IV La pluma Quilluminar

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Narrador omnisciente

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Narrador omnisciente

A la mañana siguiente, cuando el sol se asomaba por las ventanas de las habitaciones de Slytherin, quienes con su elegancia habitual se levantaban con calma, arreglaban sus cómodas y se sentaban conversando animadamente entre ellos.

—Buenos días, Lucius —saludó siseante el menor de los Black, recibiendo un gesto de cabeza por parte del nombrado y saliendo junto con él por la gran puerta rumbo al gran comedor.

—Severus va a ir primero a la biblioteca para revisar unos libros —dijo, recibiendo un sonido de afirmación por parte del menor y sentándose los dos en aquella mesa de color esmeralda reluciente, con portes de suma elegancia y con la frente en alto, como siempre les enseñaron a hacerlo.

—Barty se levantó tarde, es todo un caso —habló monótonamente el de ojos grises, acompañado de una sonrisa que compartió con el heredero Malfoy; el joven Crouch era todo un caso.

—Oigan, solamente fueron unos minutos —explicó el castaño que iba llegando con una señal enojada por ser despertado.

—Bueno, Barty, igual siempre son unos minutos, ¿no? —habló el joven Snape con una sonrisa que no era tan común en él o, bueno, se volvió más común cuando empezó a juntarse con sus amigos.

—Esto ya parece un complot contra mí —aclaró señalando a sus amigos y tomando con enojo aquel trozo de pastel de arándanos que estaba en medio de los cuatro, causando una risa despreocupada de todos.

—Bien, provecho —dijo el mayor, a lo cual todos le respondieron, quedándose en un silencio que no duraría mucho.

—Barty, podrías explicar mejor cómo funciona tu hechizo. Quiero aprenderlo —habló el de cabellos lacios, mirando al menor con un brillo cómplice.

—Claro, nomás pronuncias el hechizo y haces este movimiento con tu varita, te fijas en la persona o personas que quieres escuchar y te concentras solo en ellas. Lo demás se queda en un silencio lejano y solo escuchas —dijo despreocupado sin dejar de comer. —¿Lo hacemos juntos los cuatro? —propuso, terminando el último pedazo de aquel al que llamaba "manjar de los dioses".

—Está bien —.

Los cuatro, con sus mentes fijas en los merodeadores, y aunque Severus y Lucius estuvieran de espaldas a la mesa, se habían mentalizado a las personas que deseaban escuchar. —Sonuvox —susurraron todos en conjunto, escuchando ahora lo que se decía a dos mesas de distancia.

¿Le preguntaremos al pergamino ahora? —preguntó un castaño con ahora ojos dorados con toques de verde debido al desafío de la otra noche.

Sí, Moony, según dijo la llave fue solo una prueba, que después descubriríamos de qué es, pero que hoy tiene otro desafío —habló el de pecas.

Ojalá nos toque a Pete y a mí, esperarlos fue un reto que no quiero volver a tener —dijo, sobrando risas de aquel grupo.

Igual, me es raro que confiemos tanto en él —acusó el de cicatrices.

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