CAPÍTULO 14

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                                    LOUIS

Zayn me mandó un mensaje para avisarme que nos veíamos en casa de Liam dentro de media hora. Me mandó la ubicación por WhatsApp y todo. Corrí a darme un baño y salí de mi casa exactamente 20 minutos después.
Cuando llegué a casa de Liam me abrió la puerta un güero con cara de mamón que dijo que me había equivocado de dirección. Estaba a punto de irme cuando escuché un grito desde el interior de la casa.

—Pasa, no le hagas caso.

Era la voz de Liam.
Con una cara de pocos amigos el güerillo se hizo a un lado para dejarme pasar.
Del recibidor se llegaba hasta la cocina y ahí fue cuando lo vi, sirviéndose un vaso de agua del refrigerador. Estaba de espaldas y él no me vio.
Permanecí observándolo por unos segundos y me di cuenta de que podía quedarme todo el día mirándolo. Pero el hechizo fue interrumpido por el güero que, al verme, habló en voz tan alta como para que lo escucharan en la casa del vecino.

—¿Qué haces aquí? La estancia está al final del pasillo –me dijo.

Harry volteó al escucharlo y en ese momento cruzamos miradas. Me sonrió y yo sentí que había salido el sol.

—Hola.
—Hola.

El güero nunca se movió.

—Él es Ricky, hermano de Liam –me lo dijo como a fuerzas.

Harry y yo nos fuimos a la famosa estancia, y el tal Ricky caminó detrás de nosotros, como guardaespaldas.
Ahí estaban Zayn y Liam, dándose un beso de aquellos, pero se separaron medio metro en cuanto llegamos.

—Que hueva estar aquí, mejor me voy a casa de Rubén –dijo el hermano de Liam–. Barren y desinfectan antes de que se vayan.

Los cuatro fruncimos el ceño al mismo tiempo.
El güero desapareció por el pasillo y ya no lo volvimos a ver ese día.

—Lo siento, mi hermano es un idiota –dijo Liam, como si le hubiéramos exigido una explicación.
—No se porque, pero siento que lo he visto antes en alguna parte. –Zayn se rascó el mentón–. Pero no recuerdo dónde.
—Ricky juega fútbol en el equipo del Instituto.

Zayn tronó los dedos.

—Claro, de ahí lo ubico.
—Ricky no es tan malo, lo que pasa es que se preocupa por nosotros. Por eso se puso así.

A mi me cayó en el hígado, claro está, pero no era el momento de decir algo, así que no lo hice.

—¿Qué les parece si pedimos una pizza y vemos una película? –preguntó Liam.

Me pareció una excelente idea...hasta que tuvimos que ponernos de acuerdo en la película. Y es que fue ingenuo de mi parte pensar que a todos nos gustarían las películas de terror o las comedias. Al final escogimos una que más o menos nos convenciera a todos.
Durante la película fue algo incómodo ver como los tórtolos se tomaban de las manos, se abrazaban o se besaban cada vez que la película se ponía aburrida. Fue como comer pan delante de los pobres. Eso y, el hecho de que durante toda la película estuve calculando la distancia entre mi mano y la de Harry. Poco a poco, disimuladamente, traté de acercarme lo más posible. Por un momento me quedé mirándolo de reojo para ver si él hacía lo mismo. Pero lo vi tan interesado en la película que de seguro ni se dio cuenta de que mi mano llegó a estar a milímetros de la suya.
Milímetros.
Fui un cobarde.
Cuando terminó la película, Zayn y Liam propusieron ver la siguiente recomendación de Netflix en la pantalla de los créditos. Obviamente, Harry y yo, que si estábamos viendo la película, expusimos nuestros argumentos para cambiar a algo más a nuestro gusto. Para nuestra sorpresa, los noviecitos aceptaron nuestra propuesta.
Pero justo antes de comenzar, a Harry le llegó un mensaje de texto que canceló nuestros planes.

—Chicos me tengo que ir.
—¿Por qué? –preguntó Liam.
—Vine sin avisar y mamá ya llegó a casa.
—Si no traes coche, yo puedo llevarte. –Levanté la mano como si estuviéramos en clase.

Harry aceptó y dos minutos después ya estábamos en la banqueta frente a la calle.

—Siento haber arruinado la tarde –me dijo.
—¿De qué hablas? Claro que no arruinaste nada.

Cuando vio mi motocicleta, se paró en seco.

—Está es...¡¿tuya?!
—Sí. ¿Por?

Vi como dudó por un segundo.

—Nunca me he subido a una. ¿No se supone que son peligrosas?
—Sólo si eres repartidor de pizzas.

Él sonrió y entonces se animó a subir. Saqué mi casco de la cajuelita debajo del asiento y se lo ofrecí. Se acomodó el cabello y se lo puso encima. Se le complicó asegurarlo y tuve que ayudarlo. Nuestras miradas se entrelazaron durante el breve instante en que se lo coloqué.
Si tan solo hubiera tenido el valor para robarle un beso.

ANÓNIMO ||TERMINADO||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora