VI Plumas

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente

—Te escuché hablando sobre un pergamino... —aquello no había empezado bien.

El menor dio un paso adelante, su figura imponiendo una sombra más profunda en el pasillo. Sus ojos grises perforaban la reticencia de James, y, con una mirada fija, esperaba respuestas que no estaban dispuestas a salir.

—No sé de qué hablas —respondió el castaño, su mirada desviándose hacia las paredes, intentando eludir la mirada que lo examinaba detenidamente.

Sin embargo, la determinación de menor de los Black lo impulsó a avanzar, cada paso resonando en el corredor como un tambor rítmico. El ambiente se tensaba, y las sombras bailaban al compás de su interrogatorio, creando un aura de suspense en el estrecho espacio.

—No mientas —dijo Regulus, su voz un eco firme, desafiando la resistencia del Gryffindor. Dio un paso más, cerrando la distancia entre ellos y envolviendo a James con su presencia intensa.

—Black, no sé de qué demonios estás hablando —insistió el de anteojos, aunque sabía que la muralla de mentiras no resistiría mucho más. Cada palabra parecía un eco retumbando en aquel pasillo oscuro y silencioso. El aire denso se volvía más pesado con cada segundo que pasaba, mientras las sombras danzaban en la penumbra del corredor, reflejando la tensión en los rostros de ambos jóvenes.

—Dijiste que harías lo que fuera, entonces responde la pregunta —no tenía otra opción; lo había prometido incluso sin saber en lo que se estaba metiendo y sin anticipar la astucia de la serpiente.

En el tenso ambiente, una guerra silenciosa se desató entre Regulus Black y James Potter. Sus miradas chocaron como espadas en el campo de batalla, cada uno tratando de descifrar los secretos escondidos detrás de los ojos del otro. Los destellos de determinación de James se encontraron con la mirada fría y calculadora de Regulus.

Cada gesto, cada movimiento de pestañas, se convirtió en un movimiento estratégico en esta contienda sin palabras. El Slytherin intentaba penetrar la armadura de seguridad que James había erigido, mientras que este último mantenía su expresión imperturbable, como un soldado experimentado en el arte de la resistencia.

El murmullo constante del Gran Comedor se desvaneció en el fondo mientras estos dos adversarios intercambiaban miradas intensas. Estaban fuera de lugar y les importó poco cómo los alumnos que salían los miraban con miedo por la intensidad de la situación. La tensión en el aire podría haberse cortado con un cuchillo.

A medida que la guerra de miradas continuaba, la atmósfera se cargaba de electricidad. Ambos luchaban por mantener su posición, pero cada uno estaba consciente de que, en esta guerra sin palabras, la verdad eventualmente emergería victoriosa.

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