Además de la invitación personal del vizconde de Derbyshire, a menudo llegaban bastantes cartas escritas por el puño y letra de otros nobles.
"No te olvides de asistir."
Decía.
Y claro que aunque la mayoría de la gente diría "no" y lo rechazaría todo cortésmente, había algunas razones por la que le costaba tanto abrir la boca o al menos,, tomar su pluma y escribir la razón por la que no quería salir de su casa para ir a cenar. Por ejemplo, la invitación a la fiesta de la duquesa Clayton que parecía más bien una orden que una sugerencia.
La anciana era similar al vizconde de Derbyshire, pero tenía aficiones un poco más extrañas: la duquesa no tenía hijos y solía celebrar cenas muy multitudinarias, tal vez porque había vivido sola durante mucho tiempo después de la muerte de su marido, el duque, desde hace ya bastante tiempo. 20 años para ser más exactos. Entonces, a sus fiestas estaban invitados todos los personajes sociales que parecían despertarle ese "instinto materno" del que nunca pudo ocuparse por su cuenta e invitaba a jóvenes, niños y necesitados. Y, como solía ocurrir en las grandes reuniones familiares llenas de gente, siempre se quedaba en un rincón y esperaba que saltase algún tipo de chispa entre los asistentes para abrir la boca e incluirse en la conversación. No importaba si era una llama de amor, envidia o celos. Cualquier cosa era buena siempre y cuando le quitara el aburrimiento. Y la razón por la que había invitado a Arok en esta ocasión era porque esperaba que él fuera el detonante. De hecho, era tan obvio que fue realmente molesto para él.
Tenía muchas ganas de negarse en cuanto le llegó la invitación pero, si ponía la excusa de estar enfermo o cansado, no sabía qué tipo de rumores malintencionados se difundirían por la colonia así que era mejor si iba y observaba por su propia cuenta que todo estuviera en orden. Decidió entonces, asistir tranquilamente, irse tranquilamente y actuar de modo que apenas y supieran que estaba allí.
Pero el destino no estaba del lado de Arok tampoco ahora.
Para empezar, su amado carruaje, que siempre estuvo en buenas condiciones, tuvo un problema en el camino hacia el Castillo de los Clayton que provocó que se destartalara después de unos minutos de viaje. No había una razón específica, pero el coche, que iba igual que siempre, se sacudió y una de sus ruedas quedó torcida y terminó por salirse.
"Llamaré a otro carruaje, mi señor."
El cochero intentó entonces detener a cualquier otro carruaje que pasara a un lado de ellos. Sin embargo, como estaban lejos de la ciudad, no había autos pasando, o gente y mucho menos puedo encontrar algún vagón de alquiler. El cochero estaba movimiento sus manos desesperadamente en el aire, pero era como si nadie pudiera verlos:
"Parece que no vamos a poder tomar un auto aquí. Si caminamos un poco más, puede que tengamos suerte pero... Lo lamento tanto, mi señor. Por mi culpa estoy retrasando todo."
"No pasa nada. Fue algo que no estaba en nuestras manos."
"Lo siento, mi señor."
"Ya basta con eso. Quédate aquí. Me haré cargo de encontrar un coche."
Arok entonces caminó rápidamente, dejando atrás al cochero que parecía no poder dejar de disculparse ni una sola vez, y se ocupó de agitar las manos como una gallina. Pero realmente resultó ser bastante difícil tomar un carruaje o pedir ayuda y no fue sino hasta después de caminar mucho tiempo, que pudo encontrar un coche que estaba vacío y que no le cobró más de lo que llevaba en el bolsillo de su pantalón. Y para cuando finalmente llegó al castillo, incluso resultó que el banquete ya había comenzado.