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María José se encontraba sentada frente a su escritorio. El día realmente había sido pesado y le molestaba no poder terminar todos los pendientes cuanto antes para poder volver a casa con su esposa. Su espalda reposaba perezosamente sobre el respaldo de su silla. Sus ojos escaneaban aquel documento abierto en su computadora tratando de encontrar el fallo que tanto dolor de cabeza le estaba dando. Se suponía que su secretaria tenía que encargarse de eso, pero la chica le había pedido desde hacía dos semanas ese día libre ya que era su cumpleaños y en los tres años que llevaban trabajando juntas nunca le había fallado en algo, era lo menos que podía hacer por ella.

—Veo que ese archivo puede más que tú. —se burló la castaña entrando a la oficina logrando que la chica de ojos verdes diera un salto en su silla gracias al susto. La miró.

—Por Dios, Calle, casi me das un infarto. —le reprocho llevando su mano derecha al pecho a la altura de su corazón notando como este latía con fuerza.

—Veo que estas estresada —comentó regalándole una sonrisa mientras se acercaba –, casi siempre escuchas los pasos si alguien se acerca cuando las instalaciones se encuentran vacías —apoyo sus menos en el escritorio bajo la atenta mirada de su esposa —. Toqué la puerta dos veces y ni lo notaste.

—Lo siento —suspiró pesadamente —, esto me tiene al borde de un colapso. Pensaba quedarme unos minutos más y si no lograba nada dejarlo así e irme para llegar a la casa a la diez, por lo menos para cenar contigo e irnos a dormir.

—¿Si quiera has visto que hora es? —cuestiono Daniela con suavidad. Poché frunció el ceño y miro la hora en la barra de herramientas de la computadora, notando que casi se hacían la una de la madrugada. Parpadeo dos veces sorprendida, ¿Cuándo había transcurrido tanto tiempo?

—Perdón, debí poner una alarma —murmuró apenada pasando sus manos por su cara notablemente frustrada—. Deberías estar en casa descansando. —Calle rodeo el escritorio. Poché hecho un poco la silla para atrás dejando que la castaña se sentara en su regazo.

Sus manos se posaron en la cadera de la castaña dando leves caricias mientras suspiraba con alivio, Daniela siempre lograba calmarla aun en los peores momentos. Calle rodeo el cuello de su esposa con sus brazos sonriéndole con cariño.

—No debiste venir —susurró Poché con suavidad—, es peligroso que manejes a esta hora.

—Necesito a mi esposa —dejó un beso rápido en los labios de la contraria —. La cama se siente fría sin ti.

Sus miradas no parecían querer despegarse mientras se sonreían. Llevaban cuatro años casadas y aun parecían dos adolescentes enamoradas. El ambiente se sentía calmado, tranquilo. Solo existían ellas.

—Te voy a ayudar, así nos vamos a casa. —robándole otro beso a su esposa se levantó de su regazo solo para darse la vuelta y volver a sentarse para mirar el archivo.

Los minutos transcurrían en total silencio mientras Calle releía una y otra vez el archivo corriendo los pequeños fallos que habían pasado por alto para la mayor. Esa era la ventaja de trabajar en la misma empresa, aunque estuvieran en campos distintos ambas manejaban a la perfección la mayoría de temas. Poché rodeo la cintura de su esposa abrazándola con fuerza apoyando su cabeza en su hombro cerrando sus ojos.

—¿Y si lo dejamos estar y nos vamos a la casa?

—No evadas tus responsabilidades.

—Es posponerlas, no evadirlas. —se excusó sonriendo divertida, aunque Calle no lo viera.

—Para ti es lo mismo —soltó una risita—, lo pospones, lo pospones y luego no lo haces.

—Pero si termino haciéndolo.

—Dos meses más tarde.

—Bueno, bueno, ganaste esta.

—No te preocupes, igual ya casi termino mi amor.

Con suavidad Poché comenzó a meter sus manos debajo de la camiseta de Daniela suspirando al sentir el calor de su piel. Se sentía en calma, le gustaba sentir la cercanía de su esposa.

—Te amo. —susurró María José dejando un par de besos en zonas aleatorias en el cuello de la chica sobre ella.

—Yo también te amo mi amor. —sonriendo inconscientemente sintiendo las caricias y los besos de su esposa.

Las relaciones nunca son fáciles y ellas eso lo sabían, pero habían encontrado la forma de sobrellevar todas las situaciones. Se amaban y estaban dispuesta a apostar todo la una por la otra. 




...

Enigma.

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