemente: -Sabes cómo me encantan tus largas piernas pero eso no es lo que intento en este momento- Colocándome ambas tiras de tela al hombro a continuación procedí a sacar una cuerda que llevábamos en una bolsa de cuero y me la amarre alrededor de mi cintura, y después entregándole el otro extremo le dije: -Toma, amárratela tú también, nuestro destino es estar juntas y en esta ocasión no te abandonare en este gran desafío que tienes que enfrentar-.

Dioses, Gemas y Monstruos IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora