"Le quise" ese pensamiento que surgió con el intuito de calmarme, apaciguarme arrojando algo de luz cálida al sótano frío en que se estaba convirtiendo mi mente. No duró mucho en esa función inicial, pues unos instantes después otros pensamientos irrumpieron.
— Le quise — ¿Lo demostraste?— le quise — ya no está — le quise — ¿cuántas veces lo dijiste? — le quise — ya nunca lo sabrás — le quise — ni un triste beso — le quise — lo perdiste — le quise — lo quieres.
El llanto volvió a mi sonoro, el líquido agregándose en mi zona lagrimal, la visión turbada por la humedad, sonidos atrapados en el fondo de mi garganta. Con ambas manos cubriendo mi boca, como si eso fuera a disminuir la potencia del llanto.
No quería, pero tenía razón. Hace unos días lo tuve a centímetros de mí, hace unos meses me dijo que le gustaba. Hace unas semanas me restringía para no abrazarlo. Y... y ahora... ahora, aunque quisiera aguantar su mano, tocarle el pelo burlándome del corte que le habrán hecho por las normas de la escuela. Ahora, no podría.
Ya no me preguntaría si quería salir con él en mi cumple como había prometido, ya no podría soñar con su afecto, con su versión de novio. Lo había perdido antes de tenerlo, no me creía eterna ni a él tampoco, pero ¿cómo iba a imaginar que esto pasaría?
Obviamente me deprimí, no sólo por la inesperada muerte de alguien cercano a mí. También por la realidad de haber desperdiciado el tiempo, de no haber experimentado y dejado fluir nuestros sentimientos.
Era culpa mía, sólo mía. El se había expresado y yo salí con mi promesa, él lo había entendido y nada había cambiado. Técnicamente, éramos conscientes del sentimiento del otro y, a pesar del pequeño flirt que surgió, no pasábamos de las palabras por respeto. Respeto a mí y a mi padre.
No pude evitar sentir rabia hacia mi padre, si no me hubiera hecho prometer nada, sino... sino. Me pasaba el rato culpándome y culpándolo. Pero no era justo, lo sabía y aún así, me recluí, me aislé.
Mi introversión parecía un arcoíris en comparación con la versión de las últimas semanas. No quería culpar o pagar mi tristeza, rabia, odio, frustración con los demás, así que prefería evadirlos. No necesitaba sus palabras.
Las palabras fueron las que me traicionaron, haciéndome creer que bastaba con que A y B concordaran con C para que no hubiera interferencias, que no existían tropecientas variables acechándolos.
Ingenua, estúpida. Había perdido un gran amor sin siquiera probarlo. ¿Cómo sales de eso? ¿Cómo me miro al espejo sin quebrarme?
Extrañaba a mi amigo más de lo que te imaginas, le quedaron tantas cosas por hacer: no se graduó, no fue a la universidad ni... Lo siento, no quiero continuar con eso; no necesito explicar lo que es la repentina muerte de un joven.
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Molly & Jessie
RomanceEl tiempo había transcurrido desde aquel trágico día en el que la vida de ambos jóvenes se vio separada repentina y abruscamente. A pesar de la promesa que se hicieron el destino les depararía una cruel realidad. La pérdida la sumió a ella en una pr...