capitulo 29

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Keity Martínez F.

- Keity - me llamó una voz a lo lejos.

¿Mmmm?

- Keity - repitió intensificando el tono.

¿Quién..?

- ¡Keity! - exclamó y seguido de esto; sentí que mi mundo se movía con brusquedad.

Abrí con pereza los ojos y lo único que pude ver fueron dos sombras.

Que sueño...

Me volvieron a sacudir de los hombros y eso me hizo volver a abrirlos.

Está vez se veía la imagen más nítida, las sombras tomaron formas y nombres.

- ¡Oye! - exclamó de nuevo la voz con un tono irritado.

- ¿Eh? - murmuré. Alce un poco mi cara parpadeando varias veces y mi vista me presentó a una vannia con el ceño severamente fruncido.

- ¿Cómo que "eh"? - preguntó penetrandome con la mirada - ¿Qué significa esto, Keity? - agregó mirando los alrededores de mi cama.

¿Por qué está así? ¿Qué es el alboroto?

Mi madre estaba detrás de vannia, sobandose la nariz.

Hacía eso cuando estaba enojada.

Giré mi cabeza para mirar mi cama y poder entender a qué se refería.

En el panorama que veía solo se visualizaban dos cuerpos masculinos en bóxers; descansando inocentemente.

- uh - murmuré y volvió mi vista a mi hermana furiosa - todo tiene una explicación, no te dejes llevar por lo que ves - agregue agarrando sus manos y quitandolas con lentitud de mis hombros.

¿Qué mierda estaba pasando? ¿Y en dónde estaba Rachel?

- obviamente tiene una explicación y me la darás ahora - atacó vannia con autoridad mientras se enderezaba de nuevo en su sitio.

- sí, sí - respondí y me senté en la cama y ahí mis ojos cayeron a Rachel; quien estaba en el suelo dormida.

Debió caerse de la cama y ni el golpe la despertó.

Me levanté con cuidado de no pisarla y salí de mi habitación. Ellas me miraron con el ceño fruncido e hice un gesto de que salieran.

Vannia me fulminó con la mirada y luego obedeció. Mamá seguía sobando su nariz y la siguió en silencio.

- bien, les...- mi hermana me interrumpió rápidamente al examinarme de pies a cabeza.

- Keity, ¿dormiste así? - preguntó sonriendo.

Trague saliva.

Mi pijama no era en si una pijama, solo tenía una camisa holgada que me llegaba hasta un poco más arriba de las rodillas.

- no... - respondí.

No es la distancia, es el destino.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora