XI Ahora y siempre

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente

—Vaya, es la segunda vez que te encuentro completamente solo —la voz serena pero burlona de Snape resonó por aquel pasillo donde yacía un Gryffindor pelinegro que de Gryffindor solo le quedaba el uniforme.

—No estoy de humor, Snape —la situación era fácil de explicar pero a la vez compleja para empatizar. A Sirius le había llegado una carta aquella mañana, una carta sin mancha alguna, pulcra como su remitente. Era de temer tanto cuidado en algo tan simple. Desde la mesa de Slytherin, pudo notar cuando el Black salió, seguramente diciendo alguna excusa tonta para poder leer la carta sin interrupciones, pero claro, no había escogido el mejor lugar.

—Black, no es el mejor lugar para explotar —avisó con calma acercándose al mayor, quien ni siquiera le dirigía la mirada. No iba a indagar en nada, pues no era de su incumbencia, pero decidió ayudarle a no humillarse delante de la gente que saldría del Gran Comedor.

—Wow, te j-juro que si no me lo dices no me d-doy cuenta —escupió aunque con aparente enojo. Snape sabía que la voz le había salido entrecortada; estaba llorando.

—Si sigues por este pasillo y giras a la derecha, la segunda puerta que veas es un salón en desuso —habló, ignorando las palabras del contrario y comenzando a caminar tranquilamente. No esperaba ver a Sirius correr hacia la dirección que le había dado. No iba a decir nada al respecto, pero aquella carta debía decir algo horrible para tener al gran Sirius Black llorando en el suelo de manera humillante.

—¡Sev! —se escuchó a lo lejos la calmada voz de Lucius, quien venía acompañado de los dos menores. Detuvo su andar hasta que los otros se pusieran a la par.

—¿Qué sucede? —preguntó.

—Nada, Lu quiere entregar su proyecto y ganarle a Lupin en una apuesta que hicieron hace no mucho —habló Barty, mirando con desinterés todo lo que sucedía a su alrededor.

—¿Ustedes creen que soy predecible? —

—Especifica —pidió Severus.

—Lupin dice que soy predecible, tanto en conducta como en mi forma de vestir —recitó con disgusto, comenzando a caminar ligeramente más rápido que los demás.

—Bueno, tienes buen sentido de la moda; tal vez por eso para él sea predecible, y tu forma de ser, pues, es peculiar —el rubio miró de manera amenazante a su menor, quien no le prestaba ni la más mínima confianza. Severus podía ser cruel con las palabras a veces.

—No te diré nada porque tengo una reputación que mantener —escupió con fingido enojo, aunque siempre parecía muy real.

—Y tu reputación se irá a la mierda cuando se enteren de tu atracción hacia Lupin —habló por primera vez Regulus, el cual se encontraba muy callado durante aquella caminata, como si su mente ocupara otra cosa.

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