CAPÍTULO 5

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                               HARRY

Le di un nombre falso por obvias razones, en estos días uno nunca es demasiado cuidadoso.
De pronto recibí su llamada. De inmediato silencié el teléfono para evitar una tragedia. Era él, obviamente. A diferencia de la vez anterior, esta vez si tenía ganas de contestarle.

—Hola –hablé en voz baja, casi en un susurro.
—¿Alex? –escuché su voz.
—Si.

Cuando oí ese nombre se me revolvieron las tripas. Aún así seguí el juego.

—Mucho gusto –me dijo.

Por su tono de voz supe que al menos no estaba hablando con un viejo pervertido.

—No se porque te contesté. ¿Sabes qué hora es? Si mi papá se entera, nos mata a los dos.

Sentí como cuando de niño hacía alguna travesura y rezaba para que mis papás no se enteraran. No tanto por la hora, sino porque estaba hablando con un absoluto desconocido.

—Tienes una voz dulce –me dijo–. —Eso quiere decir que a lo mejor no eres tan feo como te imaginé en un principio.
—¿De verdad me imaginaste tan feo? –le contesté, aguantándome la risa.
—Como un murciélago.
—Pues yo te imaginé más feo.
—Ah, pues solo hay una manera de quitarnos la duda. ¿Te parece si intercambiamos selfies?
Se me escapó una carcajada antes de taparme la boca con la mano.
—Ni en tus sueños –le dije.
—Se vale soñar. Si quieres, yo te mando la mía primero.
—No gracias –le respondí–. —Seguro vas a buscar alguna foto en internet de algún modelo de pasarela y la vas a mandar como tuya.
—Carajo, me descubriste.

Con todo y que era la primera vez que hablaba con él, sentí como si conociera su voz de toda la vida. O tal vez fue que hablamos tan relajados que me hizo sentir a gusto y cómodo.
Pero el momento mágico se evaporó en el segundo que oí a mi papá entrar en mi habitación. Fue tan de sorpresa y tan a deshoras que me agarró completamente desprevenido.

—¡¿Con quién hablas, niño?! –me dijo, firme.
—Papá, ¿qué haces, por qué estás despierto a estas horas?
—Lo mismo te pregunto a ti, jovencito. Estoy despierto porque tengo que revisar un caso muy importante para mañana. ¿Y tú?
No me salieron las palabras.
—Te voy a tener que confiscar ese teléfono.
—No, papá. Por favor, no estaba haciendo nada.
—Se escuchaban tus risillas hasta mi recámara. Anda, dame ese teléfono.
—¡Papá!
—En este momento, jovencito.

Se lo tuve que dar en contra de mi voluntad.
—Papi por favor.
—Nada de papi –me dijo alzando su ceja derecha–. —Te lo devuelvo mañana por la tarde, si te portas bien.
—Papá, no seas así.
—Sí soy. Anda, a dormir, que luego no te quieres levantar en la mañana.
—Pero me despierto con la alarma de mi teléfono, ¿ahora qué voy a hacer? –le dije en un último intento por quedarme con el teléfono.
—No te preocupes, yo me encargo de despertarte mañana. Ahora a dormir, buenas noches.
—¡Papá!

Cerró la puerta tras él.
Como lo dije, mi padre puede ser un sargento militar.
Al día siguiente, durante el desayuno, traté con todos mis encantos de convencer a papá de que me devolviera el teléfono. Normalmente logro convencerlo con mis ojitos pizpiretos y mi boca haciendo un puchero, pero, tratándose de su versión de papá celoso, no hay poder humano que lo haga quebrantarse, ni siquiera un poquito.
Además de no devolverme mi teléfono, me interrogó sobre mi llamada de anoche. Papá es un detectar de mentiras humano, así que antes de que termináramos el desayuno ya le había platicado acerca de Matt.

—¿Dónde lo conociste?
—Por WhatsApp.
—¿Cuántos años tiene?
—Es de mi edad.
Papá frunció el ceño.
—Tiene 18.
—Ya es mayor de edad. No quiero que vuelvas a hablar con él.
—¡Papá!
—Tienes 16 años. No tienes nada que hacer hablando con un adulto de 18, ve tú a saber que costumbres tenga.
—Mamá, dile algo.

Mamá a veces interviene cuando papá se pasa de sargento. Algunas veces logra convencerlo, otras no. Esta fue una de las que me quedó a deber.

—Te lo voy a devolver.
—¡Yeiiii!
—Hasta la tarde.
—Mmmm
—Y si te vuelvo a escuchar hablando con un chico a esas horas de la noche, te lo quito y se lo vendo al conserje de mi oficina. Ya me dijo que anda buscando uno.¿Entendido?
—Sí papá.

En ese momento, sonó el claxon que indicaba que Liam y su papá habían llegado por mi. Me apresuré hacia la puerta, pero papá me detuvo.

—¿A dónde vas?
—A la escuela –le respondí.
—¿Sin despedirte?
Tuve que regresarme.
—Adiós –le di un beso en la frente–.Adiós mami.
—Adiós hijo.

Me salí de casa con la última tira de tocino en la boca.

ANÓNIMO ||TERMINADO||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora