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—¿Estás segura de que es aquí? —preguntó María José mirando fijamente la entrada de aquel almacén desde el edificio abandonado en el que estaban.

—Ten paciencia. —sentencio su hermana con seriedad.

—Llevamos una hora esperando —reprochó —¿Qué se supone que esperamos exactamente?

—¿Recuerdas el cargamento de armas que fue interceptado en la frontera del país? —Poché asintió— Nos informaron que los dueños de aquel cargamento se reunirán hoy aquí, hay que capturarlos y llevarlos a interrogar.

—Será fácil. —argumentó la pelinegra con tranquilidad. Valentina suspiró, a veces se le olvidaba lo confiada que llegaba a ser su hermana pequeña.

—No te confíes —Poché la miró de reojo, su hermana mantenía la mirada fija en la puerta del lugar —. Ahí vienen. —anunció.

A lo lejos, en la oscuridad de aquella noche se acercaban dos autos de color gris, de ellos bajaron ocho hombres armados, todos con la cara cubierta por un pasa montañas, menos uno de ellos.

El gran portón del almacén se elevó lentamente revelando a una mujer seguida de un grupo de cuatro hombres, aunque estos no estaban armados.

—¿Esa no es María Fernanda? —curstionó Poché frunciendo el ceño.

Valentina tomó los binoculares y los llevo a la altura de sus ojos.

—Sí, sí lo es —confirmó —, ¿Por qué ella estaría aquí?

Poché miraba la escena concentrándose para escuchar la conversación que aquel hombre mantenía con aquella mujer.

—Mira Fernanda, la D.E.O interceptó mi cargamento por tu culpa —hablabá frustrado aquel sujeto —, casi cuarenta millones a la basura, todo por tus caprichos.

—Te equivocas, todo fue gracias a tu imprudencia —con aires de suficiencia dió dos pasos hacia adelante mirando al hombre desafiante —, si hubieras acatado mis órdenes tendrías tu dinero.

—No voy a seguir las ordenes de una mujer. —soltó mirándola de arriba a abajo con repulsión.

—Deberías —susurró con una sonrisa arrogante tirando de sus labios —. Tengo que irme, no tengo tiempo para perder, mi hija me espera para cenar.

La mujer se dió media vuelta para retirarse, pero se detuvo cuando a sus espaldas escuchó como los acompañantes del hombre levantaban sus armas quitando el seguro.

—No te irás sin antes pagarme el dinero que me hiciste perder María Fernanda.

—No te hagas esto, sabes que tienen las de perde.

—Alguien tiene que pagar.

—Matenlo.

Ante esas palabras María José intervino, saltando del edificio y cayendo entre ambos grupos. La mujer se dió la vuelta sonriendo con burla al verla, ante tal aparición el hombre decide correr con sus hombres a sus autos y huir del lugar rápidamente.

—SuperGirld.

—Fernanda.

—Comenzaré a creer que me estás acosando. —se cruzó de brazos. Los hombres detrás de ella dieron un paso al frente produciendo una sensación de debilidad en la chica la cual los miró notando la kriptonita en sus pechos.

—¿Qué tienes que ver tú con aquel cargamento? —cuestionó ignorando la desagradable sensación que inundaba su cuerpo.

—Nada SuperGirld —admitió con tranquilidad —, yo solamente los alerté a ustedes, deberían agradecerme.

La chica frunció el ceño ante sus palabras, ¿Aquello podía ser real?

—¿Por qué he de creerte?

—¿Por qué te mentiría?

La tranquilidad con la que aquella mujer hablaba le hacía creer a María José que decía la verdad, por lo que optó por asentir no muy convencida.

—Vete.

Con una sonrisa victoriosa la mujer asintió antes de darse la vuelta e irse junto a sus experimentos. Una vez la mujer desapareció de su vista dentro de aquel almacén volvió con su hermana.

—La idea era capturarlos. —le reprochó apenas la miró llegar volando a su lado.

—Eran experimentos, no puedo enfrentarme a cuatro portadores de kriptonita.

—Hay que conseguirte un traje.

(...)

El sonido insistente de su celular la obligó a levantarse de su cómodo sillón. Con pesades caminó al mesón de la cocina donde había dejado dicho aparato viendo en la pantalla de este que se trataba de una llamada de su mejor amiga Daniela Calle, la chica de la cual secretamente estaba enamorada.

—¿Hola? —saludó sin poder evitar sonreír cómo tonta.

—Hola, Poché, ¿Cómo estás? —cuestionó con cariño la mujer al otro lado.

—Bien, estaba pensando que hacer para cenar.

—Bueno, creo que estoy te cae como anillo al dedo —argumentó Daniela con diversión —, ¿Quieres venir a cenar en mi casa? Mi madre vino y sería bueno aprovechar la ocasión para presentarlas.

Una ola de nervios inundó a la chica quien no supo que responder al instante dejando la llamada en un silencio rotundo.

—¿Poché? —llamo logrando, sin saberlo, sacar a la chica de su trance—Si no quieres no hay problema, puede ser en otra ocasión.

—Tranquila Dani, voy para allá, no tardo.

—Ven con cuidado. Te esperamos.

(...)

La noche estaba fresca, algo que a la chica le encantaba. Respirando profundamente subió al ascensor presionando el botón del último piso.

Una vez fuera del ascensor se acercó a la puerta del apartamento de Daniela tocando un par de veces la puerta. Segundos más tarde esta fue abierta por la joven castaña quien la recibió con una sonrisa.

—Pasa, mi madre está adentro.

Regresandole la sonrisa ingresó al lugar, deteniendo sus pasos y sintiendo como sus fracciones se contraían al ver a aquella mujer frente a ella. Por instinto se llevó la mano al puente de su nariz, asegurándose que sus gafas siguieran ahí.

—Poché, te presento a mi madre, María Fernanda —anunció Daniela con entusiasmo —Mamá, te presento a María José, mi mejor amiga.

—Un placer María José.

Esto debía ser una jodida broma.






...

Enigma.









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