Capítulo 32

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Se sintió muchísimo peor durante los días que siguieron a eso. Se abstuvo de salir, rechazó invitados. No pensaba, no comía, su cuerpo y su mente estaban completamente fuera de control. Y de hecho una vez, un pequeño golpe en la ventana le hizo saltar como un gato al que querían sumergir en agua, y cuando hizo eso, se derramó una taza de té lo suficientemente caliente como para causarle una leve quemadura en todo el largo del muslo. Gracias a eso, la expresión del mayordomo se oscureció de inmediato y decidió, junto con los otros trabajadores, no molestar a su maestro o abrir la boca mientras estaba en recuperación. Es decir, era evidente que el amo estaba mucho más allá de estar traumatizado. No querían que recibiera ruidos muy fuertes o molestos y por eso mismo todos los asuntos que requerían una decisión por parte de Arok fueron reunidos en una hoja de papel y colocados silenciosamente sobre el escritorio del estudio. Luego, incluso dejó de servir té caliente, y lo remplazó por leche con crema. Arok sonrió mientras lo miraba:

"Esta es la primera vez que bebo leche desde que tenía siete años".

"Es bueno para usted, mi señor. Las bebidas cargadas empeoran muchísimo más la cabeza".

"De acuerdo..."

Ver a su mayordomo, con una barba gris bien crecida y un monóculo, bebiendo leche condensada dulce, le hizo reírse a carcajadas.

"Debo parecer tan ridículo..."

"En absoluto ¿Puedo traerte una manta, mi niño?"

"Sí, me gustaría".

Hugo entonces trajo una manta para el regazo de Arok, quien se sentó en la terraza, y le acarició la cabeza una y otra vez hasta que cerró los ojos. No le había hecho ninguna pregunta desde el momento en que llegó de la casa de Bendyke y es más, ni siquiera le preguntó por alguna de sus heridas. Su cuello estaba cuidadosamente cubierto con una camisa alta y una corbata tipo bufanda, pero, incluso con eso, las marcas rojas en sus muñecas, que sobresalían de sus mangas, podían notarse fácilmente si mirabas con un poco de atención durante el tiempo necesario. No, lo que era más, Hugo era tan leal y tan dedicado que de seguro lo notó desde el momento en que se negó a asistir al baño y dejó de usar bata frente a él. Pero la razón por la que pareció mantener la boca cerrada incluso con algo tan grave fue, más que nada, porque Arok no quería contarle. Y él, amándolo tanto como lo hacía, llegó a la conclusión de que no lo iba a obligar y esperaría hasta que estuviera listo.

No obstante, cuando llegó una carta a su dirección, unos días después del incidente, rápidamente se le hizo una arruga entre las cejas y puso una expresión que le hizo ver tan enojado como nunca en la vida. Dijo:

"Joven maestro."

Y se la tendió. 

Anunciar la existencia de la carta fue por respeto a Arok y a sus desiciones pero, eso no significaba que estuviera bien o que quisiera dejar que la leyera. De hecho, por la salud del precioso joven, que había estado teniendo ataques de pánico desde el momento en que regresó a la casa, pensó en bloquear su acceso y amenazarlo firmemente para evitar que volviera a hablar con él de ahora en adelante. Arok le sonrió y le dijo que "no hacía falta."

"Está todo bien, te lo prometo"

Arok tranquilizó a Hugo, le dijo que le diera un momento a solas y entonces, justo después de que se fuera, abrió la carta y comenzó a leerla muy atentamente:

[Arok:
No pondré ninguna excusa por el atroz crimen que cometí contigo. Tienes la razón. Todo es mi culpa. Y sé que nada puede pagar por mis pecados pero, aún así, si hay algo que quieras de mí, si puedo ayudar a aliviar aunque sea un poco el sufrimiento del Conde, házmelo saber, por favor.

En el jardín de rosas (Traducción Finalizada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora