♊︎𝟸𝟼: 𝙴𝚕 𝚜𝚞𝚒𝚌𝚒𝚍𝚒𝚘 𝚍𝚎 𝙰𝚝𝚑𝚎𝚗𝚊♊︎

78 5 2
                                    


[ Pov: T/N ]

La casa de Virgo quedó hecha pedazos. Logré levantarme con lentitud de los escombros, mi armadura estaba casí hecha pedazos y de no ser por ser de plata, tal vez se hubiese hecho en pedazos. Con la mirada, trato de buscar a todos; solo pude ver a Shiryu, Seiya, Hyoga, pero no veía a Shun. Y fue en ese instante en donde me preocupe más de la cuenta, ¿qué tal sí están muertos? Fue una de mis preguntas, y una que me negaba a creer.

El recuerdo de la casa de Piscis me invade. Ese miedo que sentí en aquella ocasión, en las doce casas...

No quiero perder a nadie más y sobre todo a él o a mis amigos que se han convertido en mi familia en los meses que estuve con ellos en Japón.

Empiezo a excavar en los escombros, en ello logré ver la cadena de Andrómeda. Saqué a Shun de los escombros, intentaba levantarlo, pero no hubo respuesta alguna, me acerqué a su pecho y su corazón seguía latiendo. Con ello pude estar tranquila. Veía a mi alrededor y de ello veía a Milo apuntando a los tres. Me levanté para tratar de detenerlo y en ello...

La voz de Athena se hizo presente, ella solicitaba que estemos nosotros cuatro junto con ellos tres. Miré a ver a mis amigos y a Shun, ellos deberán de estar bién. Camino hacia mi padre y lo ayudo a levantarse, él estaba muy herido, después de su agotamiento contra Shaka, el plasma relámpago de Aioria y las agujas escarlata de Milo, encima la explosión. Sin duda era uno de los caballeros más fuertes al servicio de Athena.

Mu me ayudó a llevarlo, Milo ayudaba a Camus y Aioria a Shura. Los cuatro los llevamos por todas las casas que restaban de la casa de Virgo.

—Amigo mío, ¿por qué nos traicionaste? —escuchaba la voz de Milo preguntando a Camus.

Pero al parecer no hubo respuesta alguna.

—Aioria, sobre Aioros...

—¡Silencio!

Mantenía la mirada al frente sin verlo, en verdad me dolía demaciado verlos nuevamente y que la historia se repita, porque eso me hace recordar el día que declaré que odiaba las batallas; sobre todo por el giro inesperado de la vida. Estaba dispuesta a enviarlos al inframundo en la casa de Géminis, porque ese era mi deber, sin embargo mis sentimientos aún siguen presentes.

Después de que Mu y Athena me habían dado detalles al respecto; lo perdoné y me sentí culpable en no darme cuenta que él también había sufrido en esa batalla. Es por eso que en esta vez decidí no actuar bruscamente como lo hicieron Aioria y Milo.

En ello, llegamos hacia donde estaban Athena. Ella estaba esperando nuestra llegada al igual que mi tío. Los cuatro dejamos a los tres en el suelo.

—Están prácticamente muertos, ¿tiene algo que decirle? —le pregunta Aioria.

Ella asiente.

—Kanon, dasela a Saga.

En ello él se acerca a mi padre con un pequeño cofre.

—Tomala, Saga.

Él lo miró confundido y luego tomó aquel cofre, en el momento en el que abrió y vió una daga dorada él  quedó impactado.

‹Esto es... ›

—Sí, Saga. Hace años, cuando era una bebé, tratastes de tomar mi vida con esa daga.

—¡Athena!

—¿Por qué un objeto tan despreciable ahora?

—Milo, Aioria—ella baja la cabeza—. Todo está bien—en ello ella nos mira a mí y a Mu—, Mu, T/N, ustedes entienden, ¿no?

Un amor immortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora